Derechos y comunidad LGBTI: entre el discurso y la acción

Derechos y comunidad LGBTI: entre el discurso y la acción
Foto: Onanymous

Por Eduardo Velázquez

El pasado 19 de setiembre amanecimos con la noticia de que un juez brasileño determinó que los psicólogos podrán aplicar una “cura gay” como método que permitiría una “reversión sexual” en aquello que lo “padecen” (las comillas son mías). La homosexualidad sigue siendo vista como una enfermedad en el vecino país (La Diaria, 2017).

Acciones de similares características a lo largo y ancho del globo tienen solo un objetivo: promover el prejuicio y la estigmatización en sectores de la sociedad, en este caso, la comunidad LGBTI.

Brasil retrocede varios casilleros en materia de políticas públicas definidas y fomentadas para proteger los derechos de los individuos (La Diaria, 2017), pero los vecinos del norte no son los únicos. El mundo globalizado que habitamos va perdiendo espacios y difuminando fronteras, lo que acentúa diferencias y marca distancias; donde los estereotipos y el prejuicio encuentran, en posiciones más conservadoras o tradicionales, el aliado perfecto en el camino hacia la discriminación (Toro-Alfonso, 2012).

La discriminación alcanzará tantos territorios como pueda: estudios revelan que crímenes relacionados con la homofobia, o el prejuicio racial, surgen desde un contexto social y no deben ser tratados como incidentes aislados llevados adelante por personas o grupos de personas perturbadas (Toro-Alfonso, 2012).

Hablar de discriminación es hablar de un momento histórico, político y social; de un punto en el tiempo y el espacio. Es hablar de una sociedad y de quienes la habitan.

La homofobia aparece como una postura ideológica para discriminar a personas que poseen vínculos con otros del mismo sexo, atentando contra el pleno disfrute de sus derechos. Para Toro-Alfonso (2012), la homofobia es el último prejuicio aceptado socialmente, contrario a otros como pueden ser el antisemitismo, el racismo y la misoginia.

Esta forma de discriminación puede construirse en tres espacios diferentes, pero interrelacionados entre sí: 1) desde lo personal / individual, dónde se parte de un odio hacia la persona LGBTI como responsable de no poder controlar sus deseos y etiquetándolos como personas enfermas o anormales; 2) desde lo interpersonal, naciendo de un prejuicio pero que llega rápidamente a convertirse en acciones discriminatorias; y 3) desde el espacio institucional, que ocurre dentro de instituciones educativas, religiosas, empresariales o profesionales (Toro-Alfonso, 2012).

 

 

Indistintamente del origen o de la forma que tome, el objetivo final permanece invariante: agresiones que van, desde el insulto hasta lo físico, pudiendo alcanzar formas extremas como el asesinato (Toro-Alfonso, 2012).

En todos los casos, el principal cómplice es siempre el mismo: el silencio, la actitud pasiva de quien observa desde la distancia.

Culturalmente, distintas formas de discriminación pueden invisibilizarse detrás de formas de representación de cada género, siempre desde una lógica binaria y heterocentríca que nos habilita a aplicar ciertos estereotipos o comportamientos vinculados a la elección afectivo-sexual. De esta forma, el gay se comporta como una mujer, da buenos consejos, se viste bien y es receptivo, mientras que la lesbiana se asocia con comportamientos masculinos, quien no reconoce su posición, es agresiva o hasta provoca temor. De la misma forma, el transexual se ve como la exacerbación de lo femenino, entre otros (Toro-Alfonso, 2012).

Los medios televisivos o digitales sirven como herramienta para acentuar estas perspectivas.

Construimos modelos de sexualidad que son binarios y polarizados, vistos bajo la óptica de un conjunto de normas que debemos cumplir, represivas, estigmatizantes, y ligadas fuertemente a la reproducción; en una visión discriminatoria y excluyente, castigando aquellas personas o actitudes que se alejan de la norma, clasificándolas como peligrosas, destructivas, etc. (García, 2013).

¿Desde dónde construimos y garantizamos los derechos de los sujetos? Los individuos merecen una vida plena y ser capaces de vivir la sexualidad desde el goce y el placer. Lejanos a preservar un contexto que apunte a la exclusión y a la violencia, necesitamos trabajar, no solo con la comunidad LGBTI sino con las comunidades que existen en nuestra sociedad, en un camino que acepte y promueva la diversidad en todos los individuos y a través de todas las formas.

Referencias

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