WhatsApp: el doble check es dios

WhatsApp: el doble check es dios
Foto: Anton

Por Sergio Zabalza

Resulta llamativo que en el siglo de la conectividad las personas se aferren a instancias normativas tan sádicas como arbitrarias. El presente continuo al que nos somete el ciberespacio cumple con el diagnóstico que Walter Benjamin anunciaba en El narrador. Esto es: degrada el lugar del relato de boca en boca, al tiempo que exacerba la expectativa de constatación que aporta la prueba. El resultado no es otro que seres inseguros, dependientes de la verdad que aporta el referente: sea éste la foto, la hora y el día del mensaje, el mail o el llamado, en definitiva: el dato que asegure que los dichos se corresponden con los hechos. De esta manera el escamoteo del valor de la palabra genera una demanda de atención infinita. Tomemos por caso, los códigos e íconos que impone el ciberespacio.

El whatsapp es un programa gratuito de la telefonía celular que se distingue por la facilidad en el envío y recepción de mensajes, aunque no por su privacidad. El sistema deja ver si el destinatario está conectado y si recibió el mensaje, detalle que exacerba la expectativa de respuesta del emisor. Los desencuentros y amarguras suscitados entre los usuarios –las parejas, sobre todo– hicieron que la compañía responsable del servicio saliera a aclarar que el doble tilde, check, o tick en la pantalla, solo significa que el receptor ha recibido el mensaje, no que lo haya leído[1].

Cuestión que no aporta mucho, habida cuenta de que, en caso de verificarse que el usuario receptor está conectado (por más que la persona esté durmiendo), sigue en pie la torturante posibilidad de interrogarse: ¿por qué no lo ha leído?

Un video[2] que circula en la web atestigua este delirante valor de verdad que se le atribuye al doble tilde. El corto muestra a una pareja que planea su viaje de vacaciones mientras comparten un trago en un bar. Todo parece transcurrir en un tono amoroso hasta que él le recuerda a ella un mensaje no respondido la noche anterior, cuyo breve texto rezaba: “Buenas noches, mi amor”. Como si nada, ella le transmite que no lo ha recibido. El caballero insiste y como prueba menciona el doble tilde registrado en su celular junto con la hora de su último contacto.

De nada valen las palabras con que la dama intenta explicar que, a la hora del envío, ella ya estaba durmiendo. Ahora él insinúa la existencia de una tercera persona. La conversación queda entrampada en el círculo infernal de la demanda: un puro espejo de reproches que borra cualquier pliegue donde escabullirse del ansia de certeza.

Bien podríamos concluir que, a juzgar por el afán de seguridad del muy actual caballero, hoy el cinturón de castidad del medioevo son los códigos que impone el ciberespacio. No en vano, antes de que ella dé por terminada la cita –y la relación–, el macho clama: ¡el doble check es Dios!

Se trata de un claro ejemplo acerca de cómo el mandato digital expulsa ese acullico de palabras donde se refugia lo más íntimo, enigmático y femenino de una relación. No en vano, dice Lacan que “el amor no tiene nada que ver con la verdad” [3]. Saber todo del Otro es el certificado de defunción del amor.

 

La lluvia y la nube

El funcionamiento de los aparatos del ciberespacio está en lo que se denomina una “nube” (paradigma que permite ofrecer servicios y almacenar información en Internet). En un artículo publicado en el diario británico The Guardian[4], Slavoj Zizek observa que: “Para manejar una ‘nube’ se necesita un sistema de monitoreo que controle su funcionamiento, y este sistema está por definición escondido de sus usuarios. Cuanto más el pequeño item (teléfono inteligente, por ejemplo) que tengo en mi mano sea personalizable, fácil de usar, transparente en su funcionamiento, más descansará su entera organización en el trabajo hecho en otra parte, en un vasto circuito de máquinas que coordina la experiencia del usuario”[5].

Aquí están las figuras sádicas y crueles a las que el sujeto del siglo XXI se somete sin saberlo, sobornado por la ilusión de control que le vende la nube: esos espejitos de colores que aplastan al sujeto a expensas del capricho del in-dividuo. Lacan ya nos lo anticipaba cuando decía: “Pienso que en el siglo en que ustedes viven deben percatarse de eso al menos todos los días. Esta lluvia de informaciones, si cabe la expresión, en medio de las cuales puede uno asombrarse de que todavía ustedes subsistan, de que conserven vuestro sentido común (…) Es para mandar sobre nosotros, dicho de otro modo para que la punta de la nariz la siga, que toda información, en nuestra época, es vertida como tal”[6].

Hoy el sentido común; el uso público de la razón, eso que nos permite discernir entre una canallada y la supuesta defensa de la libertad está amenazado por un muy sutil mandato de goce.

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Referencias:

  1. http://www.infobae.com/2012/05/30/650661-fin-el-mito-del-doble-chequeo-whatsapp
  2. http://www.youtube.com/watch?v=D5zaF61DeJQ
  3. Jacques Lacan, El Seminario; Libro 21, “Los no incautos yerran”, clase del 18 de diciembre de 1973. Inédito
  4. The Guardian: Edward Snowden, Chelsea Manning and Julian Assange: our new heroes http://www.theguardian.com/commentisfree/2013/sep/03/snowden-manning-assange-new-heroes
  5. La traducción es mía: “To manage a cloud there needs to be a monitoring system that controls its functioning, and this system is by definition hidden from users. The more the small item (smartphone) I hold in my hand is personalised, easy to use, “transparent” in its functioning, the more the entire setup has to rely on the work being done elsewhere, in a vast circuit of machines that co-ordinate the user’s experience. The more our experience is non-alienated, spontaneous, transparent, the more it is regulated by the invisible network controlled by state agencies and large private companies that follow their secret agendas”.
  6. Jacques Lacan, El Seminario, Libro 21, “Los no incautos yerran”, clase del 15 de enero de 1971

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Fuente: Zabalza, S. (s. f.). Whatsapp: el doble check es Dios. El Sigma. Recuperado 5 de febrero de 2014, a partir de http://www.elsigma.com/columnas/whatsapp-el-doble-check-es-dios/12626

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