Marchas y feminismo

Marchas y feminismo
Ilustración: Laura Sandoval

Por Daniel A. Fernández

Semanas atrás, una manifestación fue llevada a cabo en diferentes puntos de Argentina. La consigna de dicha manifestación, denominada por quienes la organizaban como el “tetazo”, era reclamar el derecho a poder hacer uso del topless en las playas públicas. Si los hombres pueden mostrar su torso desnudo en las playas, ¿por qué las mujeres no? ¿Acaso las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres? ¿Acaso no son iguales? Y en base a una supuesta igualdad (torso) que no es tal, pretendía enarbolarse la bandera del feminismo. No obstante, la enorme mayoría de las mujeres no estaban de acuerdo con este reclamo y no se sintieron representadas. ¿El reclamo era en verdad feminista o atentaba contra el verdadero feminismo?

Si bien es obvio que mujeres y hombres deben tener los mismos derechos, para lograr los mismos es imprescindible reconocer cuáles son las evidentes diferencias. En este sentido, desde un punto de vista psicoanalítico, los senos femeninos siempre estarán teñidos con un componente erótico. Cuando Freud describe los estadios de la sexualidad infantil, habla de una primera fase denominada “oral” y que se observa en el bebé. Este, tras amamantarse (pulsión de autoconservación) encuentra además un placer en la succión (pulsión sexual), motivo justamente que explica el porqué los bebés disfrutan luego de sus chupetes aunque estos no los alimenten. Y es precisamente esta primera fase en el desarrollo sexual infantil lo que ya otorga al seno femenino características de objeto sexual. Desde luego que el hombre no amamanta, por lo cual el seno masculino no adquiere estas características. En resumidas cuentas: el seno femenino es siempre un objeto sexual y no es así el del hombre. Esto está ampliamente aceptado por nuestra cultura por ambos géneros, a punto tal que, por ejemplo, si en un transporte público un hombre roza sin querer los senos de una mujer es posible que se sospeche de un abuso. Y es claro que si en el mismo transporte es una mujer quien roza el torso de un hombre, definitivamente nadie pensaría lo mismo.

 

 

El verdadero feminismo es un movimiento que durante muchos años busca lograr igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero por lo explicado es que nunca habrá de lograrse una igualdad en cuanto a lo que implican los senos femeninos y los masculinos. Y semejante reclamo sólo desvirtúa el justo reclamo de quienes luchan por la igualdad de oportunidades laborales y sociales en los diferentes ámbitos. No es sin duda una controversia entre feministas y feministas, sino entre mujeres que piden lo imposible y otras que no se sienten ni remotamente representadas. De hecho, posiblemente las primeras no hayan favorecido en nada al verdadero movimiento feminista. De todos modos, es evidente que la posición extrema de las primeras ha generado una división y, como toda división, no ha hecho más que debilitar al grupo.

Por otro lado, también en nuestro país, se han venido llevando a cabo una serie de marchas absolutamente nobles con la consigna del “Ni una menos”. Debido al alarmante aumento en la cantidad de femicidios, resulta más que lógico. No obstante, aunque la proclama es más que justa, lo que no queda nunca claro es hacia quiénes va dirigido dicho reclamo. ¿Es hacia los asesinos o potenciales asesinos para que desistan de su accionar? De ser así, el reclamo es más que absurdo, puesto que ningún asesino habrá de cambiar sólo porque miles de personas organicen una marcha. ¿Va dirigido entonces hacia los legisladores para que pongan sobre el tapete nuevas leyes acordes a la situación? ¿Va dirigido a los gobernantes de turno para que se ocupen de brindar seguridad? Este destinatario indefinido por quienes promueven las marchas es tan anónimo que, por ejemplo, quienes más deberían escuchar y hacer algo al respecto terminan haciendo oídos sordos. En marchas pasadas, se ha observado a gran cantidad de legisladores de diferentes partidos políticos y a funcionarios públicos adherir fervientemente a los reclamos, participando como el resto de las personas. ¿A quién le pedían respuestas ellos cuando resulta que eran ellos mismos quienes debían darlas? Sin duda es un enigma que les resultó conveniente, puesto que les permitió hacerse los desentendidos. En resumen, sería muy provechoso que en las marchas venideras se procurara un destinatario mucho más definido. Caso contrario, no habrá tampoco a quién reclamarle resultados.

Daniel A. Fernández
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