¿Qué es un ataque de pánico?

¿Qué es un ataque de pánico?
Foto: Tereza Flachová

Por Daniel A. Fernández

En la última década, una de las frases más escuchadas por un psicólogo, de boca de quien llega por primera vez a una consulta, suele ser: “tengo ataques de pánico”. Aparentemente se trataría de una enfermedad de moda. Pero ¿lo es? Por supuesto que no. Si bien es cierto que, gracias a la información en los medios masivos sobre dicho cuadro clínico, muchas personas conocen ciertas características sobre el mismo, razón por la cual caen en el grave error de auto diagnosticarse, la verdad es que no se trata de una patología nueva sino que ha existido siempre. Tal vez lo novedoso es el nombre que en la actualidad se le ha dado. ¿De qué hablamos en realidad al referirnos a un “ataque de pánico”? Ni más ni menos que de una crisis de angustia.

Debemos aclarar que, a diferencia de la tristeza, la angustia suele manifestarse en el cuerpo. Y desde luego que si hablamos de una crisis, dicha angustia habrá llegado a un punto extremo. Por lo tanto, durante estos episodios, algunos de los síntomas más comunes son: palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de ahogo, opresión o malestar torácico, náuseas, mareos o desmayos. Generalmente no es uno sino varios de estos síntomas los que surgen en la persona de manera brusca, manifestando su mayor intensidad durante los primeros diez minutos. Y además suelen venir acompañados con un desmedido temor a enloquecer o a morir.

 

 

La persona que padece estas crisis de angustia debe saber que el mejor modo de tratarlas es a partir de un tratamiento dual, es decir psicofarmacológico y psicoterapéutico. Muchos pacientes, a partir de que la medicación disminuye sus síntomas, cometen el error de abandonar el tratamiento psicoterapéutico. Deben tener en cuenta que la medicación es necesaria, pero su objetivo es preparar al paciente para que pueda trabajar con la palabra.

No casualmente, la mayoría de estos pacientes son escuetos a la hora de hablar de sí mismos. Suelen insistir en repetir cuáles son sus síntomas, sin añadir mucho más al respecto. Esto se debe a que el paciente no asocia esos síntomas con situaciones determinadas o recuerdos. Por cierto, si existiera una verdadera conexión entre sucesos puntuales vividos y la angustia, la misma no se hubiera manifestado inscribiéndose de semejante modo en el cuerpo. Por eso, en la labor de un psicoanalista con uno de estos pacientes, no se trata de buscar recuerdos reprimidos e intentar volverlos conscientes mediante asociaciones. Lo que se procura, en principio, es propiciar que circule la palabra e ir así construyendo un relato con el cual se pueda vincular la angustia.

En general, las personas que han sufrido un ataque de pánico, viven con el temor de que vuelva a ocurrir y esto las lleva a sugestionarse. Hay quienes incluso tienden a recluirse y pueden estar años sobrellevando la enfermedad sin buscar solución. Tal vez, tras tanto tiempo de convivir con la angustia, olvidaron que también se puede vivir sin ella. Y el primer paso siempre es pedir ayuda.

Daniel A. Fernández
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