Terrorismo

Terrorismo
Foto: Wikipedia

Por Jorge Bafico

Estos tiempos han traído una modalidad de violencia que, si bien siempre existió, se manifiesta por doquier: los atentados terroristas. Momento de inflexión en donde se produce la irrupción masiva de un real.

Estos atentados violentos se provocan en cualquier lugar y sin aviso previo, esa es su principal característica. Son de alguna manera una nueva manifestación de la pulsión de muerte, una de tantas. Esta, se revela en un acto loco y repentino donde no está en juego el lazo con el otro, ya que el Otro del terror no hace ninguna demanda.

No se trata de un enemigo predeterminado, todos podemos ser eventualmente blancos posibles. Basta estar en el momento y en el lugar equivocado para pertenecer al campo de las víctimas. Un campo donde se pierden las singularidades, ya que la masividad de la muerte cobra protagonismo. Miquel Bassols en su impresionante texto llamado “Las Ramblas” (2017), dice que “el acto asesino y masivo, gobernado por el imperativo loco del Uno absoluto, iba dirigido, fundamentalmente y con toda certeza, a anular de manera indiscriminada toda esta diversidad de nombres y apellidos, de historias escritas y por escribir, de singularidades diversas de los seres que hablan”.

La cruel y horrorosa paradoja del grito desesperado en forma de bomba, o furgoneta que justamente desconoce de un lazo que lo contenga, que hace que cada uno vaya en dirección a su plus de goce sin poder apoyarse en los discursos ya existentes; “en nombre del Uno absoluto se puede mercadear con lo real de la muerte y anular la singularidad de cada muerte, de cada ser que habla, incluso de la propia muerte para seguir viviendo sin querer saber nada de ella” (Bassols, 2017).

Eric Laurent plantea que los sujetos se identifican cada vez menos con sus historias familiares, en su lugar surgen las comunidades y los pactos sociales que se fundan sobre nuevas formas de autoridad. Pero paradójicamente a mayor sometimiento al Ideal, mayor es el extravío, llegando de la obediencia absoluta hasta el sacrificio personal. Laurant enfatiza que el estado de excepción prolifera y extiende esta tensión entre el vacío del Uno y su implacable retorno superyoico y los fenómenos que trae aparejado las exigencias del goce. Los atentados terroristas suicidas son el ejemplo apropiado.

Podríamos pensar al terrorismo como un nuevo discurso, en tanto vínculo social, pero que carece de sentido; uno donde la pulsión de muerte no remite a ningún sentido más allá, remite solamente al goce, inútil en sí mismo. Una respuesta, un síntoma de algo que no anda en lo social.

Jorge Bafico
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