Mitos y tabúes: desafíos del autoerotismo

Mitos y tabúes: desafíos del autoerotismo
Foto: Open.az

Por Paul Joannides

Desde que me encuentro dando charlas acerca de sexo en diferentes colegios, me he dado cuenta de las maneras en que los adultos jóvenes de hoy en día son diferentes de los que venían antes.

Esta es la primera generación cuya visión del mundo ha sido formada por los videos que duran menos de un minuto; consumen grandes cantidades de información, pero por lo general en ráfagas cortas que son entre cinco y 250 palabras; son los que han consumido pornografía en sus laptops y los celulares desde el liceo, y no pueden recordar un momento en que no existiera el mensaje de texto;  la calidad de la cámara en sus teléfonos es más importante que el sonido; y ¿El sexo casual? No es gran cosa. Algunos lo hacen, otros no…

Así que me pasé el último año tratando de crear un nuevo discurso que captara la atención de los estudiantes de hoy en día, de aquellos que envían mensajes de texto y revisan sus redes sociales inclusive durante conferencias y presentaciones. Con Wikipedia al alance de su mano, pensé que la última cosa que los estudiantes de hoy quieren saber de mí son las básicas acerca del sexo.

Pero ocurrió…

Hace algunas semanas, durante una clase que estaba dando con estudiantes, una chica me realizó varias preguntas, y una de dichas preguntas hacía referencia a ver si yo creía que era correcto que la mujer se masturbe.

Para mí, como educador sexual, esto era como preguntarme si yo pensaba que estaba bien que las mujeres voten. Me pasé cientos de horas tratando de crear un “discurso de vanguardia” para esta charla,  pero con esa pregunta parecía que el reloj se había ido repentinamente a 1950.

Cuando le pregunté a esa chica que es lo que podría estar mal con que una mujer se masturbe, ella respondió que muchas chicas ven a la masturbación como algo desagradable.

¿Desagradable? Cuando intenté verificar si ese pensamiento es más “común” de lo que creía, a partir de comunicarme con otros/as educadores sexuales, recibí la siguiente respuesta por correo electrónico:

 

 

“Existen muchas personas que tienen, o han tenido, sexo con múltiples compañeros/as en múltiples ocasiones y nunca han llegado a un orgasmo. Cuando pregunte si se habían masturbado alguna vez, me respondieron que no, ya que es una práctica desagradable. Ahí tenemos un problema serio… ¿cómo alguien más puede suponer que algo puede llegar a gustarte si vos, la mejor persona para el trabajo, no tiene idea?”

También me comunique con otra educadora sexual que utiliza mi libro[1] en sus cursos, y me comunicó que las mujeres jóvenes piensan que la masturbación «es verdaderamente desagradable»;  el problema no es el sexo con una pareja, sino que lo es es con la masturbación. Muchas de las mujeres jóvenes de hoy tienen relaciones sexuales, siempre y cuando involucre el uso del pene, en cualquier otro caso no, y esto implica que el uso de las propias manos o de un vibrador está condenado.

En nuestra parte del mundo, mucha gente cree que es normal que las chicas tengan sexo, entonces ¿por qué pensar que el sexo con otro tipo es correcto pero la masturbación es desagradable?

Yo culpo a la desafortunada situación de la educación sexual, que para muchos adultos jóvenes es una combinación extraña de abstinencia y porno. Para las mujeres, esto se ha traducido en una fuerte dosis de vergüenza, la cual va desde la abstinencia, mezclado con esa idea que da la pornografía que “la buena chica es aquella que se vuelve loca” (En la pornografía, el buen sexo sucede por arte de magia cada vez que un hombre aparece y se desviste).

En ninguna parte hay un término medio saludable. No ayudamos a las mujeres jóvenes a entender cómo llegar a sentirse más cómodas con su “yo sexual”. Nadie está alentando a las mujeres jóvenes a explorar sus cuerpos por su cuenta, a aprender sobre su propia respuesta sexual sin su pareja actual.

Es necesario decir que mi charla recibió algunos cambios después de este encuentro. He dejado entrever a través de ella, algunos hechos muy básicos sobre el sexo que son sorprendentemente simple. Este es uno de los retos que tenemos como educadores sexuales, movernos entre lo simple y lo complejo, de manera que funcione para los jóvenes de hoy.

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Referencias:

  1. Joannides, P. (2012). Guide to Getting It On! A Book About the Wonders of Sex (7th Edition edition). Oregon: Goofy Foot Press.

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Fuente: Joannides, P. (s. f.). Women’s Masturbation: «It’s Nasty!» Psychology Today. Recuperado 10 de abril de 2014, a partir de http://www.psychologytoday.com/blog/you-it/201401/womens-masturbation-its-nasty

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  1. Buenas, interesante el artículo. Sin embargo me gustaría compartir mi perspectiva del asunto, que en algunos sentidos difiere del planteado.
    La problemática de la sexualidad en la mujer es compleja, más allá de la pseudo-liberación sexual que hallamos en la sociedad, continúa siendo un tabú. Y la masturbación femenina en particular está envuelta por vergüenza, miedo, culpa entre otros.
    Somos herederas de los prejuicios y los decretos del patriarcado, y por ende, hemos aprendido en nuestro desarrollo no sólo una visión reducida de la sexualidad, sino que desde una perspectiva masculina, en la cual muchas veces se pretende dar significado a las situaciones vivenciadas desde ésta óptica, sin recurrir siquiera a un análisis acerca de las implicaciones que tiene ésta visión.
    No concuerdo con que las jóvenes no se masturben, puede que algunas no lo hagan, pero creo que el tabú sigue estando presente para inhabilitar el diálogo sobre esto.
    Recuerdo que cuando era adolescente muchas veces salía el tema de la sexualidad a flote, como es de esperar, y entre los varones la masturbación estaba más que asumida y eran compartidas experiencias, situaciones incómodas inclusive, o momentos en los cuales la actividad era colectiva. En el caso de las mujeres, reinaba el silencio, si algún chico nos preguntaba si nos tocábamos, nadie decía nada, aparecía indudablemente el pudor y nos defendíamos apelando a que si era realizada por otro, podía llegar a haber un disfrute, pero se evadía generalmente la respuesta, surgiendo ante el cuestionamiento el asco como defensa.
    Aunque en reuniones en las que participábamos mujeres exclusivamente podíamos abordar el tema, hablábamos de ello, pero con cierto recato. Siendo un poco más «grandes», pudimos conversarlo de forma más liberada, y me encontré con que todas habíamos hallado esa barrera para hablar en otro momento, para aceptar la autosastisfacción, que todas practicábamos pero que nos sentíamos avergonzadas o culpables de comunicar.
    Creo que es sumamante importante hablar de la masturbación y de las diferentes formas de disfrute de la sexualidad, para ir rompiendo el silencio que rodea a esta temática, para naturalizar la práctica y el diálogo sobre ésta.
    Sobre todo para poder ampliar y mejorar nuestra salud sexual, despojándonos de prejuicios que no hacen más que inhibirnos y condenarnos a un disfrute parcial ligado exclusivamente al coito.
    Así como también para empoderarnos como mujeres sobre nuestro cuerpo, nuestro disfrute, nuestro goce.

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