Tus zonas de confort

Tus zonas de confort
Foto: kaboompics.com

Por Daniel A. Fernández

Es verdad que lo conocido, lo frecuente, nos permite cierto grado de confort. Sabemos cómo movernos en situaciones que nos son conocidas, debido a lo cual estas requieren de menor esfuerzo. De hecho, el cerebro de los seres humanos incorpora conocimiento y acumula experiencia, creando conexiones neuronales y tendiendo a utilizar aquellas conexiones ya establecidas. Lo nuevo, en cambio, genera un desafío, incomodidad, cierto desequilibrio. Parecería entonces que lo que es habitual, lo ya aprendido, lo repetido cotidianamente sin esfuerzo y el confort resultante, serían convenientes. Pero ¿es en verdad así? Por supuesto que no.

En diferentes áreas de nuestra vida puede que existan estas zonas de confort, ciertas conductas que repetimos sin siquiera tener que reparar en ellas, determinados vínculos que mantenemos sin cuestionarnos si son beneficiosos o no, actividades que día tras día llevamos a cabo prácticamente de memoria pero sin preguntarnos si en verdad deseamos realizarlas. Puede que llevemos años trabajando en un mismo empleo, años con la misma pareja, años viviendo de la misma manera. No importa si nos agrada o no. Es lo que conocemos, lo que no causa esfuerzo, aquello a lo que aprendimos a resignarnos, lo que nos asegura el confort de estar viviendo en piloto automático.

 

 

¿Qué sucedería con un actor que, por no salir de su zona de confort, siempre representara el mismo papel? Sin duda llevará a cabo ese papel a la perfección, pero estará condenado a hacer siempre el mismo personaje. Para poder crecer en su profesión, es necesario que sea versátil a la hora de representar diferentes roles. Y cada vez que intente un nuevo rol, deberá aprenderlo. Esto significa que deberá abandonar su zona de confort (el papel conocido), desafiar el desequilibrio que implica lo desconocido y reequilibrarse al asimilar un nuevo rol. Definitivamente, para poder abrirse a lo nuevo y aprender, es requisito abandonar la comodidad de lo ya conocido y arriesgarse. Y no existe posibilidad de crecimiento alguno a menos que incorporemos nuevos conocimientos. Sin embargo, de lo que estamos hablando no es solo de aprendizaje, sino incluso de mejorar en diferentes aspectos de nuestra vida. Es decir que, para poder estar mejor, muchas veces necesitamos empeorar previamente. Como diría el refrán, no es posible hacer una tortilla sin antes romper algunos huevos.

Debemos tener presente que todo aprendizaje, crecimiento, evolución, solo es posible si nos abrimos a lo nuevo. Desde luego, tendemos a movernos en zonas conocidas (confortables), por ello que todo cambio genera resistencias inconscientes. Pero dichas resistencias pueden atravesarse si nos cuestionamos acerca de cuál es el verdadero lugar que estamos ocupando y de cuál es ese otro lugar que en verdad nos gustaría ocupar. Recuerda que, en la incertidumbre de un intento por superarte, es donde reside la única posibilidad de mejorar. Como decía Albert Einstein: “No puedes hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”.

Daniel A. Fernández
Últimas entradas de Daniel A. Fernández (ver todo)

Comentarios

comentarios

Post Comment

*