Negación: el poder para esconder un elefante

Negación: El poder para esconder un elefante
Foto: Takmeomeo

Por Daniel A. Fernández

Si crees que para encontrar un elefante debes visitar el zoológico, hacer un safari o ver un documental de la National Geographic, te equivocas. Estos paquidermos están más cerca de lo que piensas. De hecho, deambulan entre nosotros cotidianamente. Algunos son fornidos, otros más delgados, los hay también en variados colores e incluso algunos de ellos se disfrazan. No sería raro que tú mismo estés conviviendo con un descomunal elefante, que alojas debajo de la alfombra o detrás de las puertas de un armario. En definitiva, no todo es lo que vemos y hay cosas que preferimos no mirar.

¿Cuántas parejas ocultan sus miserias delante los otros? ¿Cuántas familias cohabitan con un secreto que sus miembros no mencionan siquiera entre sí? ¿Cuántas personas se camuflan a sí mismas para ser aceptadas por la mirada ajena? El juicio de los otros tiene un peso que, con frecuencia, se vuelve intolerable para quienes están ávidos por ser aceptados. Por tal motivo, hay quienes transitan indecibles caminos con tal de no recibir un fallo reprobatorio. Y así, son capaces de esconder el sol con una mano para fingir frente a los otros que es de noche. Sin embargo, también están aquellos que ocultan ese sol para sí mismos, porque no toleran ver lo que hace daño.

De lo que estamos hablando es de la “negación”, un mecanismo de defensa de nuestro aparato psíquico. ¿De qué nos defiende? De tomar consciencia de la realidad, de ver cierta verdad, porque de hacerlo la angustia nos resultaría insoportable. En resumidas cuentas, aquello que tanto angustia reconocer frente a los otros o frente a un espejo, puede llegar a ser del tamaño de un elefante y aun así es probable que no queramos ni podamos verlo. Pero… ¿es acaso una defensa o un recurso conveniente? Desde luego que no. No hacernos cargo de la realidad que nos toca, nos impide asumirla y, por ende, actuar para modificarla.

 

 

Es también debido a la negación que, muchas veces, no importa lo que digas o cómo lo digas o cuánto pretendas explicarlo. Quien está en negación no habrá de ver el elefante que le muestras, y habrá de escuchar lo que quiere o puede escuchar, así como también habrá de ver lo que quiere o puede ver. Las personas más negadoras son altamente vulnerables, frágiles, de ahí que tantas veces se aferran en creer una mentira con tal de no enfrentar el enorme dolor que les provocaría determinada verdad. Por ello, para que puedan aceptarla, a veces es preciso ser pacientes con ellas y dosificar la realidad, tomando en cuenta la fragilidad de esas personas.

Y si de ti se trata, si conscientemente ya vislumbras que, sin querer, en ciertas ocasiones te auto engañas, ten presente que no importa cuántos elefantes se columpien hoy sobre la telaraña que has creado, ni importa qué tan firmes parezcan las fibras de negación con la cual la hayas entretejido. Los elefantes siempre buscan nuevos compañeros, y finalmente tu telaraña cederá. Pero no desesperes. Tal vez, después de todo, termine resultando conveniente.

Daniel A. Fernández
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