Tinder: el nuevo juego de las citas

Tinder: el nuevo juego de las citas
Foto: Jan Vašek

Por Laura Stampler

La primera vez que la probé, estaba entre amigos en un tren de regreso a la ciudad de Nueva York. Con una hora por delante y una aburrida conversación, decidimos descargar una aplicación para smartphone la cual notamos que mucha gente utiliza: Tinder. De pronto, la pantalla de mi teléfono estaba llena de fotos de posibles pretendientes: holgazán resistente Kip, de 28 años, haciendo estallar el champán en la cubierta de un barco (pretencioso – deslizo hacia la izquierda); Aarón sin camisa, 31, haciendo un guiño a su reflejo (baño – espejo selfie – otra vez me desplazo a la izquierda) . Mis dedos se movían tan rápidamente que casi por error me pierdo a Pedro, 30 años, sonriendo desde la cima de la montaña (ahora me deslizo a la derecha). Pronto experimenté mi primer emocionante excitación por haber coincidido con alguno de los candidatos. En algún lugar a «7 km de distancia», a un tal Peter le gusté. Así me enganché con la aplicación.

Tinder es una aplicación de citas basado en la ubicación, la cual lleva el romance a lo más básico: los usuarios especifican su rango preferido de edad y la proximidad, se muestran fotografías de parejas potenciales cercanas correspondientes a su elección junto con una información muy básica importada desde Facebook. Los usuarios pueden deslizar a la derecha buscando «similares» o hacia la izquierda para «decir no». Existe la oportunidad que entre dos personas aparezca una coincidencia, dando la opción de “enviar un mensaje” o “seguir jugando”.

Es una de las nuevas aplicaciones de citas móvil, basado en un sistema de juicios rápidos que funcionan como una especie de juego. A los 26 años me encuentro justo en el medio de la tanda demográfica que este tipo de empresas intentan alcanzar. Somos los jóvenes del milenio, ambiciosos y multitarea, que viven de mala gana y obsesionados con distracciones digitales. Esto es, a la vez, verdadero y excesivamente simplista. Estas aplicaciones juegan con los estereotipos y al mismo tiempo los perpetúan. Porque, incluso, si normalmente nos casamos tres o cuatro años más tarde que la generación X, todavía -con el tiempo- queremos amor, y es demasiado pronto para saber si este mundo de las aplicaciones de citas hará más facil encontrar dicho amor, o simplemente nos dejan atrapados en un nuevo tipo de coqueteo en el limbo del ciberespacio.

Antiguo juego, nuevas reglas

Las citas siempre ha sido algo así como un juego, pero ahora está integrado en un dispositivo que llevamos y chequeamos unas 150 veces al día.

Sitios de citas tradicionales como eHarmony y Match.com fueron diseñados para reducir un flujo interminable de concidencias a una sola, la cual nos permita salir del juego. Pero muchas de las nuevas aplicaciones destinadas a un público más joven se deleitan en la amplia variedad de candidatos. Sus creadores han desarrollado adictivamente las interfaces para mantener su base de usuarios constantemente estimulada, comprometida y conectada. Los perfiles son tan fáciles de crear como de desechar. Es como un Grand Theft Auto pero para las hormonas.

Tinder, incluso, toma sus señales visuales de un juego clásico: las fotos del perfil que se muestran en la aplicación se modelaron en base a cuando se barajan las cartas. «Cuando tenemos una pila de cartas…”, dice Sean Rad, co -fundador de la compañía con sede en Los Ángeles, “el impulso natural es interactuar con ellas”. » El movimiento de deslizar es lo que hace de Tinder una aplicación adictiva, algo ya popular en los juegos móviles como Candy Crush, haciendo que los usuarios jueguen sin pensar mucho acerca del siguiente movimiento» dice Sebastián Knutsson, director creativo de Candy Crush. «Eso es también lo que ofrece Tinder. Sin pensarlo, deslizarse a través de cientos de imágenes es un hábito difícil de romper, ya sea con iconos de dulces o personas”

Tinder planea no revelar el número total de usuarios, aunque el co-fundador Justin Mateen dice que se han sumado más de 1 millón de personas en los EE.UU en los últimos 60 días. En todo el mundo, los usuarios -la mayoría de los cuales tienen entre 18 y 24 años- chequean, en total, unos 500 millones de veces al día la aplicación, porcentaje que se mantiene de manera bastante equitativa entre hombres y mujeres, según la compañía.

Mientras Tinder se ha popularizado como una de las más grandes aplicaciones de citas, la tendencia comenzó en 2008 con Grindr, una aplicación basada en la ubicación destinada a hombres gay. Un informe del Centro de Investigación Pew encontró que 1 de cada 10 estadounidenses ha utilizado un sitio de citas o una aplicación, por dicha razón, hay nuevas empresas proliferando para satisfacer esta demanda. Hinge, lanzada hace un año, ofrece un número más limitado de opciones que se muestran diariamente. Los usuarios reciben entre 5 y 15 candidatos/as por día. «La cuenta regresiva crea un disparador en la mente de la gente», dice Justin McLeod, fundador de la compañía y CEO; atribuye la popularidad de la aplicación de la misma forma que lo hace el juego Farmville, con una constancia donde «si no riega las plantas a los 3 días van a morir», dice.

Viéndolo como un juego, la aplicación nos permite a los usuarios adivinar a quiénes de las opciones les gusta nuestra foto de perfil. Si adivina correctamente será recompensado con la opción de conectarse. Zoosk, un sitio de citas online, ha incorporado el uso de una moneda digital, regalos, recompensas y cuentas regresivas para mantener a los usuarios conectados. Este servicio, que ya tiene 6 años, posee 25 millones de usuarios, y su aplicación es siempre una de los 20 más utilizadas iTunes.

 

 

Los juegos dentro del juego

Continué navegando en Tinder durante aquel viaje en tren, en principio porque estoy soltera y en búsqueda, pero también porque estas aplicaciones son la fantasía de los jóvenes de hoy: conexiones instantáneas, nuevos amigos, constantes afirmaciones, el rechazo es conveniente (y rápidamente) erradicado, porque uno ve solo con quien es compatible, y son tantos, que se deja de tomar en cuenta aquellos perfiles que no se interesan de forma recíproca en uno. En verdad no importa si el golpe de endorfina viene por el afán de salir con alguien que posea gustos en común, o simplemente por haber ganado un “me gusta”.

Esto es, aparentemente, normal. Catalina Toma, profesora de comunicación de la Universidad de Wisconsin y experta en los aspectos sociales y psicológicos de las citas online, explica este componente adictivo como lo que los psicólogos llaman “condicionamiento operante”: “obtienes un premio en un universo variable, sin saber cuando va a ocurrir. Es como jugar con un tragamonedas. Sigues intentando, dónde a veces ganamos y a veces no. El hecho de que tu comportamiento tenga un premio muchas veces incentiva a continuar jugando porque crees que va a llegar en algún momento”.

No todos los usuarios, sin embargo, se engancha con la idea de encontrar el amor. Por ejemplo, un usuario de Tinder conformó una cadena de mensajes con sus amigos donde comparten imagenes de chicas en Tinder, como si fuera el “chiste gráfico” del momento. Eso dio lugar a un blog en Tumblr dedicado a subir fotos de mujeres de Tinder con bigotes falsos. Jush Dublin, de 19 años, estudiante de 2do año en la Universidad de Washington en St. Louis, dijo que él y sus amigos usan la aplicación para realizar apuestas: ver quien es el primero en enganchar a una chica por Tinder, a conseguir fotos de las chicas sin ropa, entre otras.

Inclusive algunos usuarios han convertido Tinder en otro tipo de pasatiempo: un juego que involucre alcohol. Un viernes en Enero, 11 mujeres de 20 años se juntaron alrededor de una larga mesa en un bar de Brooklyn para jugar. En primera instancia, parecía muy antisocial: una cantidad de personas sumergidas en sus teléfonos navegando por la aplicación. De pronto, una de las participantes alzó su teléfono al aire anunciando que había encontrado a un chico posando con una chica sin identificar en su perfil de Tinder, “chica en foto sin aclarar si es su hermana: ¡Trago!”. Entre aplausos y gritos, el juego se fue volviendo cada vez más ruidoso mientras otra de las participantes imponía más reglas para continuar tomando. Seis chicas encontraron fotos de otras chicas con el rapero Drake, otra llegó con una foto de unos chicos posando con tigres sedados, entre otros. Una de las participantes declaró que a su pareja no le importaba ya que es simplemente un juego para beber.

¿Demasiados peces en el agua?

La mayoría de las chicas que conozco, lo admitan o no, se acercan a estas aplicaciones con la esperanza de encontrar a ese alguien que sea más que una simple coincidencia. Kate Vidmar, de 26 años, dijo que la aplicación le permitió a ella encontrar a una chica con la cual salir sin las presiones de saber, o no, si la chica era gay. “Yo no pretendo encontrar el amor de mi vida en Tinder”, dijo Meagan Firedman de 29 años, “pero quien sabe? tal vez”.

De hecho, el deslizarse por la aplicación como entretenimiento es desgastante. Por más que me gusta jugar, y más allá de que haya tenido más de 100 conexiones desde la primera vez que utilicé Tinder, me he dado cuenta de que si alguien está ganando, ciertamente no soy yo. Decidí dejar de gastar todo mi tiempo en “oportunidades”, escapar de la virtualidad y comenzar a salir. O sea, dije que SI a la primer persona que me invitó a conocernos.

Cuando Alex se presentó en el lugar noté que lo hizo 20 minutos tarde y con 20 kilos más que los de su foto de Tinder. Aún así, mantuve la esperanza y comencé a charlar. Pero cuando me dijo que él era un “chef freelance”, o sea, “mozo desocupado”, me di cuenta que eso no iba de la forma que esperaba. Dividimos la cuenta y finalmente nos despedimos con un abrazo bastante incómodo.

No se porque estoy tan decepcionada. Esa no fue ni mi primera, ni mi peor, mala cita. Tal vez fue el juego en sí: si bien cualquiera en Tinder tiene coincidencias, a mi me tocó 111 de ellas para alcanzar a una cita en el mundo real.

Lo que entendí fue que el abrumador número de románticas posibilidad que una aplicación como Tinder ofrece, dificulta o demora la decisión de llegar a coordinar una cita real. “No hay duda sobre ello”, dice Helen Fisher, antropóloga de la Universidad de Rutgers, “cuanto más oportunidades tengas, es menos probables que conozcas a alguna de ellas”.

Las nuevas aplicaciones de citas tienen paralelismos con aquel famoso estudio en el cual varios investigadores establecieron dos tipos de tiendas de venta de comestibles, donde una de ella tenía 24 tipos diferentes de mermelada, mientras que la segunda tienda solo tenía seis. Sólo el 3% de los compradores llegó a comprar una mermelada cuando se enfrentaron a dos docenas de opciones, pero si lo hizo el 30% cuando tuvieron menos posibilidad de elección.

Pero Fisher no excluye la capacidad de estas aplicaciones para ayudar a la gente a encontrar el amor. La selección de imágenes puede indicar mucho sobre una persona, y la atracción física siempre ha sido un factor determinante clave.

La esperanza es alimentada por historias de encuentros reales realizadas a través de la aplicación, lo cual no dejan de ser la excepción. Christopher y Janie George tuvieron su primera cita luego de encontrarse por Tinder. Janie, de 19 años, lo invitó a acompañarla al torneo de baloncesto de la NCAA utilizando entradas que había recibido de un conocido diferente de Tinder. «Lo primero que su papá dijo fue: tú no eres uno de esos chicos Tinder, no?”; Christopher, de 26 años, recuerda. «Sólo le dije que no”. También recuerda haber dejado en claro ser un “chico Tinder” solo antes de caminar hacia el altar con Janie un año después.

La realidad es que no estoy segura de poder volver a las “citas analógica”. Yo uso Netflix que me sugiere peliculas, y Pandora que hace lo mismo con la música. Mi teléfono y sus aplicaciones son el centro de mi vida. Seguiré utilizando estos servicios.

Lo frustrante es que, a veces, funciona. A veces uno tiene una experiencia en la vida real que hace que todo valga la pena. Mi primera cita en Hinge me llevó de paseo por el ferry de Staten Island. Estábamos absortos con la vista de la Estatua de la Libertad, mientras que el resto de los pasajeros lo estaban con sus teléfonos jugando al Candy Crash. Antes de que la cita terminara, hicimos planes para reunirnos de nuevo. Se haya acabado o no el juego, por lo menos yo estoy disfrutando esta vuelta.

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Fuente: Stampler, L. (2014, Febrero). The New Dating Game. Recuperado desde http://time.com/4799/the-new-dating-game/

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