Cuantas veces nos comimos el cuento de besar sapos o esperar dormidas por un beso del príncipe azul.
Cuantas veces crecimos, jugando inocentes, con que el amor tiene que ser incondicional, estar frente a todo, tolerarlo todo. Que es eterno y se presenta en una sola persona.
Cuantas veces nos pintaron relaciones machistas y heterocentradas, que a pesar de no hacernos felices, tenemos el mandato de acatar.
Cuantas veces vendieron nuestra imagen y utilizaron nuestro cuerpo en pos del amor y que solo promovió desigualdad.
Cuando empezamos a confiar en que alguien más podía administrar nuestro dinero, nuestro patrimonio.
Cuando comenzamos a ver el control como cuidado y cariño hacia nuestra persona.
Cuando fue que nos excedimos en culpa que sirvió para justificar una puteada, una piña o algo más.
Cuantas veces fuimos víctimas de violencia desdibujada por falso amor.
Cuando fue el momento en que dejamos de enseñarnos lo que verdaderamente es el amor. Ese amor sano y libre, que honra la diversidad de todas las personas, de toda la raza humana. Que respeta y pone límites, que se presenta en diferentes formas, hechos y situaciones rebelándose frente a las normativas de nuestra sociedad.
En qué momento de la historia de la humanidad confundimos el amor con la violencia; no me parece una mera casualidad. Seguramente fue producto de un mecanismo de control, de un acto político, (anti) ético; seguramente fue puesto al servicio de una “mejora” social, cultural e incluso económica. Seguramente fueron y somos muchxs lxs responsables.
Claro que cargar culpas no aporta en el proceso de desnaturalización de algunas prácticas, la construcción de subjetividades saludables es un hábito a ejercitar diariamente.
La construcción del amor también empieza por la educación; por un lenguaje inclusivo por diversos finales posibles para los cuentos de hadas. Por comprender que los mandatos y mitos también se puede desafiar y que los modelos se pueden armar una y otra vez, sin tener que ser definitivos nunca. Que estamos en permanente construcción y por ende el amor también lo está.
Y a pesar de estar en permanente cambio, formándose todo el tiempo, el amor nunca es violencia; nunca es maltrato ni abuso, nunca es control, nunca son celos, nunca es asesinato. Nunca pero nunca es feminicidio.
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