“Ya no estoy en edad de aprender”

“Ya no estoy en edad de aprender”
Foto: Pixabay

Por Karina Leites

Montevideo, 14 de Mayo. En el país se celebra el día de la madre y yo aprovecho la excusa para ir a casa de mis padres y disfrutar de un rico almuerzo de mamá. Como siempre, ella me pregunta cómo van mis cosas y se interesa particularmente por el curso sobre capacitación de adultos que estoy realizando, pues a ella también le da mucha curiosidad la educación en todas sus variables. Le empiezo a comentar los distintos temas y textos que abarca mi curso, y se da el siguiente diálogo:

Yo: Justo ayer empecé a leer unos textos que hablaban de cómo aprenden los adultos, se resaltaba que el adulto, por su historia personal, suele tener más condicionamientos para aprender algo nuevo y se ve mucho más limitado por sus preconceptos. Además, el niño tiene mayor disposición a experimentar, mientras que el adulto tiene muchos más miedos.

Mamá: Sí, es así, y yo creo que la sociedad también nos excluye. Mirá, por ejemplo, yo. Cuando estaba en preparatorio comencé magisterio, pero no me gustaba y cuando estuve frente a un grupo de niños me di cuenta que no era lo mío. Pero años después, cuando ya tenía a tus hermanos, había mucha necesidad de maestros, decidí intentar de nuevo. Pero la institución me echó, yo ya no estaba para estar en un salón lleno de alumnos recién salidos del liceo; llevaba años sin estudiar formalmente, tenía casa y familia…y bueno, seguramente también influyó que a mi seguía sin apasionarme el magisterio, por lo tanto no tenía suficiente motivación para enfrentarme a todo eso.

Seguramente, así como Elena (mi mamá), muchas personas más han sentido que “ya no están en edad de ponerse a estudiar”. La pregunta que surge es: ¿quién dijo que hay una edad para estudiar? ¿Cuál es el argumento para afirmar que a cierta edad ya no se aprenden cosas nuevas?

Indudablemente, como en todo proceso de aprendizaje, influye mucho la motivación individual: la voluntad de cada persona de formarse y conocer más acerca de aquello que le interesa. Pero también es verdad que muchas instituciones no están preparadas para la formación y educación del adulto. Cuando un adulto, que ya interrumpió su trayectoria académica, intenta reinsertarse al sistema educativo se encuentra con un modelo de formación que da por sentado que el alumno tiene la misma disposición que alguien que viene de un proceso educativo continuado. Y entonces, el adulto se siente excluido e incomprendido y, si la motivación y determinación no es muy fuerte, incluso se sentirá rechazado por el sistema de formación.

Para la psicología y la biología es evidente que cada etapa de la vida tiene sus propias características y debe ser tratada de manera diferente; entonces, ¿por qué en educación y psicopedagogía no hay énfasis en la distinción en la forma de enseñar a un adolescente y a un adulto?

 

 

Niños y adolescentes tienen una predisposición mayor a experimentar y aprender nuevas cosas, y de hecho existen estudios, enciclopedias, escuelas y hasta licenciaturas que explican esto. Pero también es claro que los adultos son quienes mayor cantidad de responsabilidades tienen y, por lo tanto, deben aprender diariamente cómo sortear sus problemáticas. Como dice el dicho popular “todos los días se aprende algo”. Si hay tantas investigaciones en pedagogía y educación del niño y adolescente, ¿Por qué no hablamos tanto de educación del adulto?Niños y adolescentes tienen una predisposición mayor a experimentar y aprender nuevas cosas, y de hecho existen estudios, enciclopedias, escuelas y hasta licenciaturas que explican esto. Pero también es claro que los adultos son quienes mayor cantidad de responsabilidades tienen y, por lo tanto, deben aprender diariamente cómo sortear sus problemáticas. Como dice el dicho popular “todos los días se aprende algo”. Si hay tantas investigaciones en pedagogía y educación del niño y adolescente, ¿Por qué no hablamos tanto de educación del adulto? Sólo a modo de introducción al tema, Julio Cabrera Rodríguez[1] plantea algunas singularidades a tener en cuenta del adulto:

a- El auto concepto. Necesidad psicológica para ser auto-dirigidos, los adultos necesitan ser partícipes de su propio proceso de aprendizaje.

b- La experiencia. La experiencia acumulada sirve como recurso de aprendizaje y como referente para relacionar aprendizajes nuevos. Valiéndose de sus experiencias anteriores el participante puede explotar y/o descubrir su talento y capacidades. La orientación adulta al aprendizaje se centra en la vida; por lo tanto, lo apropiado para el aprendizaje son situaciones reales para analizarlas y vivirlas de acuerdo con su proyecto personal de vida  y las experiencias acumuladas; en estas circunstancias la formación cobra gran importancia si concuerda con sus expectativas y necesidades personales.  Unido a la experiencia, el adulto trata de conservar vivencias, conocimientos, creencias, paradigmas que les fueron útiles en un momento; pero que ya no lo son y, por lo tanto, se convierten en fuente de resistencia interna del individuo. Dadas estas circunstancias, un requisito básico para aprender es el ‘desaprendizaje’. ‘Desaprender es sencillamente eliminar lo que hemos aprendido que ya no nos sirve y dejar espacio para que lo que necesitamos aprender pueda entrar en nuestro cerebro con facilidad. Para realizar esto, el ser humano debe darse la oportunidad de verse a sí mismo como poseedor de un punto de vista sobre cualquier aspecto y desarrollar la conciencia de la existencia de muchos más puntos de vista que puedan ser tan o más válidos. Esto obviamente exige el postergar el juicio crítico, lo cual no es una costumbre arraigada en la mayoría de los adultos, mucho menos cuando estos poseen un alto nivel intelectual; pues cuanto más ha invertido en aprender cierta información, mayor compromiso existe en defender esta información ante otra nueva (…). El desaprendizaje es un eslabón ubicado entre el aprendizaje y el reaprendizaje’.

c- La prontitud en aprender. Los adultos se disponen a aprender lo que necesitan saber o poder hacer para cumplir su papel en la sociedad. Ellos miran la formación como un proceso para mejorar su capacidad de resolver problemas y afrontar el mundo actual; de esta manera pueden desarrollar modelos de conducta en situaciones dadas que le faciliten su adaptación a circunstancias particulares en las que puedan encontrarse en un momento determinado.

d- La orientación para el aprendizaje. La orientación de los adultos para el aprendizaje tiende a la búsqueda de la solución a los problemas que se le presentan en la vida real; con una perspectiva de buscar la inmediatez para la aplicación de los conocimientos adquiridos; cuyos objetivos responden a sus necesidades y expectativas. Debe adicionarse que el adulto tiene un amplio bagaje histórico, social y cultural, como ente social integrado a formas de vida determinadas; construye su propio conocimiento con ayuda del formador, quien se convierte en un facilitador del aprendizaje si tiene en cuenta que los adultos ‘trabajan, no tienen tiempo, se cansan más rápido, están más motivados, no tienen hábitos de tomar notas ni de estudio y les gusta participar’”.

En resumen, los adultos ya no disponen de 4 u 8 horas diarias para asistir a un salón y escuchar sin cuestionamientos al maestro, ya no salen de la escuela a hacer sus deberes y salir a jugar, son distintos, tiene otras características que se traducen en otras exigencias y necesidades a la hora de aprender. Simplemente eso: distintos, lo cual no quiere decir que ya no puedan aprender. Y, así como el formador de primera infancia se especializa en las características de los pequeños, los formadores de adultos deberán conocer las particularidades de la edad con la que trabajan para no expulsar a los adultos y erradicar ese falso concepto de “ya no estoy en edad de aprender”.

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Referencias:

  1. Rodriguez, Julio Cabrera. “Andragogía: ¿una discipina necesaria para la educación de directivos?”.2009.El Cid Editor

Karina Leites
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