De lo conocido hacia lo encubierto: la clínica de los estados límites

De lo conocido hacia lo encubierto: la clínica de los estados límites
«Soledad»: Arte Decorativo

Por Alejandro Olivera

Testimonio de Ginebra:

“Supongo que mi historia no es muy diferente a la de casi todo el mundo, una pelea infinita, una lucha incesante…Hoy no busco epítetos que califiquen a mi persona. No necesito que me den un nombre, si no tengo identidad siquiera. Desde el principio de los tiempos huía de la gente, notaba que sentía y pensaba distinto, que muy pronto y sin saberlo, el brillo de mis ojos se había extinguido. En ocasiones rozo la brillantez y el absurdo, toco con los dedos cierta omnisciencia que me asusta, y a la que no escucho; y de pronto, soy el ser más pusilánime e inútil del mundo. Mi vida es giro, es un tumbo constante, un sucedáneo y un estado de anestesia perpetua. Nunca me he sentido querida. Puedo asegurar que se han esforzado, incluso que me han querido, y que me quieren: pero no siento la autenticidad de esos sentimientos, no los hago míos, no los vivo. Recuerdo escenas de muy niña, casi cuando te dicen que no es posible guardar recuerdo alguno. Quizá los surcos de tanta amargura se han impreso en mis venas, se han inscripto en mi ADN. Mi vida es…un “no sé”. Siempre soledad, un vacío y una ausencia. Me esfuerzo en pensar que la vida tiene un sentido: pero no lo encuentro…Me miro en el espejo y no me reconozco, no sé qué ni quien soy, ni siento nada por la imagen que me devuelve, que me mira en la distancia. Crecí sin permitirme errores, sin perdonarme por existir, sin un aliento que no me inculpase de algo. Cortaba mi pelo, dejaba de cuidarme, me exigía absurdos e imposibles… por puro agotamiento, o por desprecio… no hay verdugo cuando la víctima y el culpable se confunden. La infinita insatisfacción vital. Y la búsqueda de un afecto que nunca encuentro, que nunca siento. Incluso ahora noto que me he entregado y me entrego pero nunca es del todo; que me guardo, que esquivo. Luego me percato y cedo, cedo hasta arrastrarme en la súplica, en la anulación de mi persona. No sé quién soy, ni lo que quiero, ni adónde se encaminan mis pasos… A veces, como hoy, me siento como una de esas almas errantes, que penan. Esa es mi vida, eso soy yo: el caos y la ausencia. Soy ceguera y estoy yerma.”

Extraído del sitio web: www.soybordeline.com

“Si has perdido tus límites, recorreremos el cruento laberinto hasta alzar otra forma desde el fondo”
Roberto Juarroz (Poesía Vertical N°IV)

El presente artículo girará en torno a dos ejes: la narración que hace Ginebra de cómo percibe su vida, estableciendo una línea argumental desde la perspectiva de la clínica de los casos difíciles o limítrofes (Singer 2013) y por  otra parte analizar la misma noción de límite como concepto característico común, tanto a las posturas más estructuralistas de la personalidad borderline como a los que sostienen que puede ser un estado transitorio de la psique, precipitado por circunstancias extero e intero-receptivas.

Entendemos que toda definición implica la puesta en juego de un campo teórico que enmarca y significa cada palabra. En el tema que nos atañe esto cobra particular importancia porque los conceptos responden muchas veces a concepciones disimiles de una misma problemática. En el caso del psicoanálisis estas consideraciones son aún más importantes, porque dichos conceptos muchas veces no solo responden a distintos marcos teóricos sino también a distintas etapas histórico-elaborativas dentro de cada paradigma. Podemos citar, como caso emblemático, la evolución de las nociones en las tópicas freudianas que van re-significándose, integrando sus contenidos originales en movimientos sincréticos que dan lugar a una compleja polisemia de la que es necesario dar cuenta. Por último, consideramos todo nuestro andamiaje teórico lejano a defender paradigmas y a brindar diagnósticos tranquilizadores y mucho más cerca de ser entendido como guías en el camino que nos ayuden a vislumbrar y recorrer el “cruento laberinto” del que nos habla Juarroz. Desde ahí ayudaremos a alzar esas formas nuevas, diferenciadas, capaces de investir al mundo sin fundirse en él. Capaces de contener otro mundo en este que antes resultaba tan ajeno.

¿Estados transitorios o Estructura fija?

Existen dos grandes corrientes en la clínica de los estados límites que responden diferente a la siguiente pregunta: ¿Estamos ante una estructura específica de la personalidad que persevera en el sujeto a través del tiempo o por el contrario es un estado que lo atraviesa de forma transitoria?

Otto Kernberg sostiene que existe una organización border de la personalidad con síntomas comunes también a otras patologías, pero que en un diagnóstico diferencial  afloran como constituyentes de una estructura propia y que responden  a una defectuosa internalización de las relaciones objetales (Kernberg 1992). Kernberg se nutre de una línea anglosajona de pensamientos sobre estas temáticas fundadas teóricamente en el psicoanálisis freudiano, combinándolo con “elementos de la psicología del yo y una concepción centrada en las relaciones de objeto” (Singer 2013).

Otros autores de raíces más continentales hacen énfasis en la noción de estado como tránsito y respuesta a etapas evolutivas y marcos de desestructuración social.  Jaques Rassial es un buen ejemplo de esto, ya que vincula la clínica de los estados límites a la clínica en la adolescencia y al entorno social en que se enmarca la demanda por esta clínica. Señala Rassial:  “Este estado límite ha de ser pensado en simultaneidad con el estado de la sociedad y con las condiciones de la socialización, afectadas por una decadencia en la función paterna…el estado límite es ante todo una respuesta adecuada a esa incertidumbre de los puntos de referencia característicos del lazo social contemporáneo” (Rassial 2001).

La respuesta a la pregunta anterior tiene connotaciones importantes, ya que si adoptamos solo un marco teórico fijo, no nos ceñiremos solamente a una forma de proceder, sino también a un recorte del campo de trabajo que no dará cuenta de la complejidad a la que nos enfrentamos.

Los autores presentados son solo dos exponentes de innumerables personas que han aportado muchísimo a la clínica que nos compete. Tomar lo que consideramos útil de cada uno de ellos no nos permitirá agotar lo inabarcable del sujeto delante de nosotros. Pero nos pondrá en camino.

Yerma

Según el Diccionario de la Real Academia, Yerma significa: “Inhabitado, incultivado, terreno inhabitado” (D.R.A.E. 2010). Esta es la última palabra que utiliza Ginebra para referirse a sí misma. Dentro de lo heterogéneo de la clínica de los estados límites, la vivencia de vacuidad es uno de los más comunes y dolorosos. Yerma entonces, como adjetivo de sustantivos en los que el adentro y el afuera están poco diferenciados, en los que lo representacional se desvanece para convertirse en acto sin elaboración y el contenido simbólico esta obturado, será una buena palabra para introducirnos en el campo de los estados límites.

Una de las características más importantes en esta clínica es la forma en que opera el psiquismo en estos pacientes. Para el modelo clásico de la neurosis, el mecanismo de base es la represión que actúa sobre las representaciones ligadas a ciertas pulsiones. Este movimiento psíquico apoyado en los fenómenos de desplazamiento y condensación permite que la energía pulsional se desplace a través de cadenas significantes y formaciones de compromiso que son pasibles de interpretación de cierto sentido. “La condición de posibilidad del psicoanálisis es también la posibilidad de restitución de dichas cadenas de sentido…esa restitución de sentido tiene efectos benéficos para el psiquismo, en particular para la disolución de síntomas que acarrean un costo, un sufrimiento.” (Singer 2013). Es decir, el aporte del psicoanálisis a la cura del sujeto es la capacidad de generar significación donde aparentemente no la hay. Esta restitución de sentidos repercute en el psiquismo creando maneras más adaptadas de encauzar la energía reprimida.

Ahora bien, en el caso de los pacientes borderline o que transitan un estado límite, el mecanismo que prima no es la represión sino el clivaje. Entendemos clivaje por un mecanismo arcaico de la psique  centrado en la escisión de los objetos en pares opuestos y que determina cierto tipo de vínculo entre los objetos externos e internos y que obtura la capacidad de síntesis. “La resolución del conflicto por obra del clivaje  diseña una constante: una figura constituida por tres instancias, un yo que no puede sustentar un conflicto intrapsíquico, una puesta afuera por obra de la proyección, puesta afuera que constituye una desposesión de una parte de sí mismo intolerable…se produce una fuga, un vaciamiento del espacio psíquico” (Singer 2005).

Este vaciamiento psíquico al que nos referimos coincide plenamente con lo que refiere Ginebra al sentirse Yerma, deshabitada. Esta puesta afuera desaloja contenidos psíquicos que no logran integrarse en todos sus aspectos: “Siempre soledad, un vacío y una ausencia…esa es mi vida, eso soy yo: el caos y la ausencia.” Ginebra nos relata así esta vivencia. Rastreamos también en su discurso efectos del mecanismo de clivaje (y rasgos narcisistas) en tanto polaridades que se suceden sin que se integren nunca, lo positivo y negativo aparecen sin que haya un nexo que ayude a que se incorpore como parte de un mismo objeto, de un mismo ser: “En ocasiones rozo la brillantez y el absurdo, toco con los dedos cierta omnisciencia que me asusta y a la que no escucho; y de pronto, soy el ser más pusilánime e inútil del mundo. Mi vida es giro, es tumbo constante.”

Como referíamos anteriormente, existe una constante en estos casos, un trauma inicial que no puede ser integrado por un yo que resulta incapaz de alojar el conflicto psíquico, de simbolizarlo y por eso lo expulsa a través de mecanismos defensivos arcaicos como la proyección, la negación y el clivaje. Este tipo de funcionamiento psíquico se articula en estadios muy tempranos de la niñez, en etapas pre-edípicas del desarrollo. Winnicott nos ofrece importantes aportes para comprender estos fenómenos. Para este autor, la ausencia se transforma en un elemento esencial en la conformación del psiquismo de los bebes, todo depende de cómo sea vivida por el niño y de las característica de la figura materna. Una madre suficientemente buena maneja la ausencia de modo que permita al niño configurar un espacio simbólico que la represente cuando no está. No es tan presente que no permita la individuación del niño ni tan ausente que lo acose un sentimiento de abandono e indefensión. Esta madre suficientemente buena tiene una función de sostén o holding en tanto un “proceso por el cual la madre satisface las necesidades fisiológicas del pequeño de manera estable, digna de confianza, que toma en cuenta la sensibilidad epidérmica y que incluye la rutina de cuidados a lo largo del día. Estos cuidados posibilitan la integración, principal tendencia en el proceso de maduración. Esta integración en el tiempo, se le suma en el espacio, lo que da a posteriori el sentimiento de continuidad existencial” (Hoffman s/f.). En los sujetos con problemas limítrofes de la personalidad este espacio transicional que permitirá un espacio psíquico habitado no ha sido desarrollado de una manera satisfactoria. “La ausencia en su valor estructurante de símbolo no termina de constituirse…Aquí hay vacío: abandono del primer objeto y vacío de un espacio psíquico no suficientemente investido. En lugar de transicionalidad/pasaje entre presencia y ausencia hay clivaje y dicotomía presencia/vacío” (Singer 2013). Relata Ginebra: “recuerdo escenas de muy niña, casi cuando te dicen que no es posible guardar recuerdo alguno. Quizá los surcos de tanta amargura” más allá de que estos recuerdos se sustenten en algo concreto o fantasmático da cuenta de que la etiología del caso se remonta a etapas muy tempranas como veníamos refiriendo.

Cabe realizar algunas consideraciones acerca del concepto de trauma antes de seguir adelante. Para Freud corresponde a “aquello que determina modificaciones definitivas en el trámite energético de las demandas pulsionales, por ende de cualquier estímulo que supere la capacidad del aparato psíquico de ligarlo con representaciones” (Fractman & cols s/f). Esto implica que el trauma no necesariamente puede provenir del mundo externo del sujeto traumatizado sino de la propia vivencia de la situación traumática ya que aquello determine esas modificaciones definitivas puede tener más que con la interpretación subjetiva de ese psiquismo y no corresponderse tanto a la realidad en sí. Winnicott por su parte contempla “las fallas ambientales (durante la trayectoria que parte de la dependencia absoluta del objeto maternante, hacia la relativa independencia) que resultan groseras y continuadas, por ausencia, intrusión o abuso y devendrán en interrupción del desarrollo, provocando una ruptura de la continuidad existencial” (Fractman & cols s/f). Corresponde subrayar nuevamente el carácter único de cada situación traumática ya que pertenece a una constelación subjetiva enmarcada por una realidad que puede ser de incontables maneras amenazadora, sobreestimuladora o abandónica.

 

 

Ginebra

Ginebra es un seudónimo, el momento en que una joven se dispone a contarnos su visión de sí misma y de cómo percibe el mundo. Esto transcurre en un sitio web en el comparten experiencias junto a otros sujetos que se sienten identificados con la etiqueta de borderline. Su historia es tan única como la de todos. A su vez comporte el tránsito que recorren y han recorrido muchos otros identificados con la misma sensación de alienación y vacío. Comparte también a grandes rasgos una historia familiar común a este tipo de circunstancias psíquicas; ambientes disfuncionales, sin límites claros, ausencias y desprotección desde pequeña, violencia manifiesta y latente. Un sentimiento de culpa por existir impregna el texto, la misma elección de su seudónimo no escapa a ello.

Ginebra era la esposa del Rey Arturo en las historias de la Mesa Redonda, su infidelidad con Lancelot se asocia con la caída del Reino de Camelot “de ahí que sea considerada como símbolo de la fragilidad de la condición humana y de la perversión”. (Sanz s/f.) Ella misma nos narra: “Crecí sin permitirme errores, sin perdonarme por existir, sin un aliento que no me inculpase de algo. Cortaba mi pelo, dejaba de cuidarme, me exigía absurdos e imposibles… por puro agotamiento, o por desprecio… no hay verdugo cuando la víctima y el culpable se confunden.” Desde el punto de vista clínico podríamos hablar de la presencia de un súper yo sádico originado por la identificación con padres agresivos o ausentes. Se instauraría entonces una relación yo/súper yo en la que predomina un sentimiento de culpa, expresada en la necesidad de castigo como efecto de esa relación con esos objetos paternos. La instancia del Yo en estos casos tiene una estructuración débil por todo lo que hemos comentado anteriormente llegando al punto de perder la identidad y tener vivencias de despersonalización en la frontera de lo esquizoide. Con respecto a esto Ginebra nos narra lo siguiente: “Hoy no busco epítetos que califiquen mi persona. No necesito que me den un nombre, si no tengo identidad siquiera… Me miro en el espejo y no me reconozco, no sé qué ni quien soy, ni siento nada por la imagen que me devuelve, que me mira en la distancia.”  Salvando las licencias poéticas (o no) ese desconocimiento ante sí mismo es un indicador de la desestructuración a nivel yoico que sufren en general este tipo de cuadros clínicos. Kernberg lo expresa muy bien al hablar de difusión de identidad representada “por un concepto pobremente integrado de sí mismo, y de otros significantes. Se refleja en la experiencia subjetiva de vacío crónico, autopercepciones contradictorias…que no pueden integrarse en una forma emocionalmente significativa, y percepciones huecas, insípidas y empobrecidas de los demás” (Kernberg 1992). Ese des-envestimiento del mundo, esta falta de unidad deja a Ginebra (y en ella a todas las personas que atraviesan algo similar) ante una sensación de desarraigo que no los habilita a sentirse parte del mundo que compartimos todos. Ella misma lo reconoce desde un ejercicio intelectual que no es capaz que asimilar en el afecto, en lo más profundo y significativo: “Nunca me he sentido querida. Puedo asegurar que se han esforzado, incluso que me han querido, y que me quieren: pero no siento la autenticidad de esos sentimientos, no los hago míos, no los vivo”. Esta quizá sea una de las problemáticas más angustiantes que atraviesan este tipo de cuadros clínicos.

Ginebra, como símbolo y ejemplo nos ha ayudado a acercarnos a través de sus palabras a un mundo al que no es fácil acceder y en el que cada vez  transitan más personas. En tiempos líquidos, post-modernos en que el sostenimiento desde la estructura social es cada vez más ambiguo, los límites y las funciones menos claros, el futuro más incierto el funcionamiento limítrofe de la psique podría plantearse como una respuesta e interpelación a como deviene la subjetividad en la sociedad actual.

Límites

Desde sus orígenes, el psicoanálisis se instaló en la noción de límite al centrar su interés en las patologías histéricas de la época de Freud. Límite de la medicina y del saber de su tiempo que cultivo abriéndose a la escucha de sus pacientes, empujando nuevas áreas de conocimiento que sigue poniéndose a prueba cada día. Esta es una forma positiva de concebir el límite, de lo conocido hacia lo encubierto, hacia lo que se ha negado a vislumbrarse, que invita y reta a posar la mirada y el análisis en todo lo que nos hace y en todo lo que compartimos. Límite sin embargo y como acepción más común denota una frontera entre dos cosas, entre dos territorios.

El tema que hoy nos atañe puede ser interpretado así desde alguna perspectiva: ¿Límite entre lo neurótico y lo psicótico? ¿Entre lo intra y lo extra psíquico? ¿Entre represiones y clivajes? Si bien estas preguntas son pertinentes, tienden a ocultar un afán por nomenclaturas deterministas que explican al mundo “como es.” Rastreamos aquí herencias de un pasado positivista donde todo tiende a clasificarse, donde las piezas del rompecabezas encajan una al lado de la otra y es cuestión de ponerlas en su lugar para que cobren sentido. Esta concepción, además de brindar un status aparentemente más científico, podría tener un sentido poco enriquecedor; el de calmar ansiedades.

La clínica de los estados límites, de estos casos difíciles interpela las formas tradicionales de análisis, buscar un espacio seguro, clasificar por el mismo hecho de hacerlo, para sentir que sabemos de qué estamos hablando, limita la oportunidad que ellos nos brindan. Ir más allá, empujar los bordes de lo que conocemos y donde nos sentimos seguros para explorar en la incertidumbre a la que nos invitan estos pacientes.  Encontrar nuevos caminos, entender el tiempo que habitamos, situarnos en la incertidumbre y en lo complejo, barajar de nuevo con el bagaje personal y teórico de cada uno para acercarnos un poco más al otro lado de la frontera que siempre supone lo desconocido. Desde ese punto crear, sin pensar que ningún concepto va a agotar nada, sabiendo que cualquier construcción es finita, incompleta, manteniendo que “la cuota de enigma que la clínica necesariamente integra debe ser preservada. Los límites de los que estamos hablando, más que límites entre alteridades definidas, son zonas de pasaje no del todo determinadas, donde el enigma debe ser incluido en esa indeterminación.” (Singer 2005) No incluir este espacio de indeterminación, este enigma, no se presenta como una opción cuando conceptualizamos. La única elección posible es negarlo o no, pero siempre va a estar ahí manteniendo una función primordial; dar cabida a lo nuevo, a lo inesperado:

“Nuevamente, como fue desde sus orígenes con los casos de histeria en Freud, es el paciente quien se toma la palabra y habla con su cuerpo, para decirnos que algo distinto está ocurriendo y que el psicoanálisis debe escuchar; no solo por razones clínicas y psicopatológicas, ni tan solo por cuestiones relativas a la eficacia de la cura psicoanalítica, sino para contribuir desde su campo de experiencia a la tarea más general de todas las ciencias del hombre,  comprender la subjetividad, la historia y todo lo que nos hace humanos.” (Bilbao 2010).

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Referencias:

Alejandro Olivera

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  1. Espectacular! Sobre todo la última crítica o llamado de atención al positivismo y sus límites. Nunca perder de vista que todo son conceptos creados para entender un mundo que nos provoca ansiedad. De todas formas, no están mal en tanto se tenga en cuenta sus limitaciones, ya que de alguna manera hay que categorizar lo que pasa, para así responder.
    Buen artículo

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