Reflexiones sobre el machismo

Reflexiones sobre el machismo
Ilustración: Laura Sandoval

Por Fernando Sorrenti

Aquel mediodía cálido, abrimos las ventanas para hacer más llevadero el almuerzo en el comedor de la empresa. En un momento, mi mirada se fue con aquella manada de autos que transitan de continuo por esa calle con pretensiones de avenida.

-“¡Perra, perra!”- Gritó uno de mis jóvenes compañeros por la ventana.

-“¿A quién le gritas?”- Pregunté sorprendido. Sus gritos me habían devuelto a la realidad.

-“¡A esa mina que va ahí. Es una perra!”- Me decía, al tiempo que señalaba a una joven mujer subiendo el odioso repecho de la calle Cuareim.

-“¿Por qué le decís perra?”- Le cuestioné.

-“Porque todas son unas perras.”- Sentenció soberbio.

-“Mira que también tú mamá y tú hermana son mujeres.”- Le contesté serio.

El me miró sorprendido, en algún lugar de su cabeza acuso el golpe, quedo un momento en silencio, revolviendo tal vez entre sus cajones mentales una respuesta. Un ademán violento de su brazo como quien tira algo hacia atrás, fue su respuesta acompañada de una queja: -“¡Vos siempre con esas cuestiones!”

Aún me resuenan esas palabras impregnadas de un sentimiento despectivo hacia una mujer.

Uno puede equivocarse en su percepción de que la violencia de género es algo que aparece en los titulares de las noticias en su manifestación más brutal que poco o nada tiene que ver con uno, superado total.

También es violento ese piropo que humilla y lástima, como lo es decirle “nenita” a un niño cuando llora.

 

 

El machismo nos atraviesa a todos en mayor o menor medida, lo vemos en la vida cotidiana a través de un chiste tonto, una opinión al pasar y hasta una actitud que pasan desapercibidas.

Machismo, es cuando una noticia dice: Dos chicas «solas», cómo si ir sola habilitara a los hombres a hacerles algo.

Machismo, es cuando una empresa -queriendo cambiar su imagen- solo piensan en uniformes para el personal femenino.

Machismo, es hacer sentir a una mujer sin pareja que está incompleta.

Machismo, es creer que a la mujer sola tiene que «cuidar» como si no se pudiera cuidar sola y necesitara de un hombre para eso.

La batalla para vencer a este monstruo que se pasea impune por nuestra sociedad, debe librarse en nosotros mismos, demoliendo edificios de prejuicios discriminatorios, desmantelando modelos de género falsos que nos inculcaron como un dogma de fe.

Como también educar, educar y educar, no basta con dejarle todo a los maestros, hay valores que solo en la familia se aprende, como el respeto, la solidaridad y el amor.

No es una tarea solo de las mujeres, sino un compromiso de todos los que queremos una sociedad más justa y mejor.

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Nota: Gracias Marie, por tus conversaciones que me enriquecen y me inspiran.

Fernando Sorrenti
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