Samantha: art-media, violencia e hiperfeminidad

Samantha: art-media, violencia e hiperfeminidad
Samantha: Sergi Santos

Por Talía Chacón

Me propongo reflexionar sobre algunos posibles nodos que vinculan la conceptualización del cuerpo de lo femenino y el proceso de producción de subjetividades en la actualidad. Como puntapié inicial, expondré una noticia reciente sobre un evento, que involucra a una desafortunada robot llamada Samantha. Considero que lo sucedido con dicha robot es un catalizador para pensar sobre los significados de lo corpóreo en la actualidad, la belleza, la fragmentación de los cuerpos; así como el consumo y la depredación de éstos.

Desde un punto de vista metafísico, en palabras de Astacio (2001) al decir “que sería un cuerpo en tanto si mismo” emerge una cualidad material. En este sentido, la materia tiene ciertas características fundamentales, entre ellas, la de ocupar una extensión en el espacio. Los cuerpos serían, siguiendo este razonamiento, el espacio que ocupan. Por otro lado, todo lo que es material tiene una extensión corpórea, pero eso no significa que adquiera por eso la cualidad de cuerpo. El cuerpo se presenta entonces irreductible a su extensión corpórea.

Desde otro ángulo, González & Giménez (2011), hacen un trabajo sobre la Fenomenología en Merleau-Ponty, y plantean que para este último es el cuerpo el que permite dar sentido a nuestro entorno, en tanto es la matriz que contiene la posibilidad de percibir el mundo. Es decir que el mundo es en tanto si mismo por las posibilidades perceptivas del cuerpo; en consecuencia, me atrevería a decir que la extensión corpórea como facultad material del  cuerpo está atravesada por aquello que sucede cuando se percibe algo. Los cuerpos vivos adquieren esta posibilidad transformadora de su extensión y de su cualidad. Por voluntad propia, moldean corporalidades no-vivientes, y las invisten de sentido y significado.

Es desde aquí que contaré la historia de Samantha. De acuerdo a una noticia publicada en la revista cultural web “Los Replicantes” (Mopez, 2017), el pasado septiembre se realizó el festival de Ars Electrónica en Austria, uno de los festivales de arte electrónico con mayor prestigio a nivel mundial. Allí se presentó Samantha, una muñeca robot sexual, con un cuerpo diseñado llevando a su máxima expresión algunas características sobrevaloradas de la feminidad occidental: cintura mínima, senos importantes, cabello y ojos claros. A su vez, Samantha está “programada” para ser tocada, besada y para “conseguir” orgasmos. La noticia plantea que muchos se acercaron al lugar donde estaba Samantha para “tocarla”: la penetraron con los dedos, se montaron sobre ella, la restregaron. En definitiva, Samantha terminó destrozada, magullada y amasada. Su creador, Sergi Santos, enuncia que quedó prácticamente inservible luego de estos acontecimientos.

Samantha fue “expuesta” en un festival de arte electrónico, lo que no es un detalle menor. ¿De qué hablamos cuando hablamos de arte actualmente? Al decir de Montañez (2016): “Hoy más que nunca es a través de y por medio del arte que podemos acceder y rescatar el aroma de nuestro tiempo. La vida misma es expresada en el acontecimiento artístico. El arte, en sus registros, atrapa y organiza el imaginario social, lo expone, lo recrea y lo produce” (p.281). Desde otro punto de vista, Claudia Gianetti (2002) menciona al “arte electrónico” o “media art” como un integrante sustancial en la producción artística contemporánea, refiriendo a la utilización de nuevas tecnologías ya sean audiovisuales, computarizadas o telemáticas. Dichas tecnologías también pueden ser utilizadas cuando hablamos de arte interactivo, el cual busca establecer relaciones entre el público y la obra.

Pues bien, ¿qué nos dice el acontecimiento artístico robot sexual en una convención de arte electrónico de gran prestigio a nivel mundial sobre el imaginario social? Para ser más específicos: ¿Qué nos dice el cruce entre el acontecimiento artístico de presentar un robot sexual de características híper-feminizadas con las reacciones de los asistentes de la convención sobre el imaginario social?

Entendamos que la híper-feminidad significa llevar a los extremos las expresiones de lo femenino, implica la exageración de cualidades que se consideran características de “la mujer” como símbolo, como por ejemplo el comportarse de manera suave, insinuante o pasiva. En este sentido Samantha, en cuanto sex doll, materializa una representación corpórea de una feminidad estereotipada, profundamente arraigada en el imaginario social.

Al decir de Castoriadis (1997) “Los individuos socializados son fragmentos hablantes y caminantes de una sociedad dada; y son fragmentos totales; es decir que encarnan -en parte efectivamente, en parte potencialmente- el núcleo esencial de las instituciones y de las significaciones de su sociedad” (pp. 3-4). Siguiendo con el autor, los individuos socializados conviven con significaciones imaginarias dependiendo de la sociedad a la que pertenezcan, de esa manera construyen una “representación” del mundo, que compone la sociedad misma y su lugar en ella. Dicho esto me pregunto, si una representación  que vincula la corporeidad femenina a lo suave o pasivo, a lo descartable y consumible de forma explícita- cómo es el caso de esta sex doll- que finaliza en la destrucción y  abuso del objeto que posee esas cualidades, ¿Eso no produce y re-reproduce un modo particular de relacionarse con el cuerpo-vivo femenino en general?

Una noticia de “La razón” del pasado marzo presenta a Samantha como, “(…) una muñeca hecha de material elastómero termoplástico que tiene tres modos: el familiar, el romántico y el sexual.(…)” (prr.4, Falcó, 2017). Estos “modos” también responden a una cierta composición de la feminidad, y a una cierta vinculación de lo sexual con las representaciones sociales; en particular me genera profunda curiosidad la inclusión de un modo enunciado como “familiar”. ¿Qué representación imaginaria social podríamos elucidar del hecho de que una sex doll de estas características incorpora un modo “familiar”?

Ana María Fernández (1993) plantea lo siguiente: “La pasividad femenina es parte de un imaginario colectivo propio de la Modernidad que instituyó una forma de ser mujer, que se sustenta, entre otras cosas, en una trilogía narrativa: el mito de Mujer = madre, el mito del amor romántico y el de la pasividad erótica de las mujeres” (p.1) .Retomando la pregunta anterior, la asignación de un modo “familiar” podría estar relacionada con esta trilogía de mitos. Una narración mítica que compone extensiones corpóreas que se actualizan en Samantha, como representación, y también como expresión de una pasividad instrumental llevada a su punto más operativo. Samantha es una muñeca, pero no cualquier muñeca, Samantha está programada para “reaccionar” a distintos estímulos de una forma determinada de acuerdo al modo que se encuentre en uso. Fernández plantea tres mitos, y Samantha a su vez, está programada en tres modos, las posibilidades analíticas de este paralelismo saltan a la vista.

Volviendo a la línea analítica desplegada por la primera noticia (Mopez, 20017), resulta interesante  el título que le fue asignado por el autor: “Violan y destruyen a una muñeca sexual expuesta en un festival de arte electrónico”. Una corporeidad híper-feminizada, aun  no siendo un cuerpo-viviente, es investida de significaciones, compuesta y reivindicada de ser violentada en forma de violación. El uso de la palabra “violación” en dicho enunciado podría tener sin lugar a dudas detrás la intención de viralizar la noticia; más allá de eso, es interesante analizar el hecho de que se presente allí, delante de la palabra “destrozan”. La palabra “violación”-desde un punto de vista coloquial- hace referencia a un tipo particular de violencia, para ser más específicos, una violencia ejercida a través de la fuerza, una violencia que trae fuertemente incorporada la noción de vulneración, de trasgresión. Víctor Mopez (2017) -el escritor de la noticia- describe de este modo las agresiones: “La gente se restregó, la penetró con los dedos, le manoseó los muslos y los pechos e incluso se montaron sobre sus piernas. Como resultado, la muñeca acabó con dos dedos rotos, los pechos destrozados y magulladuras por todo el cuerpo.” Lo que aquí aparece subrayado, la penetración y las magulladuras, es lo que a su vez está resaltado en la noticia; parece un énfasis claro puesto respecto a la vulneración de lo femenino, por ser a priori “permeable de ser penetrado”.  Fernández (1993) vincula los mitos que enunciamos anteriormente con un ordenamiento determinado respecto a lo público-privado que han construido esta clase de subjetividad femenina en la cual se destaca la otredad. La híper-feminidad, en este caso siendo performance por medio del arte electrónico a través de Samantha, y la destrucción gratuita de ella, aparece en una época dataista  de acuerdo a Han (2015), época que descompone a los cuerpos en cantidades de datos. Los cuerpos son desmembrados en objetos parciales, que simbolizan a su vez órganos del orden sexual; la transparencia, la literalidad de lo visible, lo liso y lo perfecto, lo híper-consecuente, quita lugar a la posibilidad de narración de lo imaginario (Han,2015). Es en este sentido que lo híper-femenino es literalmente un procesado de las cualidades inherentes a la feminidad para hacerlas aún más consumibles. Posibles de ser desmembradas, descompuestas, abusables. Si el componente vulnerable de la feminidad es llevado a límites de alta rentabilidad productiva, ahora bien, es pertinente pensar que, así como el cuerpo no se reduce a su extensión corpórea, tampoco se reduce la cualidad de lo femenino a la híper-feminización. Lo que sugiere Samantha, como producto del “art media” es que las representaciones imaginarias de lo femenino siguen estando fuertemente vinculadas a su tradición.

En relación con esto último Sanz (2006) plantea que desde los 90’s se viene trabajando en la intersección entre los estudios de Ciencia, Tecnología y Género, particularmente incorporando una postura constructivista sociológica al análisis de la producción tecno-científica. Continuando con el planteo de la autora, esto quiere decir que se incorpora la idea de comprender las tecnologías en su componente social, es decir que el desarrollo de tecnologías acompaña la transformación de las relaciones sociales (2006). La producción de subjetividades y la producción tecnológica están directamente vinculadas.

Respecto a lo planteado anteriormente, Félix Guattari (1996) se pregunta: “¿Deben considerarse las producciones semióticas de los mass media, de la informática, la telemática, la robótica, al margen de la subjetividad psicológica? No lo creo.” (p.14) La producción de subjetividades, siguiendo a Guattari, posee o se constituye de varios componentes: semiológicos significantes, elementos fabricados por la industria de los medios de comunicación, y dimensiones semiológicas a-significantes. Es en este sentido que las máquinas tecnológicas e informacionales producen en el centro de la subjetividad humana. Es por eso que Samantha como representación tecno-artística de cierta híper-feminidad, como extensión corpórea, como aparato programado para realizar algunas acciones, adquiere cualidad analítica para pensar las modalidades vinculares contemporáneas.

Dado esto último, me resulta de notable actualidad esta reflexión que presenta Ana María Fernández, en el tercer capítulo de “La mujer como ilusión” (1994):

En los vertiginosos cambios a los que asistimos y en los que participamos, en lo que al lugar social de la mujer respecta, se vuelve necesario re-pensar la sexuación femenina. Pero no bastarán las reformulaciones que realicen nuevos pensadores, dentro de un mismo campo teórico. Es necesario abandonar el refugio epistemológico de la especularidad del objeto teórico que se define a sí mismo para empezar a transitar por el centro mismo de la complejidad, donde convergen numerosas inscripciones, ya no sólo deseantes sino también históricas, políticas, ideológicas e institucionales. (p.91)

En lo que a la feminidad respecta, la humildad epistemológica adquiere un rol fundamental, sigue siendo-a pesar de las teorizaciones múltiples-el proceso constitutivo del corpus de lo femenino un enigma. La producción artística y tecnológica del siglo XXI y sus velocidades requiere eminentemente de una cualidad reflexiva de la praxis cotidiana de las personas. Pensando en términos de Han (2015) ¿Cómo se compone la extensión del corpus de lo femenino en tiempos donde la belleza se nutre de la sanidad y de lo pulido? ¿Cómo y qué sentidos producen la existencia de “Samanthas”? ¿Y lo que hacemos con ellas?

Tomando estas interrogantes de Judith Butler (2017): “(…) ¿hablamos sólo de cuerpos humanos? ¿Y podemos hablar de cuerpos sin hablar, de los entornos, las máquinas y los sistemas sociales de interdependencia que necesitan, y que constituyen las condiciones de su existencia y supervivencia?” (p.15) De que se nutre el corpus de las feminidades contemporáneas y cómo se caracterizan es un foco problemático clave, es un campo de tensiones y disonancias clave en la producción de subjetividad contemporánea.

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Referencias:

Talía Chacón
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