Spider-Man: la tragedia del deseo

Spider-Man: la tragedia del deseo
«Spider-Man» (2002)

Por Jorge Bafico

Sábado a la tarde, le había prometido a mi sobrino que lo iba a llevar al cine a ver la superproducción “El Hombre Araña”, mi intención más allá de poder compartir un rato con él era poder desenchufarme de mi rutina habitual. Nada de psicoanálisis para mí. Me imaginaba ver una película de acción, buenos y malos claramente delimitados, sin embargo nada de eso…

Peter Parker, muchacho inhibido si los hay, es un adolescente que cursa el bachillerato y aspira a convertirse en científico. Introvertido y tímido, no tiene relación social con casi nadie a excepción de un amigo. Huérfano, desde muy pequeño, vive con sus tíos Ben y May en una modesta casa en Nueva York. Sus compañeros de estudios lo mortifican y las chicas lo ignoran, en especial Mary Jane, su vecina, de quien está profundamente enamorado desde los seis años, por supuesto sin que ella lo sepa.

La vida de Parker cambiará extraordinariamente, cuando, durante una excursión científica a un laboratorio, una araña genéticamente manipulada lo muerda. A partir de ese momento empezará a notar importantes cambios: no necesitará sus anteojos y comprueba, con asombro, que sus músculos, su fuerza y su agilidad se han multiplicado enormemente. Descubre que puede trepar por las paredes de los edificios y puede lanzar telarañas que brotan de sus muñecas. Además, adquiere una característica sensorial que le permite percibir la proximidad del peligro en situaciones amenazadoras.

Con la aparición de los poderes arácnidos, el tímido muchacho no pensó en perseguir criminales, no… nada de eso, quiere dinero, en lo posible efectivo para poder conquistar a su mujer amada. Sin embargo su primera jugada le sale tan mal, que interviene en el asesinato de su querido tío Ben. A partir de ese momento Peter se jurará cumplir con responsabilidad lo que el destino, (¿o la araña?), le ha brindado: su misión en la vida como héroe.

Se ha convertido en el Hombre Araña: «Para bien y para mal, ésa es mi bendición y mi maldición», según sus propias palabras.

Después de este breve exordio, me gustaría hacer algunas reflexiones más allá de toda la parafernalia técnica y escenas de acción que se desarrollan en la película:

La mayoría de las críticas coincide que la película recoge lo medular de la historia original, su sustancia más íntima. Sin embargo, hay una diferencia que cambia esencialmente al personaje del comic con el del celuloide: en la historia original aparece claramente una dimensión reflexiva del personaje, un héroe que reniega de su condición. Así, durante años aparece el protagonista monologando sentado en las delgadas cornisas de los edificios casi a la altura de un «To be or not to be» al modo de un Hamlet moderno. El Hombre Araña dudaba,  «ser o no ser», ser o no ser héroe, esa era la cuestión.

Lacan, en el seminario «El deseo y su interpretación», plantea que: «Hamlet, desde el principio del juego, es culpable de ser. Le resulta insoportable ser”. Salvando las distancias, la tragedia del Príncipe de Dinamarca no es muy diferente al drama de Peter Parker de la primera versión. Él también está preso de su ser o no ser, aunque de diferente manera. La situación para el personaje es sumamente trágica: la deuda con el otro se vuelve insoportable.

El 2002, nos arroja  a un Hombre Araña, que en lo que a su subjetividad se refiere, parece estar en otro tiempo. No hay ningún tipo de cuestionamiento en torno a ser o no ser héroe. La dimensión dubitativa del personaje desaparece. Lo que aquí prevalece no es la duda, sino que él, prefiere ni siquiera mirar. Este arácnido posmoderno, opera de otro modo con la demanda del Otro; la dificultad para cumplir con su mandato ya no le genera problemas.  El conflicto actual llevado a la pantalla por el mismo autor del original, Stan Lee, toma como núcleo de la tragedia del héroe: el amor.

Si hay algo claro que aparece en la película, es que Parker esta enamorado de Mary Jane. Amor del que esta sumido desde su tierna infancia, amor a la distancia, amor imposible, amor inalcanzable. Amor inaccesible hasta que aparece en escena ese otro Parker desdoblado en el Hombre Araña. Cuando encarna el papel de héroe, puede tener otro tipo de acercamiento. Ahí, con el traje arácnido, promueve una actitud mucho más activa, se pasea con ella entre telarañas de amor, besos, abrazos y piruetas acrobáticas por Nueva York.

 

 

Digamos que hasta el final de la película la cosa funciona relativamente en armonía: como Peter Parker su amada aparece como imposible, como Hombre Araña no.

El gran problema de esta historia y la gran diferencia con el guión original, se produce en la última escena de la película. Escena que parece tener vida propia: en la tumba de su archí-enemigo el Duende Verde, Mary Jane, la muchacha inalcanzable, se da cuenta que en realidad no es al arácnido hombre al que ama, sino, (¡sí aunque usted no lo crea!) …a Peter Parker. Es el momento de gloria de la película, esa mujer llorando le dice que no va a seguir buscando hombres que le den cierto brillo fálico, que la mantengan. ¡No!, ama a ese timorato muchacho que en realidad hasta hace poco ignoraba. Peter Parker está en la oscuridad en lo que a su deseo se refiere, puede amar a Mary Jane pero solamente como el  Hombre Araña, por tanto, la declaración de amor de esta mujer más que ser un anhelo realizado se convierte en un verdadero problema.

Peter nos demuestra que por más super-héroe que sea, no se escapa a las miserias de la obsesión. El obsesivo no se cansa de instalar su objeto de investidura amorosa en es lugar donde para ser amado, el objeto debe hacerse el muerto, es así que la maquinaria deseante solo gira a plenitud con esta condición. Única condición que permite a su deseo no tropezar con ninguna inquietud.

Hasta la escena del cementerio, la cosa funcionaba sin demasiado sobresalto para nuestro héroe, pero a partir de la jugada -el ya a esta altura Obsesivo Araña- no tiene más remedio que hacer algún movimiento frente a tamaña osadía por parte de Mary Jane. Esta escena, clave en lo que a tragedia del deseo se refiere, es donde definitivamente permite a Peter Parker asumir su condición de héroe-mártir. Quien ha visto este tipo de películas Hollywoodenses se imagina el beso apasionado y la promesa de amor perpetuo. Sin embargo, con la misma rapidez y contundencia mostrada en la lucha física, él, ya definitivamente Hombre Araña le espeta un “no puedo ofrecerte más que mi amistad” y sale presuroso de la escena.

Esta escena no tiene lógica en lo que a película e historia arañesca atañe, sin embargo adquiere una absoluta solidez en lo que a lógica del obsesivo se refiere.

Que mejor lugar que declararse a un obsesivo que en un … CEMENTERIO.

Deseo imposible sitiado, ¿cómo jugar con quien se corre del juego?. Todo aquello que pueda encender el deseo será anulado. Nada tan magníficamente realizado que la escena de la declaración de amor por parte de Mary Jane a Parker, no al héroe-Hombre Araña. A Parker, no le quedará otro remedio que dejar a su idolatrada mujer llorando de amor no correspondido y alejarse de la escena acompañado de las palabras de su tío-padre “un gran poder implica una gran responsabilidad”, como una tibia música que resuena de fondo de esta tragedia. Ninguna chispa del deseo debe tocarlo y por eso su deseo se torna imposible.

Las cuentas están otra vez en cero, el deseo vuelve a estar muerto, la imposibilidad triunfa a través del sacrificio personal.

Tal cual el neurótico obsesivo, el Hombre Araña, es incapaz de soportar la falta que el deseo del Otro presentifica, recurre a la picardía de ofrecerse como esa garantía imposible al Otro. Construye un tirano que lo bastardea y al cual se ofrece como sometido esclavo, en este caso el de un verdadero súper-héroesclavo.

Peter Parker se ha convertido en el agente, no de la venganza como Hamlet sino de ser responsable de sus actos “Un gran poder implica una gran responsabilidad”,  perdiéndose él mismo tras eso.

La  oblatividad es quien se convierte en la verdadera protagonista de la película. Oblatividad es un término que utiliza Lacan como “un sensacional invento del obsesivo” y hay que entenderlo como la solución al deseo que es igualarlo a la demanda del Otro.

La tragedia del Hombre Araña da paso a una estructura de ficción donde se pone en primer plano la posición frente a la castración del personaje, el ardid apunta a una posición subjetiva, el Obsesivo Araña monta su teatro para hacer del Otro un Otro totalmente calculable. Teatro del héroe que evita exponer el único punto que lo precipita en la angustia: su deseo.

Jorge Bafico
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