Jack Shephard: un héroe al servicio de las identificaciones

Jack Shephard: un héroe al servicio de las identificaciones
Lost (2004)

Por Adrián Tignanelli

Superman no es un héroe

Desde la creación de Superman –hacia fines de la década del 30 y principios de los 40´s– hasta nuestros días, hemos asistido a un sin fin de fenómenos que aún continúan cautivando por su carácter extraordinario: hombres que vuelan, cuerpos que resisten balas, ojos que emiten rayos x, saltos de proporciones impensadas, cuerpos elásticos, invisibles, capaces de desarrollar velocidades que ningún humano podría alcanzar; todos ellos forman parte de una extensa serie de cualidades sobrehumanas proyectadas sobre distintos personajes que vienen a encarnar algo de aquello que se sanciona como lo imposible desde las limitaciones reales del cuerpo humano. Así, Superman, Spiderman, la Mujer Maravilla, los 4 Fantásticos o Hulk, por mencionar algunos, podrían estar simbolizando una revancha para el ser humano que padece lo que Freud conceptualizó como una de las fuentes de las que proviene nuestro penar: la fragilidad del cuerpo[1].

En tiempos donde un desmedido avance tecnológico-industrial empuja a un desajuste climático global que potencia los efectos devastadores de una naturaleza cada vez menos dominable (poniendo en evidencia la fragilidad aludida), estaríamos habilitados a asociar esta situación con el hecho de que, en los últimos años, tanto las industrias cinematográficas como las más importantes cadenas mundiales de televisión, hayan retomado en sus películas y series de TV a viejos superhéroes como los mencionados (tal vez, nuestro caso más representativo sea el film Los 4 fantásticos y Silver Surfer en el que el gobierno de los EEUU pide ayuda a los cuatro superhéroes para encontrar una solución respecto de los cambios climáticos actuales). Pero, quizás, el dato más llamativo sea la masiva aceptación y fanatismo del público a nivel mundial, lo cual –y en sintonía con nuestra argumentación– podría dar cuenta de un intento por mitigar –por la vía de la identificación y la fantasía– ese sentimiento de fragilidad, hoy reforzado por la adversidad amenazante que implican nuestras circunstancias climatológicas.

Sin embargo, junto con esta vuelta eufórica de los superhéroes tradicionales, advertimos una tendencia que no se opone a la anterior pero sí, se diferencia marcadamente. Ya no se trata de fascinar con la completud de los personajes que logran alcanzar lo imposible, sino todo lo contrario: aquí, la figura del héroe –diferenciada de la del superhéroe equiparado al falo– viene a mostrarnos que la debilidad, la sencillez, la fragilidad, las limitaciones en las destrezas físicas, y hasta las lágrimas (¿Alquien vió alguna vez llorar a Batman?), también pueden ser una vía de acceso a la conquista de hazañas que, al brillar por la falta, pueden tornarse tanto o más heroicas que las de los propios superhéroes.

No faltará quien pueda objetar que, al igual que los héroes, los superhéroes también se muestran frágiles, especialmente cuando no llevan puestos sus trajes y caminan por las calles de cualquier ciudad con el peso de su propia castración, y por supuesto, tendría razón: sin ir más lejos, el hombre detrás de Batman, Bruno Díaz, presenció el asesinato de sus padres durante su infancia, una innegable impresión del horror que arrastrará por siempre; pero hay un dato que no debemos descuidar: la mayoría de los superhéroes usan trajes, capas, y sobre todo máscaras. Aquí, la identidad secreta no es más que el ocultamiento de la propia barradura, para mostrarse tan viriles como sea posible, y es allí donde ubicamos la castración como defecto a ser ocultado. En cambio, el héroe requiere exclusivamente de la falta para alcanzar su condición, y no sólo la requiere, también la exige como presencia en su aventura heroica.

En síntesis, allí donde el superhéroe salva al mundo con su potencia –con todo el peso fálico del término, en tanto él es la potencia–, el héroe debe hacerlo llevando a cuestas la evidencia de su castración.

Pero abandonemos por un momento las calles de Ciudad Gótica y tomemos el vuelo 815 de Oceanic Airlines para estrellarnos contra la isla de Lost[2], y encontrarnos con Jack Shephard, un médico que quiere ser Superman…

Tal vez, antes de desplegar las reflexiones sobre el personaje que nos convoca, sería pertinente introducir la hipótesis inicial que orientará el análisis, a saber: que a diferencia del superhéroe, el fenómeno identificatorio vinculado a la figura del héroe en el cine y en las series de TV, estaría facilitado –entre otras condiciones– por el hecho de que el espectador encuentra en el héroe cualidades propias del ser humano –sean éstas tanto limitaciones como capacidades–, con las cuales, el personaje de la obra se embarca en su aventura heroica. De esta manera, al quedar reducida la distancia entre el público y el héroe, se propicia el terreno para la emergencia de la identificación.

 

 

Jack Shephard: los cirujanos también son suturados

Un ojo se abre desesperadamente en medio de la selva. Así se inicia la serie Lost, con una escena que logra recortar el ojo de Jack, tal y como cualquier médico aísla como objeto de estudio la parte del cuerpo que constituye su especialidad. Segundos más tarde, se ve a Jack corriendo por entre la densidad de una arboleda interminable que concluye en las costas de una playa bellísima. Sin embargo, la ironía hiriente en que a veces puede incurrir la estética, le revela un panorama aterrador: las partes destrozadas del avión en el que viajaba junto a otros pasajeros se confunden con gritos desesperados de espanto, cuerpos sin vida distribuidos por la arena, y personas heridas que piden auxilio por doquier. Jack, reconocido médico especializado en cirugía medular, no duda en socorrer a un hombre atrapado entre los escombros, asistir a una joven embarazada que aguardaba temerosa en el suelo, hacer reaccionar a una señora agonizante, y finalmente, volver hacia la mujer embarazada para moverla del lugar donde se estaba derrumbando una de las alas del avión, lo que le hubiera provocado una muerte segura.

No es raro que desde el inicio el espectador se tope con la pregunta ¿qué sería de los supervivientes del vuelo 815 sin los cuidados del Dr. Shephard? Como es evidente a lo largo de la serie, Jack, asume sin vueltas el rol del líder redentor que orienta cuando existe confusión, e imparte vida allí donde sólo se espera la muerte; irónicamente, Freud comenta, a propósito del caso Schreber: ¨(…) responde a la esencia de Dios hacer milagros, pero también un médico los hace (…)¨[3]. En este sentido, el personaje de Jack aparece como centro de identificaciones en la medida en que representa una figura que logra vencer las adversidades que impone la jungla –eternamente comparables a las dificultades que ofrece cotidianamente la vida en la ciudad–, allí donde el espectador común muchas veces sólo encuentra frustración; en términos de Freud: ¨El espectador […]: querría sentir, obrar, crearlo todo a su libre albedrío; en suma, ser un héroe. Y el autor-actor del drama se lo posibilitan, permitiéndole la identificación con un héroe¨[4].

Sin embargo, por lo expuesto hasta aquí, podría decirse que Jack, al mostrarse tan fálico cuanto se lo proponga, estaría más del lado de un superhéroe sin poderes sobrenaturales que de la figura misma del héroe; al menos, es lo que podemos conjeturar sobre un exitoso médico que no sólo revierte cuadros incurables en el quirófano, sino también vence a la muerte aún en las duras condiciones que impone la selva. No obstante, la falta de Jack no tardará en presentarse –y de múltiples formas–, delatando algo del orden de su castración…

Inmediatamente después de la enorme jugada heroica más arriba descripta, será el mismo Jack quien pasará a ser, esta vez, el personaje socorrido: imposibilitado de auto suturarse una profunda herida que sangra en su espalda, desesperadamente pide auxilio a una joven mujer que pasaba caminando cerca suyo, Kate, quien accede a la súplica del médico. Ahora bien, no es casual para la serie –ni tampoco para nuestro análisis– que sea Kate la encargada de cerrar la herida de Jack: este primer acercamiento será el anticipo de un amor a través del cual Jack intentará cerrar otra herida –quizás más profunda aún– vinculada a la reciente separación de su esposa, Sarah, quien había decidido abandonarlo por su amante.

Sin embargo, la herida de Jack que peor sangra no es ninguna de las anteriores: la fracturada relación con su padre, quien a raíz de un fuerte conflicto entre ambos, decide tomar distancia de su hijo para entregarse de lleno al alcohol y concluir con su propia muerte una tendencia irremediablemente suicida, también marca algo del orden de lo irreparable para el doctor.

En conclusión, allí donde la figura del médico se inviste de un componente acentuadamente fálico, aparecen grietas que socavan cualquier ilusión de completud. Como es evidente, la decisión de Jack no es justamente reconocer su falta, sino seguir alimentando la fantasía de un médico que todo lo cura (no hace falta más que mencionar el capítulo en que Jack quiere dirigir su propia operación de apendicitis a través del reflejo de un espejo, sin ser anestesiado y contando con una facultativa idónea para tal fin). Pero, desafortunadamente para la ilusión de Jack, un médico no siempre hace milagros; y esta es la condición que lo aleja de Dios y lo acerca al espectador, quien en su identificación con el héroe puede, como Dios, crear todo a su libre albedrío.

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Referencias:

  1. Freud, S. El malestar en la cultura. En Obras Completas. Vol.XXI. Capitulo III. Amorrortu Editores. Buenos Aires, 2006. Pág. 85.
  2. Serie de TV creada por Jeffrey Lieber, J. J. Abrams y Damon Lindelof, producida por ABC Studios y Bad Robot Productions, y estrenada en EEUU el 22 de Septiembre de 2004.
  3. Freud, S. Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber). En Obras Completas. Vol XII. Punto II. Intentos de interpretación. Amorrortu Editores. Buenos Aires, 2005. Pág. 49.
  4. Freud, S. Personajes psicopáticos en el escenario. En Obras Completas. Vol VII. Amorroru Editores. Buenos Aires, 1998. Pág. 277.

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Fuente:  Tignanelli, A. (2009, Agosto 26). Jack Shephard: un héroe al servicio de las identificaciones. Recuperado desde http://www.elsigma.com/subjetividad-y-medios-de-comunicacion/jack-shephard-un-heroe-al-servicio-de-las-identificaciones/11973

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