Apuntes sobre abuso, sexualidad e infancia

Apuntes sobre abuso, sexualidad e infancia
Foto: skitterphoto.com

Por Josefina Melgar

Ya sea leyendo, escuchando historias, mirando las noticias, formándonos sobre el tema, conociendo personas que hayan atravesado estas situaciones, no podemos dejar de pensar en lo cruel que resulta, lo impactante de la vivencia, lo traumático, las huellas negativas que ha de dejar.

Este registro de horror, logramos hacerlo desde nuestro presente histórico, social y político, pero no siempre ha sido de esta forma que hemos vivido y sentido las situaciones de abuso, y particularmente de abuso sexual hacia la infancia. A través de la historia y en diversas culturas se pueden encontrar relatos o muestras de que se comienza a poner el tema en cuestión cuando la infancia pasa a ser un lugar de análisis y de derechos, en definitiva, cuando los niños y niñas pasan a ser considerados personas también.

Aun así  vivimos en un mundo muy adultocentrico, donde la medida de la verdad y las cosas la poseen los adultos, y muchas veces no todos en igualdad de condiciones, pero sobre la infancia particularmente son los adultos quienes toman decisiones y decretan, obteniendo algunas veces consecuencias positivas y algunas veces no tanto.

¿Qué pasa cuando los referentes adultos, con sus códigos y miradas, aprendizajes y formas adultas, invaden las vivencias infantiles y las tiñen de su impronta?

La infancia y sus seres como lugares de objeto de deseo

Las personas somos algunas veces objeto y otras veces sujeto del deseo de otro/a, es decir algunas veces es mi cualidad de ser quien soy con lo que la otra persona se relaciona y muchas otras lo hace con una parte de mí que le genera o conecta con sus deseos.  Demás está decir que este registro, al ser inconsciente, parte de nuestros lugares más primitivos, y que por ello nos es muy difícil separar uno de otro en el diario vivir. La infancia queda muchas veces en una situación de vulnerabilidad, aunque más bien podríamos hablar de vulneración, cuando el deseo de la adultez es lo que prima, ya que sus defensas son menos, su conocimiento y maduración es distinta, por lo cual puede ser campo fértil para el ingreso de aquello que un niño/a no elige y que puede ser perjudicial para su desarrollo.

La sexualidad infantil habla de un desarrollo psíquico y el de un aspecto de nuestra vida fundamental para nuestra relacionamiento saludable: las bases de un buen apego y en consecuencia el desarrollo de buenos vínculos, como se vive en estas etapas lo relacionado con lo afectivo, el manejo de las emociones y los significados que se absorben sobre lo sexual, son en código madurativo distinto al adulto. La sexualidad adulta persigue otros fines, está basada en otros aspectos, como lo es la genitalidad, el placer sexual, el desarrollo de un cuerpo y  una psiquis que fantasea y orienta su deseo hacia otras cosas que en la infancia no aparecen. Diciendo esto, apuntamos a repensar ciertos mitos como lo son: “fue consentido”, “vos lo buscabas, querías lo mismo que yo”, igualando el deseo de una parte a la de la otra. Así sea en personas menores de edad, el hecho de que los lugares de donde nace la acción no estén igualadas, o sea no surjan desde el deseo, ya constituye un abuso en sí.

 

 

Lucha de poderes

Tenemos tan naturalizadas las relaciones desiguales, de una parte que por naturaleza domina y otra que por naturaleza es dominada, y es ahí donde debemos cuestionar y hacer hincapié en nuestro diario accionar, tanto en esta como en tantas otras temáticas. No tendremos los mismos roles, mujeres que varones, niños y adultos, pero lo que si no perdemos por ello es la dignidad y la igualdad de oportunidades, aunque pareciera que el rol da lugares tan estancos y certeros, llenos de verdades absolutas e inamovibles, dándonos a entender que es así porque es así. Con esta mirada dejamos suceder espacios para que una parte abuse de otra, que aunque así existan consecuencias, siguen sucediendo los abusos y no se atacan las raíces de los mismos sino sus síntomas y su legado.

En los casos de abuso sexual infantil se da un abuso de poder, un adulto está por encima de un niño/a no solo por su rol, sino por su etapa evolutiva, su maduración, por conocimiento, por procesos psíquicos distintos, por tener más herramientas y procesar las vivencias desde distintos lugares.

La mayoría de abusos sexuales hacia la infancia se dan dentro del hogar, es intrafamiliar, con personas que tienen a cargo el cuidado, que conviven, comparten, brindan protección, con personas que son el sostén emocional y real de ese niño/a. Sin dudas que esto ha de dejar secuelas, el no poder procesar que es lo que ocurre, donde el sentimiento de culpa aparece, el niño o niña lo vive como algo que siente que no está bien, y ha de ser por la forma en que se plantea, en secreto, en silencio absoluto, es una acción que irrumpe en su diario vivir, que más allá de que se haga habitual, tiene un espacio y un tiempo, una resonancia emocional distinta a cuando ese adulto referente prepara el desayuno, por ejemplo. Al no poseer las herramientas necesarias para procesar estos hechos, sobreviene las conductas o procesos psíquicos que colaboran a sobreponerse: la disociación, las conductas disruptivas, los conflictos con los vínculos o lugares cotidianos. De alguna forma ha de defenderse esa psiquis.

La mayoría de los abusos sexuales lo perpetran varones, ¿será casual?, no podemos ignorar este dato, nos dice mucho. Se sigue sosteniendo el mito de que la sexualidad de los varones es impulsiva, de que no es capaz de controlarla, se utilizan fundamentos supuestamente científicos para justificar lo que es injustificable, no se atacan las bases, pareciera como si simplemente esto naciera de la nada, nada de lo que es educado es natural, es aprendido, y como lo es de una manera es pasible de ser de otra muy distinta, hasta antagónica, pero es modificable.

La mayoría de los abusos no son violaciones con penetración, porque además, ¿se entiende violación solo cuando existe penetración? Las violaciones que se cometen son los abusos, se violan los derechos, se violan los espacios, se violan los procesos, se violan los deseos. Este tema ha traído consecuencias nefastas a la hora de accionar judicialmente, ya que muchas veces se buscan síntomas de abuso solo en el cuerpo y en lo genital, como si el resto no dejara marcas, hay que rastrearlas de manera diferente, ¿nuestro coitocentrismo no nos permite ver más allá?

Sin dudas que la mayoría de las abusadas sean niñas es un mero reflejo de las violencias que el género y el sistema causan en la sociedad, derechos y vivencias vulneradas desde la infancia, meros objetos de deseos y satisfacción de otros.

En suma, tema amplio y complejo si los hay, que nos interpela como profesionales y personas de este mundo, que nos convida a constantemente desarmarnos y rearmarnos, que nos ha de llevar a buscar más y mejores soluciones, y que debemos trabajar en pos de que no suceda.

Josefina Melgar
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