Un anarquista en el Vilardebó. Parte I: Los hechos. ¿Quién es Pedro Rodríguez Bonaparte?

Un anarquista en el Vilardebó. Parte I: Los hechos. ¿Quién es Pedro Rodríguez Bonaparte?
Goya: «El sueño de la razón produce monstruos»

Por Fabricio Vomero

Un anarquista en el Vilardebó

En la madrugada del 3 de enero de 1927, aproximadamente a las tres de la mañana, irrumpen cuatro hombres en la panadería La Estrella del Norte, domiciliada en Benito Riquét y Concordia, en el barrio de La Teja cerca del rincón sobre el arroyo Pantanoso, propiedad de los hermanos España, y a punta de pistola casi sin mediar palabras, inician un concierto de balas y cuchilladas dentro del recinto, entre la mesa de trabajo y el horno de fondo. La escena dura apenas unos minutos. Con la misma rapidez con que aparecen en la negra noche, los asaltantes desaparecen.

El resultado final del incidente son dos hombres muertos y dos heridos graves. Estos, como pueden, se recomponen, y en un primer momento, los cuatro hombres heridos salen a la calle, aunque todo es silencio en la madrugada de una zona despoblada, logran hacerse oír, los vecinos del lugar llegan rápidamente, junto con sus familiares, a brindarles los primeros auxilios.

Esa misma noche, la policía de investigaciones de Montevideo logra dar con las primeras pistas y descubre que el hecho se inscribe en una acción de represalia gremial. Montevideo era una ciudad muy pequeña, todo era familiaridad en el ambiente de la harina. Los atacantes dejaron pistas inconcebibles, mostraban una alta improvisación, actuaron con bastante imprudencia y precipitadamente.

El grupo que esa noche asaltó la panadería estaba compuesto por Pedro Rodríguez Bonaparte, Rafael Egues, José Cúneo y Medardo Rivero, sujetos rápidamente vinculados al Sindicato Único de Panaderos, de orientación anarquista, cuya sede se encontraba en la calle Magallanes esquina La Paz.

Uno a uno, comienzan a caer en el cerco policial y se inicia la reconstrucción del hecho junto a testigos próximos para establecer la naturaleza del crimen, sus distintos momentos, su paso a paso, la reconstrucción jurídica del mismo y especialmente identificar en forma precisa las causas. La pregunta fundamental está planteada desde el primer momento: ¿qué tipo de seres humanos eran capaces de hacer cosas como aquellas?

José Cúneo declara[1] en el primer momento que, obedeciendo a instigaciones de Pedro Rodríguez Bonaparte, habían decidido “darle una paliza a unos panaderos carneros que trabajaban en la panadería La estrella del norte propiedad de Español hermanos”. También insiste en que éste mismo sujeto le insinúa la importancia de que “consiga un cuchillo”, es quién en el local del sindicato de panaderos presenta las armas, “le ordenó además conseguir un automóvil para concretar la faena”, y es quién “da la orden” de entrar, en el momento en que parecen flaquear, dónde los embriaga la duda, o un temor lógico y humano. Pedro Rodríguez Bonaparte hace entonces su primera aparición, su entrada en la escena como un sujeto que influencia a todos con el hielo afectivo que parece caracterizarlo, insinúa y ordena, enuncia con palabras fuertes o con la mirada misma, los demás como hipnotizados obedecen, es el sujeto claramente convencido, él no retrocede, él no se aminora, a él no lo toman las dudas humanas ante la muerte, es él quien los empuja.

Medardo Rivero también afirma que es Pedro Rodríguez Bonaparte quién insta a todo el grupo a ir a la panadería pero simplemente a “darle unos palos a unos carneros que trabajaban en ese comercio”. Insiste que es el mencionado sujeto quién dirige el grupo y comanda la acción, que tomaron en la madrugada el camino que conducía al Cerro, que luego descendieron en La Teja, emprendieron una marcha a pie y que todo estaba muy oscuro, que no se veía mucho y que por lo tanto costó encontrar el lugar porque nunca habían estado por allí, y que al ingresar en la espesura de la noche en la panadería, Rodríguez Bonaparte cambió al parecer la pisada, trocó la orden dada al inicio y expresó un gélido “hay que matarlos a todos los que están allí adentro”. Nadie pudo sustraerse de la imposición debido al alto el grado de convicción y severidad con que se la expresó. No había al parecer forma de oponérsele. Avanza su testimonio y la situación se agrava, es más duro, ya no habla solamente de una vulgar palizota de carácter gremial, o de rencillas menores puramente sindicales y que se arreglan con unos bofes o con unos garrotazos, la cosa es más seria, habla de que la orden es una orden de muerte, y además, para todos los presentes.

Concuerda lógicamente con la versión de los demás de que las armas las entregó Rodríguez Bonaparte y que era él quien dirigía todas las acciones.

Pedro Rodríguez Bonaparte mientras tanto, según se constata en el expediente, está un poco confundido; desde sus primeras declaraciones no recuerda muy bien lo sucedido esa noche. Dice, cuando los policías de investigaciones le interrogan, que no tiene claridad mental para recordar los episodios a los que hacen referencia pues había bebido demasiado en compañía de los susodichos, aunque reconoce honestamente que estaba presente junto a sus compañeros en la panadería cuando ocurrió el hecho. Es algo incoherente en sus testimonios, no acierta a dar respuestas convincentes, se encuentra aturdido, seguramente debido a su estrategia defensiva y quizás también, por qué no, como consecuencia del buen trato policial. Reconoce que hizo tres disparos, creyendo que los hizo al aire, pues estaba muy ebrio. Habían estado bebiendo desde la noche del 2 de enero; aunque no sabe muy bien cómo ni por qué se comienzan a dirigir hacia La Teja, en un recorrido de cabotaje por diversos recintos de venta de bebidas alcohólicas, hasta que en auto bajan en la espesura de la noche, llegan a la panadería y sucede el incidente, pero nada habría sido premeditado, dice, todo era como un juego, las cosas fueron pasando sin que nadie se lo propusiera.

Insiste en la imposibilidad de recordar detalles por el estado de ebriedad; recuerda que el arma la había traído de uno de sus viajes a Buenos Aires, era una Eibar calibre 32 de seis disparos, que, tras los incidentes, fue arrojada al arroyo Miguelete, en el camino de retorno. Luego, en la misma madrugada, regresan al punto de partida, el local sindical de los panaderos, pero la mala fortuna quiso que se encontrara cerrado y entonces el grupo se disuelve. Los recuerdos igualmente aparecen como destellos, como relámpagos de memoria.

Reconoce que pagó los 2 autos utilizados en el traslado, y que no tiene de ninguna manera el hábito de la bebida, el episodio alcohólico es puramente ocasional, fortuito. Confiesa que la noche del crimen durmió en su casa, que al saber que la policía lo buscaba decidió tomar algunos recaudos, y por ello la noche del 3 y del 4 durmió en alguna parte del Prado, de manera solitaria y hasta su captura el día 11, estuvo en lo de unos amigos, que obviamente no sabían nada de lo ocurrido y que lo reciben por pura amistad, y que de ninguna manera debían ser considerados encubridores, ya que les expresó que una momentánea desavenencia conyugal le requería el colchón de algún amigo, consuelo de una separación dolorosa.

De lo esencial de aquella fatídica noche no recuerda nada, por más que se esfuerce, las luces del recuerdo no se encienden y la amnesia, producto del periplo alcohólico, se resiste a desvanecer, cubriendo todo como una espesa niebla.

Nadie le cree de todas maneras, ni siquiera cuando insiste en que sus disparos eran puramente intimidatorios y fueron realizados al aire. Luego serán desmentidos por la ciencia, por la realidad de las pericias balísticas oportunamente solicitadas que indican que ningún orificio de bala fue encontrado en el techo del recinto, sino que todos se hallaron por debajo de una altura de dos metros.

Pedro Rodríguez Bonaparte no puede, a pesar de las “súplicas e insistencias policiales” tan conocidas por él en sus varias incursiones en las seccionales capitalinas, hacer retroceder las consecuencias inesperadas de su blackout alcohólico, inevitable resultado de su momentánea potomanía.

El Cuarteto

Juan Carlos Cúneo Funes

Es uruguayo, tiene 26 años, de estado civil soltero, se desempeña como panadero y es oriundo del departamento de Colonia. Tiene fijado su domicilio en la calle Olimar 1596. Es un sujeto de complexión fuerte, quizás resultado de un recorrido permanente por las jornadas nocturnas y trabajosas de la fabricación de pan, con 1 metro 69 de altura, cutis blanco, cabello rubio, ojos verdes, sin rastros de barba, se señala que presenta un aspecto social en la vida ordinaria de “bueno” según indica la Ficha de Filiación Policial. Es un individuo que no presenta antecedentes penales, según establecen los archivos policiales.

Declara el día 9 de enero de 1927, vestido de igual manera que el día del crimen, saco azul, pantalón oscuro, se indica además que es ropa muy gastada, una camisa crema y el detalle llamativo de usar zapatos de color amarillo. Se reconoce parte activa del plan desde el inicio mismo de las declaraciones.

Insiste en que antes de comenzar el recorrido, la noche del crimen, beben juntos en el café de Miguelete y Magallanes, junto a otros miembros de la cofradía panaderil.

Señala que Rodríguez Bonaparte comanda la gavilla y dirige las acciones: es quien dice “vamos” al entrar al local, cuando se hace necesario romper el hielo que los paraliza antes del comienzo. Declara que a Egues no lo conoce ninguno de los que participó del acto, mientras que el resto del grupo son por el contrario, personas que se frecuentan diariamente, son viejos conocidos.

Rafael Egues Egues.

Nacido en el Uruguay en la ciudad de Montevideo, tiene 34 años y es el mayor del grupo. Es casado, también panadero y vive en la calle Heredia número 8. Es por lo tanto un hombre de la zona, es quién conduce al grupo hasta la panadería, no sin embargo con algunos titubeos, ya que la zona está muy descampada y también muy oscura. No fue fácil dar con el lugar a esas horas de la noche en el Montevideo de la década del 20, y el guía, en determinado momento, pierde la orientación, no logra encontrar el sitio.

Mide 1 metro 80 de altura, es de complexión fuerte, tiene el cutis blanco, los cabellos castaños oscuros, y los ojos castaños; se destaca en la Ficha Policial, el uso de bigote y un aspecto personal de humilde.

No tiene antecedentes penales, nunca estuvo preso y ni siquiera detenido, dedicando su actividad hasta este momento a la fabricación de bizcochos y panes. Espera al trío que viene del centro en la calle Emilio Romero. Indica que Rodríguez Bonaparte lo vino a buscar para “dar una paliza a unos carneros”, que eso es todo lo que sabía al momento del encuentro.

Está encargado de la Bolsa de Trabajo de los panaderos de la zona del Paso Molino, por lo tanto es un referente gremial de la zona, es un hombre conocido del lugar, no es ningún trasnochado que encuentran en la zona de casualidad y como consecuencia del exceso de etanol. Esa noche mataba la ansiedad de la espera en la cancha de pelota del Club Fraternidad jugando unas inocentes partidas de naipes con dos personas que desconocía y de las que tampoco recuerda sus nombres. No se indica cómo iba vestido, solamente se destaca la presencia de un sombrero negro.

Al llegar, también indica que Rodríguez Bonaparte impone un lacónico “hay que matarlos”, y que él mismo, sorprendido, indicó que no iba a matar a nadie, pero fue el primero quien dijo que si no lo obedecían él los mataría, haciendo entrega de un cuchillo para realizar la faena. Bajo tal amenaza ya no fue posible retroceder, sólo le quedó el camino de la obediencia ciega o el perder la vida. Recuerda sí, que en el torbellino y la confusión, hirió a alguien con un cuchillo, mientras los demás descargaban las armas a fuego limpio.

Como último dato recuerda que el cuchillo usado por él fue arrojado por Rodríguez Bonaparte en las aguas del arroyo Miguelete, donde una dotación de Bomberos tuvo la engorrosa tarea junto a personal de la Seccional 19 y de la División de Investigaciones de buscarlo, sin la fortuna necesaria que pudiera traer a flote el metal, testigo frío de la escena trágica.

Regresa luego al centro con el resto del cuarteto al mismo bar desde donde salió el peregrinaje original, reconoce que cantaron un himno social y que en la búsqueda de encontrar cobijo nocturno, visita un altillo que no sabe de quién es ni tampoco es capaz de identificar la dirección precisa; de noche y con alcohol todo se vuelve impreciso en su recuerdo y regresa solo en un taxi a la zona de Belvedere.

Medardo Rivero Camoirano.

Tiene 25 años al ser arrestado y es oriundo del departamento de Colonia. También es soltero y panadero; está domiciliado en la calle Nueva Palmira 1577, mide 1 metro 68, es mediano, tiene el cabello castaño, el cutis blanco y los ojos castaños. Está afeitado y presenta un buen aspecto social en su vida ordinaria, según también constata la oportuna ficha policial.

Es un asiduo concurrente al local del Sindicato, allí se encuentra con Rodríguez Bonaparte. Este le reclama su presencia para dar una paliza a unos carneros, aceptando y quedándose de encontrar esa jornada a la nochecita.

A las 10 de la noche se encuentran los tres y comienza el periplo conocido.

Esa noche vestía traje azul, un sombrero claro que se extravió al abandonar la cancha de pelota por el Belvedere, y donde se encuentran con Egues, a quien también desconocían.

Señala que al principio los guió Egues, pero que en determinado momento se perdió y titubeó en el camino, dónde el propio Rodríguez Bonaparte, dando muestras de un increíble sentido de la orientación, pudo conducir al grupo en la espesura de la noche de verano hacia el lugar preciso. Insiste en que iba muy asustado y que el cenit del miedo se presentó cuando Rodríguez Bonaparte señaló el ya conocido “hay que matarlos a todos los que están allí adentro”. Quiso retroceder, pero también aquél indicó el gasto que habían hecho, que no se podía desperdiciar el dinero obrero salido de las finanzas del Sindicato, de los aportes en forma de cuota del sudor panadero. La inversión financiera lo hizo reflexionar, sembrando la duda.

A continuación Rodríguez Bonaparte le espetó un “jodido”, que al parecer tuvo el efecto motivador imprescindible, y al arreo de “vamos vamos”, los metió a todos panadería adentro. Señala también él, que sólo disparaba tiros para arriba, indicando que el arma obviamente se la dio Rodríguez Bonaparte, el domingo en el local Sindical.

Aporta un dato por demás interesante cuando se le pregunta sobre el ascendiente de Rodríguez Bonaparte sobre él y el resto del grupo que sorprende al interrogador, afirmando que “ha demostrado ser más que todos ellos y ha estado preso otras veces”.

La experiencia y la superioridad ponen a Rodríguez Bonaparte como el líder indudable del grupo, el que planifica, ordena, distribuye y tiene además el firme propósito, es el que está “convencido” y en el éxtasis del mismo, arrastra a los demás que son llevados por la fuerza de la convicción, y luego por la amenaza de muerte directa. Es claramente el que “influencia” a los otros, sometiéndolos a una fuerza inevitable.

 

 

Pedro Rodríguez Bonaparte.

Su ficha policial establece:

  • División Policía de Mdeo. Oficio N 52
    • Investigación.
      • Nacionalidad:  uruguayo                             
      • Color  de cutis:   blanco                               
      • de cabello: castaño
      • Pueblo: Treinta y Tres
      • Edad: 25 años                                                 
      • de la barba: no tiene
      • Estado Civil:  Soltero                                                
      • de ojos:castaños
      • Instrucción: Tiene
      • Domicilio:  Calle San Ramón N 40                  
      • Cara: Ovalada
      • Frente: Med. Recta.
      • Cejas: Juntas
      • Nariz: Med. Recta.
      • Boca: Pequeña
      • Labios: Gruesos
      • Orejas:  Medianas.
    • Aspecto social de la vida ordinaria.
      • Humilde
      • Señas particulares.
  • Montevideo, 10 de enero de 1927

La policía registró las marcas físicas, cada detalle de su cara queda rigurosamente fijado por escrito en el documento. Rápidamente aparece sobre la mesa el prontuario nacional de Pedro Rodríguez Bonaparte que lo ubica en la escena jurídica como un viejo conocido de los habitáculos policiales. A pesar de su corta edad, es largo el currículum y son muchos los méritos acumulados.

En el documento presentado por la oficina de Identificación Dactiloscópica, se pueden documentar cuatro identificaciones cuidadosamente registradas, que oficiarán como interesantes antecedentes.

El prontuario se inicia tempranamente, cuando Pedro Rodríguez apenas sale de la infancia. Desde la Cárcel Preventiva y Correccional, lugar en donde ingresa el 13 de enero de 1927 señalan en una breve nota:

Ampliando el oficio de esta dirección N 125 fecha de ayer cúmpleme llevar a conocimiento de U.S. que el prevenido Pedro Rodríguez Bonaparte, registra en los libros respectivos los siguientes ingresos y egresos de esta cárcel.

Primera: El 15 de agosto de 1918 por daños a disposición de Juzgado Letrado de Instrucción Primer Turno.

Salió el 21 del mismo mes y año.

Segunda: El 24 de setiembre de 1920 por heridas, a disposición del Juzgado de Tercer Turno. Salió el 1 de noviembre de 1920 por orden del mismo Juzgado.

Tercera: 26 de noviembre de 1921, por atentado, a disposición del Juzgado Letrado de Instrucción Primer Turno. Salió el 2 de julio de 1925, con destino a Penitenciaría en carácter de provisorio, estando a disposición del Juzgado Letrado del Crimen.

José Uranga

Las víctimas

Julio Balboa es el maestro panadero muerto con quien había viejas rencillas gremiales, asuntos del pasado los que se pretendían cobrar la noche del crimen. Lo encuentran los heridores en la misma mesa de trabajo, es el maestro de pala, dirige la producción. Quedan dentro del local como pruebas de los trágicos hechos, grandes manchas de sangre que se mantendrán estampadas en las fotografías. La muerte va su encuentro en el fragor del duro trabajo nocturno, cuando nada presagiaba el crimen.

Tiene 31 años, es casado y vive a sólo media cuadra de la panadería; sale maltrecho del oscuro local y consigue, pese a todo, alcanzar su casa en la huida desesperada, estando como está, seriamente herido, en la búsqueda de un auxilio que necesita y allí encuentra a su esposa quién es la primera en asistirlo. Al igual que todos los demás, es llevado al Hospital Maciel, y es donde se constata que presenta una herida de bala en la parte superior del cuerpo, sobre el costado del pecho; en el lugar de los hechos no pudo ser interrogado por pérdida de conocimiento. Se encontraba en estado de gravedad.

Es el Dr. Moureau quién lo examina apenas arriba al nosocomio, fijando la herida de bala en la región deltoide derecha, siendo muy penetrante y recomendando que el paciente sea observado. Ya dentro del hospital y recobrada la conciencia, puede prestar declaración a la policía y al juez. Llegará entonces una declaración lúcida y clara, antes de que llegue la muerte, sólo le quedan entonces apenas unas horas de vida, las heridas recibidas son finalmente mortales.

El Dr. Rinaldi operó a los dos hermanos Español pero se detuvo frente a Balboa por la naturaleza de su herida, que incluía un profundo corte en el pulmón. Encuentra además una gran cantidad de sangre en la pleura, al paciente en estado de shock, con disnea, y de pulso pequeño, irregular, incontable y con enfriamiento de las extremidades. El paciente continúa empeorando progresivamente desde el momento en que llegó, sin poder hacer nada para evitar que comience su camino indefectible hacia la muerte, progresivo y fatal. Falleció el mismo 3 de enero, cuando terminaba la jornada a las 22 horas, y en el informe de la autopsia puede leerse: pulmón perforado, pleura inundada, con hemorragia calificada de sub aguda. Se extrae asimismo una bala que se encontraba alojada en la parrilla costal izquierda y que sería entonces la causante de tal herida mortal.

Es Balboa el que posee los mayores antecedentes en el oficio ya que es un panadero experiente, es el “maestro de pala”, quién comanda el trabajo de producción del pan; es alguien que estuvo vinculado al sindicato de los panaderos anteriormente pero del cual se retiró por desavenencias, quedando en malos términos con sus compañeros y con viejos rencores no resueltos que vuelven a aflorar cuando él menos lo esperaba, cuando retornaba al oficio tras unas vacaciones.

Su esposa Emilia Fariña relata en su testimonio que hace dos años dejó de pertenecer al gremio de los panaderos, y que, renunciando transitoriamente al trabajo en el pan, experimentó un tiempo como rematador. 11 días antes del atentado regresó al oficio, a trabajar en la mencionada panadería.

La esposa también refiere que su esposo recibió, un tiempo atrás, amenazas anónimas; Luis Español indica en su declaración que Julio Balboa pertenece al sindicato patronal, pero el propio herido dice no reconocer a sus agresores.

Francisco Groba. Tenía 15 años cuando encontró la muerte. Desde la apertura de la panadería se dedicaba a cumplir la tarea de peón, actividad ejercida casi en exclusividad por quienes se inician en el rubro y el negocio, es la puerta de entrada al oficio. Lo apuñalan ferozmente, pero aun así logra salir a la calle y su hermano, que vive también por allí, logra tomarlo y le brinda los primeros auxilios el enfermero Del Río, también vecino de la zona, pero muere inexorablemente en el Hospital Maciel de graves heridas apenas al llegar. Es el primer muerto de la jornada y seguramente el que más duele pues es apenas un jovencito que seguro nada entiende ni sabe de lo que recibe, de la parte de la torta que le toca.

Presenta, según el informe respectivo, una herida de arma blanca en el vientre, gravísima y pudiendo solamente responder en forma entrecortada a la policía. La partida de defunción señalará la hora de la muerte, 03.30, o sea apenas al ser ingresado en el nosocomio, llega y muere.

Según la autopsia, presenta una herida torazo-abdominal en el lado izquierdo como consecuencia del ataque realizado con un arma blanca, con evisceración; también presenta una herida de bala en el brazo derecho, tercio superior con fractura de húmero y herida en el antebrazo. Son heridas que desde el principio se señalan como muy graves, consecuencia de los intentos de defenderse del inesperado ataque. También se indican que las meninges y la corteza cerebral están congestionadas. La herida del pulmón y la cavidad pleural es importante, presenta además graves daños en el bazo, y en la cavidad abdominal hay sangre.

En el expediente se lee que fue muerto por Egues, que después de herir a Eliseo Español toma al menor del brazo y le proporciona dos puñaladas, éste logra zafar del primer ataque y emprende la huida, corre desesperado hacia un patio, pero lo alcanza el matador y le asesta otra puñalada más. Egues parece querer asegurarse la muerte del muchacho, porque es al único que al cual corre para asestarle un golpe definitivo.

Eliseo Español y Luis Español, son dos hermanos españoles, pero están radicados desde hace quince años en el país y viven en la zona. Dicen no conocer a José España y a José Callejas, organizadores y autoridades de la Sociedad Patronal, pero si conocen a Egues pues es el encargado de la bolsa de trabajo del Paso Molino. Se tratan los cuatro que estaban trabajando en la panadería, como compañeros; Eliseo reconoce su pertenencia a esa organización, o sea a la agremiación patronal

Eliseo cae herido en la misma puerta del horno; presenta una herida de arma cortante en el costado derecho del cuerpo, a la altura de la cintura, también en la zona axilar, pero logra prestar declaración. Mientras tanto, Luis se lleva la peor parte de los hermanos, presenta heridas de arma blanca en el brazo izquierdo y una de bala que estaría indicada sólo en el informe policial, no así en el informe médico. Cuando lo atacan a balazos logra encontrar refugio pasajero debajo de la mesa de trabajo.

Los hermanos socios que comienzan su lenta recuperación, de las heridas y el susto, son atendidos por el Dr. Moureau el 31 de enero, quien señala que la inhabilitación durará 30 o 40 días más. La policía curiosamente no pregunta nada, es llamativo por cierto, por los epítetos que los asaltantes gritan al entrar en el momento mismo del ataque: “carneros, carneros de mierda”, no se preocupan por el móvil, ni por las razones, sólo quieren ordenar y disponer las primeras diligencias.

Los hermanos declaran que no tienen enemigos y desconocen con honestidad el motivo de la agresión. Dicen que se deben haber equivocado porque ellos no tienen que ver con nada, son sólo honestos hombres de trabajo, que pasan sus jornadas entre la casa y el trabajo. Eliseo indica que Egues es parecido a un almacenero de la zona, de quién después se determinará idéntica filiación; luego, fotografías en mano, reconoce a Egues como el agresor, Luis lo mismo, también reconoce la voz de Pedro Rodríguez Bonaparte. También surge en el expediente que Egues concurre al velatorio de las víctimas, como un deudo más, afligido, demostrando dolor, y en el colmo del cinismo, exponiendo un conmovedor: “¡qué barbaridad!”

Una vez comenzada la etapa carcelaria de todos ellos, todos menos Rodríguez Bonaparte se escapará en la célebre fuga del año 31. Su historia siempre es muy especial, ya que comienza muy tempranamente a manifestar comportamientos raros dentro de la cárcel lo que requiere observaciones de psiquiatras que son llamados a explicar qué sucede con el preso.

Será estudiado en su largo proceso por algunos de los psiquiatras más importantes del Uruguay de la segunda mitad del siglo XX y el análisis del material psiquiátrico que se produjo sobre su vida constituye un material de análisis muy particular, que permitirá analizar cómo pensaba la psiquiatría a las personas, cómo pensaba el comportamiento anormal y cómo causalizaba el comportamiento de los llamados enfermos mentales.

En la segunda parte de este trabajo recorreremos algunos de tales textos que se escribieron sobre él, primero en relación directa con los hechos protagonizados, y luego debido a la serie de conductas irregulares que comenzó a manifestar. Allí surgirán toda una serie de textos de psiquiatras que lo atendieron y formularon informes a pedido de la justicia y terminaron engrosando el gigantesco expediente del caso que es titulado con su nombre.

En el inicio mismo del proceso, nuestro protagonista enfrenta el primer problema acerca de su pertenencia: como enfermo pertenece al ámbito del hospital, debería entonces estar recluido allí. Como sujeto peligroso, anormal pero no enfermo, debería vivir el encierro dentro del mundo del sistema penitenciario o carcelario. El primer problema que tienen que resolver los psiquiatras es ese.

El objetivo del trabajo es responder las siguientes interrogantes: ¿cómo se transformó en el enfermo mental que todos reconocen como tal?, es decir cuáles fueron los elementos indudables de locura, cuándo aparecieron, cómo se desarrollaron y se mantuvieron. ¿Qué era un enfermo mental para aquella sociedad, y qué conductas alteradas la ponían de manifiesto? Y por último, una vez que quedó fijada la propia enfermedad mental como identidad indudable ¿qué tipo de procedimientos se le realizarán a condición de lo que era y de lo que debía ser?

Otros elementos se suman a la psicopatología, pues el factor político está en juego desde el primer momento, ya que la condición de anarquista de Pedro Rodríguez Bonaparte agrava todas sus tendencias, todo el cuadro psiquiátrico. El hecho de que los anarquistas en el mundo entero fueron rápidamente criminalizados y medicalizados fue ampliamente estudiado y existe sobre el tema una amplia bibliografía.

El anarquista, visto desde el punto de vista de la psiquiatría de la época, será evaluado principalmente considerando su cuestionamiento del principio de autoridad; que es en definitiva interrogar un punto esencial y básico en el ordenamiento de aquellas sociedades, y es el principio de sometimiento a una voluntad ajena, que funcionaba como un principio ordenador de la familia y del trabajo.

El análisis del material pericial, objetivo de este trabajo es la propuesta del capítulo dos.

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Referencias:

  1. Datos extraídos de las declaraciones presentes en el documento judicial ubicado en el Archivo General de la Nación y de la prensa montevideana de la época que cubrió el hecho desde las primeras horas hasta su cierre días después. La reconstrucción de esta trama la realizamos combinando ambas narraciones y el material escrito por la Prof. Ofelia Grezzi quien se ocupó de este caso y dejó un material escrito pero nunca publicado.

Fabricio Vomero

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2 Comments - Write a Comment

  1. Andrea Coppola Zícari
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    La narración me llevó a trasladarme en el contexto histórico de la época y las características de los personajes. También las interrogantes finales me generan expectativas de leer el capítulo 2 y además leer el análisis desde la psicopatología!!!! Felicitaciones !!!

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  2. Muy interesante y detallado.. me gustaría saber mas de esta historia..

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