Parejas, redes sociales y nuevas tecnologías: entre la realidad real y la realidad virtual

Foto: Pexels
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Por Cecilia Del Pino

Escribir este trabajo fue una manera de aproximarme a un tema que innegablemente requiere ser pensado y conceptualizado.

El título del trabajo sugiere que nos movemos en dos planos de existencia diferentes, si bien ambos confluyen en uno, que en definitiva es nuestra vida, las dos dimensiones: real y virtual están bien diferenciadas.

Una de ellas es tan antigua como la existencia misma, otra sin embargo existe hace apenas décadas.

Los modos en que nos relacionamos con la realidad virtual, nos cuestionan en las prácticas y exigen que podamos dar cuenta a nivel conceptual de las producciones subjetivas que resultan de la interacción de los sujetos con las redes sociales y las nuevas tecnologías en general.

Hasta hace poco tiempo, nuestro cuerpo, nuestra corporeidad, era la vía privilegiada de interacción con un otro. Con ello fuimos produciendo un cierto Estatuto de lo Real.

Me refiero a lo real como todo aquello que puede ser comprobado de forma tangible, existe porque ocurre efectivamente en un tiempo-espacio determinado, en un tiempo reloj más precisamente, que puede ser medido y de alguna forma materializado.

Lo que está por fuera de este modo de vincularnos con el mundo es Otra Cosa, es lo No real, es, en este caso lo virtual, forma parte de la realidad, pero no es tan real como lo real.

El plano virtual por su parte, abre nuevos campos de lo posible, con nuevas temporalidades que por su fluidez misma, por su velocidad genera inevitablemente la anomia de los fenómenos que concibe.

Esto le confiere una existencia marginal en tanto no puede ser capturada fácilmente para su estudio o conceptualización, al menos no puede ser capturada de la misma manera que históricamente venimos haciendo con las más variadas producciones y experiencias provenientes de la vieja, querida y
porqué no tranquilizadora realidad real.

Las redes sociales permiten habitar infinitos Yoes. Sin embargo, mientras una parte nuestra se acopla ávida y casi “naturalmente” a las tecnologías que rápidamente incorporamos a nuestra cotidianeidad, otra parte queda prisionera del estatuto de lo real socialmente legitimado.

Considero que venimos presentando dificultades para asimilar como propio el producto proveniente de la relación de nuestra existencia con el plano virtual.

Desde el psicoanálisis vincular, decimos que el vínculo puede establecerse únicamente en presencia y un aspecto que tendríamos que revisar tiene que ver justamente con qué es presencia.

Los efectos de presencia, en la actualidad advienen por diferentes vías, y sería ingenuo seguir concibiendo el cara a cara o el face to face, como la única forma de presencia posible. De lo contrario estaríamos negando uno de los planos a partir del cual ejercemos nuestra existencia.

Parejas, Virtualidad e Ilusión de Control

Cuando se trata de vínculos de pareja, las redes sociales configuran un campo propio, un entramado particular que pone en juego elementos del orden de la fidelidad, la confianza, la obscenidad, la traición entre otros.

Las redes sociales, entre otras cosas, han inaugurado nuevas modalidades de demostrar amor, fidelidad y grado de compromiso. Así es, que al día de hoy, una de las demostraciones de amor más demandada, a la vez que más ofrecida, puede ser la contraseña del facebook o de la red social de turno.

La declaración de amor diría “Por ti renuncio a mi privacidad. Te obsequio el control de mi intimidad”.

Con las redes sociales la ajenidad del otro emerge con mayor frecuencia, aparece descarnada, lo cual dificulta el velamiento necesario capaz de viabilizar y sostener el vínculo: “Si reina la ajenidad, nos topamos con la hegemonía de la imposibilidad vincular – con su correlato de la caída de la ilusión- y su efecto de déficit de lo simbólico y lo imaginario, vale decir, de la semejanza y de la alteridad.” (Gomel, S. y Matus. S, 2011, p.71).

Cuando la ajenidad desborda por el carácter masivo con que se expresa, hay que aferrarse a una nueva ilusión: la ilusión de control.

De esta manera se busca minimizar o encontrar una vía de escape a la angustia que provoca lo desconocido del otro.

Expiar su “privacidad” a voluntad, opera como garantía, en el entendido que si nada inesperado aparece en su perfil, en su estado, en fin, en su biografía, no existe amenaza. La representación que tengo del otro parece seguir en perfecta consonancia con su actividad virtual, lo cual genera un efecto tranquilizador.

Por otra parte, este mecanismo de control, al servicio de la evitación del sufrimiento vincular tiene sus limitaciones claro está. La llamada vida virtual, a diferencia de la vida real, admite múltiples temporalidades.

En la virtualidad importa más lo que el otro dice que es, que quién es en realidad, mas allá de que el vínculo pueda estar sostenido o no por la posibilidad de conocerse de forma no virtual.

Sin embargo, no por decir cosas que no son, una persona deja de ser quién es, los recursos para imaginar, crear, fantasear, incluso para mentir e inventar, son inmanentes a la existencia singular.

Es frecuente escuchar en la consulta relatos como los siguientes: “encontré que tenía otra cuenta en facebook, se estaba haciendo pasar por otra persona, y hablaba con mujeres”, “le encontré conversaciones donde tenía sexo virtual, algunas veces era hombre pero otras mujer”, “No me banco que esos tipos comenten las fotos en las que aparece”.

Esto por un lado nos introduce en el tema de la infidelidad, pero además en una modalidad relativamente reciente de lo humano, donde se establecen auténticas relaciones y/o vínculos cuya durabilidad puede ser extendida o fugaz y condecir más o menos con la realidad real.

No por ello, estos encuentros generan menos efectos de subjetividad, capaces de transversalizar a los habitantes del vínculo.

 

 

Infidelidades y el Problema de la Presencia

Podemos pensar la infidelidad como infidelidades, ya que existen tantas modalidades de concebir la infidelidad como vínculos de pareja.

De manera que algunas parejas entienden las relaciones virtuales con terceros como infidelidad y otras reservan este concepto únicamente para las relaciones con terceros ejercidas en presencia real. Las parejas swingers admiten el encuentro o la participación de terceros, siempre y cuando la pareja formeparte activamente de ese tiempo-espacio. El encuentro a solas con un tercero, y/o sin previo consentimiento de la pareja, en este caso implicaría infidelidad.

Y así las variables y matices de la infidelidad son infinitas y se ponen en juego estrictamente en el plano de la singularidad de cada vínculo. De lo cual se sobreentiende, que incluso para un mismo sujeto, la noción de fidelidad se modificará en el hacer, en cada vínculo de pareja que habite, generando nuevas huellas de subjetividad.

Las redes sociales complejizan aún más el campo de las infidelidades, en la medida que traen aparejadas variables adicionales que se entrelazan a su vez con el problema de la presencia.

La presencia del otro, es menester para que se dé el acontecer vincular, sin embargo el concepto ha estado vinculado casi exclusivamente al tiempo-espacio real compartido simultáneamente.

En este sentido disiento con Gáspari cuando plantea la proxemia como condición material del acontecer vincular. Al respecto conceptualiza:

Una condición “material”, entonces, de producción de un vínculo es la proxemia. La proximidad entre los habitantes de un vínculo y sus vicisitudes relativas a la voz, la mirada, el tono muscular. La mirada o, mejor, la modalidad de la mirada de uno sobre otro: puede habilitar, encantar, hipnotizar, facilitar, obturar, mandar, aterrorizar. Lo mismo podrá decirse del tono de voz, de los movimientos de aproximación y distancia, del contacto; no en su sentido mecánico sino en su condición amenazante o auspiciosa. (2011, p. 191)

A mi entender, como venía anticipando, es necesario pensar y conceptualizar acerca de las nuevas modalidades de presencia inherentes a la virtualidad, de lo contrario estaremos negando una de las realidades que habitamos, en un como si de la no existencia de la misma.

De manera que la condición para que se produzca un vínculo, no estará ligada necesariamente a la presencia real del otro, ni a la mirada, ni a la voz, ni al contacto; sino a la trama subjetivante que se produce en el entre, capaz de operar fundacionalmente, modificando a los habitantes del vínculo, en tanto genera una nueva marca o huella que se impone en su dimensión vinculizante.

Algunas Conclusiones y Desafíos

Seguramente si pudiésemos comparar el mismo acontecer vincular a la luz de la presencia real en primera instancia y luego el mismo vínculo (que no sería el mismo) fundado en la presencia virtual o viceversa, nos encontraríamos con entramados vinculares totalmente diferentes.

Incluso, dentro de las posibilidades de presencia virtual existen variables significativas que influirán en el encuentro. Así es que, utilizando aplicaciones de video llamada por ejemplo, la gestualidad está puesta en escena, al menos en gran medida, mientras que por medio de un chat queda totalmente excluida y/o librada a la interpretación.

La exigencia de trabajo vincular en el marco de la presencia virtual suele ser menor en relación a la presencia real y varía de acuerdo al medio virtual utilizado.

El anonimato, así como la posibilidad de cortar abruptamente la comunicación y “desaparecer” en la virtualidad, sin necesidad de dar explicaciones, vehiculiza interacciones que de otro modo no se hubieran puesto en marcha.

Legitimar las producciones vinculares gestadas en la realidad virtual, desnaturalizando el estatuto de lo real ligado a lo físico o corporal, e incluirlas no como deformación de lo preexistente, sino a partir de su existencia singular, nos abstiene de realizar intervenciones “normalizadoras” y por ende violentas.

Cecilia Del Pino

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