Si bien los cambios históricos, sociales, culturales y tecnológicos han beneficiado el desarrollo de la humanidad y del trabajo en nuestro país y en el mundo, también han incrementado las distintas problemáticas que reafirman día a día la importancia de nuestra presencia como psicólogos en las organizaciones.
De este modo en las empresas en tanto sistemas en permanente cambio, es que se ha venido desarrollando nuestra práctica profesional y así hemos podido trascender desde un rol más distante a una implicancia mayor, desde un rol más invisible a uno más visible.
Nos encontramos con distintas ofertas de trabajo, desde nuestra participación desde un enfoque clínico en los procesos de selección por competencias, vinculados a la salud ocupacional, a los procesos de capacitación e integrando equipos inter y multidisciplinarios en muchos de los espacios laborales.
Y algo interesante es que más allá del perfil que tengamos como psicólogos en el ámbito laboral, así como con los actores institucionales que trabajemos, no encontramos con temáticas que se reiteran que refieren a lo vincular, a las dificultades en la comunicación, dificultades en la planificación, en la resolución de conflictos, dificultades para trabajar en equipo, dificultades para trabajar con los mandos medios, consumo y violencia entre los recursos humanos existentes.
El núcleo común que se desprende es el conflicto, dónde despejar el motivo del mismo habilita a su comprensión y resolución. Por otro lado nos lleva a pensar en quienes están implicados desde la cultura institucional dominante y en los distintos valores que se despliegan en las jerarquías en cuestión.
El lugar de nuestra intervención será en el marco de la comunicación y la construcción de acuerdos, pero siempre y cuando nos encontremos en óptimas condiciones para realizar la misma, ya que ni siquiera los profesionales de la salud mental quedamos exentos de no ser atrapados en instituciones disfuncionales, más aún cuando nos encontramos muchos años dedicados a un mismo lugar, una misma tarea, sin renovarnos y pensar junto a otros.
Estas temáticas que se desprenden de los procesos de cambio interpelan al Psicólogo Laboral a reflexionar e interrogarse sobre los paradigmas existentes en relación al trabajo y al hombre en su entorno y su subjetividad. Dicha subjetividad está presente al abordar la salud mental y los factores estresantes latentes, que se presentan con más frecuencia en el pedido de nuestra intervención.
¿Cuándo hablamos de salud mental a qué nos referimos?, según Blanco, Portillo y San Martín (1991) “la salud mental es la capacidad de desarrollar una perspectiva integradora de la realidad y de construir con ésta vínculos dinámicos y estables que permitan resolver las necesidades y alternativas de la vida en movimiento. Vale decir, la salud mental es la resolución favorable y constante de las contradicciones que surgen de la relación individuo- ambiente social” (1991:275). De esta definición se desprenden muchas lecturas acerca del gran desafío del hombre de mantener ese equilibrio en su ambiente de trabajo que le permita cuidar su salud mental. Nos encontramos muchas veces realizando intervenciones para encontrar el candidato ideal para un puesto, partiendo de la base que la realización de la persona y su máximo rendimiento dependen de que pueda encontrar su lugar, a partir de la ejecución de tareas de su agrado. Sin embargo, como psicólogos, cuantas veces encontramos llamados en los que se solicita nuestro perfil, pero con la finalidad de ejecutar otras funciones, y es ahí donde nos preguntamos donde queda el rol y si todos los colegas que acceden a los mismos encuentran la realización personal desde su función, remuneración, posibilidad de desplegar sus habilidades, y encontrar su lugar en la institución, su valoración, o si en verdad se está exponiendo a factores de riesgo.
Una de las grandes carencias encontradas en las organizaciones hoy en día es la dificultad de que los funcionarios se capaciten dentro o fuera de la misma; aquí, una vez más, nos encontramos pensando nuestra práctica y pensándonos a la hora de articular la educación y el trabajo que nos permite actualizarnos, crecer y construir. Tenemos que continuar negociando y reafirmando con las autoridades pertinentes que la capacitación es una inversión para la empresa y para todo el sistema.
Por otro lado vivimos en tiempos del “multiempleo”. Se ha abierto un amplio abanico en la oferta laboral que hace posible el ocupar más de un puesto de trabajo, y que a veces nos expone también a grandes “exigencias psicológicas” por la cantidad de trabajo y la disponibilidad con la que contamos para llevarlo a cabo, desde su magnitud en relación al tiempo, lo emocional puesto en juego, así como a lo transferencial que requiere de nosotros un óptimo esfuerzo para sostener al otro y promover la construcción de su destino, lo cual conspira con la amenaza de alejarnos de los espacios personales y académicos de revisión de nuestra tarea.
Así mismo, cuando nos encontramos en relación de dependencia, contamos con varios ejes de valoración que refieren al reconocimiento social, al encontrarnos trabajando para lo que estudiamos, la estima, sentirnos realizados en el desempeño de la tarea, lograr estabilidad laboral y la remuneración que nos permita vivir. Es importante tener en cuenta que están comprendidos, en los ejes mencionados, factores de riesgo de estrés, al encontrarnos con dificultades para concretar uno de ellos, ya estamos en situación de riesgo.
Si bien conocemos los trastornos generados como consecuencia de la mala organización del trabajo, como es el estrés laboral, estados depresivos, trastornos de ansiedad, acoso laboral (Mobbing), estrés postraumático, burn out y contamos con herramientas para su abordaje con otros, debemos ser muy cuidadosos de no quedar atrapados nosotros mismos cuando nos toca vivir personalmente situaciones prolongadas en el tiempo sin encontrar la salida. No olvidar que nuestras mayores amenazas son la desmotivación, la soledad y el descreimiento en el ambiente laboral que nos encontramos.
Sin embargo, el aprendizaje cooperativo que podemos llegar a desarrollar en el lugar de trabajo puede ser el motor de la motivación y permitir nuestro desarrollo personal, aunque no es fácil sostener estos procesos una vez que se logran.
En síntesis la dicotomía salud-enfermedad está presente en las organizaciones y en la relación que establece el hombre con respecto a la misma, pudiendo representar un espacio saludable o un espacio enfermo de “maltrato y violencia”.
De este modo, representa todo un desafío repensar los ambientes laborales en los cuales nos encontramos los psicólogos hoy en día trabajando, desde una mirada optimista, contribuir y participar en la elaboración de los perfiles de trabajo, agruparse con el colectivo para reivindicar los derechos como trabajadores de la salud mental, apostar a la conformación de equipos de trabajo confiables, cuidarnos para cuidar, propiciar los espacios de coordinación y coovisión, contar con un lugar físico donde posicionarnos para el trabajo y sistematizar la práctica que nos enriquece y aprendemos de cómo lo hicieron los que lo lograron.
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Referencias:
- Blanco, R., Portillo, J y San Martín, H (1991), “Teoría social de la salud”, Montevideo, Universidad de la República.
- De la Garza, E. (2000), “Teorías sobre la reestructuración productiva y América Latina”, Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México FCE.
- Houtman, I., y Kompier, M. (2007) , “Trabajo y salud mental “. Enciclopedia de salud y seguridad en el trabajo, en http://209.85.207.104/tomo 2/5.pdf;
- Schvarstein, L . (2006) “Psicología social de las organizaciones”. Paidós
- Sacristán Gimeno, J (2007) (comp) “Educar por competencias; qué hay de nuevo?”
- Schlemenson, A (1990). “La perspectiva ética en el análisis organizacional” Edit Paidós.
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