La transferencia en el análisis: el poder del anillo

La transferencia en el análisis: el poder del anillo
«The Lord of the Rings»(2001)

Por Marcelo Altadonna

«Todo principiante en psicoanálisis teme principalmente las dificultades que han de suscitarle la interpretación de las ocurrencias del paciente y la reproducción de lo reprimido. Pero no tarda en comprobar que tales dificultades significan muy poco en comparación de las que surgen luego en el manejo de la transferencia”.[1]

“La impotencia para sostener auténticamente una praxis, se conforma, como es corriente en la historia de los hombres, con el ejercicio de un poder”.[2]

Los analistas que supuestamente propiciamos cambios en el curso de la vida de los analizantes, en el sentido de la rectificación de las vías del deseo y del goce ¿somos héroes?

Una de las críticas de Lacan a los postfreudianos es acerca de los callejones sin salida en que se encontraron con la transferencia: proponiéndose como representantes del superyo para adoctrinar, o del ideal del yo para adecuar, o tomándola en su aspecto imaginario, etc. Es decir, haciendo uso del poder que la misma otorga.

En cierto modo la escenificación del fantasma en la transferencia es un libreto con actores y un hacerse la película, así que vayamos a ella.

El destino hizo que Frodo sea el portador del anillo, el anillo de poder, único, codiciado y temido. Habiendo tantos con cualidades heroicas le tocó a él, solo a él, y para lo cual está solo con esa carga. Pero lo más interesante es que lleva, al final, esa empresa y con éxito ¿Por qué?

Cualquiera de los otros personajes parecería más apto. Algunos son inteligentes, otros fuertes, otros mágicos; todos líderes en su raza. Sin embargo, Frodo pertenece a una raza insignificante, que nunca participó en el curso de la historia, que se interesa por menudencias: comer, beber, fumar, divertirse. Y… es el que realiza la tarea que parece imposible: llevar el anillo hasta el meollo mismo y destruirlo en el lugar donde fue forjado.

Una hipótesis sostiene la dirección de tal emprendimiento: el señor de los anillos jamás pensaría que irían a destruirlo, él sólo puede pensar al otro en el plano especular. Los que deciden el objetivo de la comunidad del anillo suponen que él piensa que ellos van a querer utilizar el poder del anillo para propio beneficio y en su contra, del mismo modo que él lo haría. Así, cuentan con alojarse en ese punto ciego del ojo que cree que todo lo ve.

El anillo que ilusoriamente podrían querer utiliza, sólo sirve a su amo, a su señor. Cualquier otro que quiera hacer uso de su poder caerá bajo el dominio del señor y será su sirviente. El anillo, casi con vida propia, intenta desesperadamente volver al dedo de su forjador, y para eso seduce al que se le acerque para que lo use, y se transforme en un usado por señor y anillo.

 

 

Todos los cercanos a Frodo se ven más o menos tentados en algún momento, el anillo promete poder. Ciega. Sin embargo, insisto, Frodo, ser insignificante, tiene éxito. ¿Por qué?

Justamente por eso.

No pretende gloria, ni poder, ni dominio, ni gobierno, ni posesiones. Eso le hace posible resistir las tentaciones que propone el anillo. Su condición de hobbitt le implica ser incauto de lo que hombres, elfos, magos y enanos codician.

No pretende ser un héroe. Otros podrán decir a posteriori que lo fue, pero no es lo que él pretende. Es más, la transferencia de ese objeto sobre él le pesa. Pero no la rechaza, ni se aprovecha de ella, sólo oficia de sostén hasta el final de la travesía.

El psicoanálisis transcurre en transferencia, la cura es en transferencia, y de la transferencia. Freud nos dice que hay un pasaje de la transferencia salvaje a la neurosis de transferencia donde se resuelve el destino pendiente.

El analista pasa a ser un portador del anillo, es el soporte de lo que se le transfiere, no lo rechaza a pesar del peso que implica. Y para llevar a buen puerto un análisis es necesaria su neutralidad que no es ninguna impostura imaginaria de seriedad o austeridad, sino el no caer en las tentaciones de usar eso que se le transfiere, llegar hasta el final de la travesía (en el caso que el analizante esté decidido) donde Ello fue forjado, y desanudarlo para un nuevo anudamiento.

Si no se es un hobbitt entre los héroes es imposible la posición de analista. Por eso ocupar ese lugar sólo lo da el propio análisis, estar curado de ser el héroe en todas sus formas. Cada transferencia y cada momento de un análisis pone a prueba a quien ocupa ese lugar de estar a su altura. Cuando no se puede sostener esta práctica, se cae en el uso del poder que otorga la transferencia, o se la rechaza. Se pone el anillo o lo abandona. El análisis se detiene o interrumpe.

En la vida del neurótico el anillo va y viene de dedo en dedo, de los otros, Otros y del propio sujeto, siendo usado constantemente. De ese modo, la guerra por la tierra media es interminable, en realidad está detenida, porque por más batallas que haya ganadas o perdidas, nada se modifica. El poder que otorga el anillo sigue circulando. Y al usarlo ya no se sabe a quién sirve.

Lacan nunca dejó de preguntarse por qué alguien quisiera ser analista y armó el dispositivo del pase, en parte, por encontrar respuesta a esa pregunta. ¿Por qué alguien quisiera ese lugar incómodo, sujeto a constantes tentaciones de poder y de ser, en el que se está completamente solo? ¿Por qué ser insignificante y no héroe, en una empresa que inevitablemente tiene un fin, un duelo, y un destierro?

Quizá así como Frodo hereda de Bilbo la responsabilidad del anillo, nosotros seamos herederos del deseo de Freud.

La pregunta sigue vigente.

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Referencias:

  1. Freud, Sigmund Observaciones sobre el amor de transferencia, Biblioteca Nueva, Barcelona, 1981.
  2. Lacan, Jaques La dirección de la cura y los principios de su poder, Siglo Veitiuno, Capital Federal, 1988.

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Fuente: Altadonna, M. (2013). El señor de los anillos (o sobre el poder y la transferencia). El Sigma. Recuperado a partir de http://www.elsigma.com/cine-y-psicoanalisis/el-senor-de-los-anillos-o-sobre-el-poder-y-la-transferencia/12576

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