Olvidar el olvido: cuando las máquinas se apropian de tu memoria

Olvidar el olvido: cuando las máquinas se apropian de tu memoria
«Eternal Sunshine of the Spotless Mind» (2004)

Por Natxo Medina

Hay experiencias que se te quedan dentro. Pese a que nuestra atención esté cada vez más destrozada, romper con tu pareja, cambiar de ciudad, perder a un ser querido o partir peras con una amistad son hechos siempre traumáticos. Y todos tienen que ver con la memoria y con nuestra necesidad de olvidar.

Sin embargo, hoy vivimos conectados a un entorno digital envolvente, dentro del cual la idea misma de tiempo está siendo abolida. La misma noción de pasado se vuelve difusa y todo lo que fue parece estar a nuestro lado siempre. Ahora que Internet nos acerca más que nunca a nuestro pasado, ¿qué consecuencias tiene el hecho de que olvidar sea cada vez más difícil?

#AmorEterno

En su cuento «El Continuo de Gernsback», William Gibson narra la historia de un fotógrafo británico que durante un encargo en Estados Unidos empieza a tener visiones de mundos retrofuturistas. De pronto se encuentra dentro del futuro que habían imaginado las revistas del pasado. Para él, todos los tiempos forman parte de la misma realidad. Incluso los imaginarios.

En un lúcido artículo, la artista Claire L. Evans explica cómo en realidad lo que le sucede al protagonista del cuento es la realidad más común hoy. Dado que cada vez más elementos de lo real tienen su equivalente digital, nuestra experiencia cotidiana tiende a acumularse progresivamente en varias capas, como una confusa lasaña binaria. Esto tiene efectos en nuestra manera de relacionarnos con el entorno y con los demás.

Evans afirma que “en cierto modo, hoy cada relación existe en dos niveles. Igual que los lugares físicos tienen una capa de geolocalización superpuesta, toda relación arroja una sombra digital, y dependiendo de los individuos implicados, puede alargarse mucho más que las personas que la provocan”.

Estamos enganchados a ciertos poderes que nos proporcionan nuestros avatares virtuales. Por ejemplo, ser ubicuos, mutantes e inmortales.

Durante una relación larga se acumulan cientos de mails, fotografías, whatsapps o registros de chat. Cuando la relación se rompe, todo ese material queda como testimonio de lo que fue. Pero este es un archivo sin barreras físicas ni temporales, que existe siempre en el presente. Podemos echar siempre mano de él y revivir momentos una y otra vez, un fenómeno que se añade a nuestra presencia constante en las redes sociales.

Así, nos encontramos espiando en Facebook la actividad de nuestros amores pasados mientras usamos Tinder para ver si cazamos una nueva presa, releemos los mails que nos mandábamos con “esa” persona y comentamos en Twitter las actividades de nuestra red de contactos… Es fácil caer en lo que el psicólogo Kenneth Gergen llamó «saturación social»: la sensación que tenemos a veces de estar siempre expuestos, siempre lanzados al escrutinio de los demás a la vez que juzgándoles.

A partir de ahí entramos en bucle, atrapados en un conflicto entre todos los modos del ser, el estar y el sentir. Como el Mr. Scrooge de «Cuento de Navidad», acabamos acechados por los fantasmas de relaciones que no somos capaz de dejar atrás.

A no ser que hagamos el ejercicio consciente de desconectar.

Pero, ¿cómo hacerlo? Porque aquí no sólo nos puede la ansiedad de estar siempre disponible y siempre buscando. También estamos enganchados a ciertos poderes que nos proporciona existir a través de nuestros avatares virtuales. Como por ejemplo, ser ubícuo, mutante e inmortal.

Morir (o no)

Eurídice Cabañes, pensadora especialista en filosofía de la tecnología, afirma que “como avatar, ya no eres tu cuerpo, sino tus representaciones”. Gracias a nuestra presencia en las redes, somos capaces de transgredir cierta limitaciones del cuerpo y la mente. Ser infinitos dentro de Matrix. “Digamos que [los avatares] cubren varias necesidades humanas básicas, la de la sociabilidad, la de la libertad, la de la experimentación, e incluso el empoderamiento y el placer”, continúa.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando ese avatar eterno se enfrenta con la más terrible de todas las brechas con la realidad? ¿Qué pasa cuando alguien muere?

En la segunda temporada de Black Mirror, una mujer que pierde a su marido en un accidente de tráfico tiene la oportunidad de revivirlo a través de una recreación virtual, que toma como referencia su vida pasada en las redes sociales. Parece que esto mismo pronto será posible en la vida real a través de proyectos como vivireternamente.org o eterni.me.

En el caso de Black Mirror, la mujer protagonista reacciona a este servicio detestando la creación de ese monstruo que es su marido pero en realidad no lo es. Pero ante un problema tan complejo como este, los análisis precipitados no valen: seguramente, habría tantas experiencias como personas y tal vez haya quien encuentre estos servicios útiles.

Sin embargo, sí que es cierto que la sociedad contemporánea parece haber borrado de sus discursos públicos el dolor o la enfermedad. La muerte ha quedado reducida al entorno íntimo y se la ha hecho desaparecer. Ante ese trance, proyectos como los mencionados ofrecen sus servicios, como otras que ofrecen novios virtuales o muñecas de compañía. Mientras tanto, el luto continúa siendo una de las experiencias fundamentales que toda persona atraviesa como ser humano.

Uno de los aspectos más distintivos de Internet como medio es su capacidad para trasladar de alguna forma un sentido de presencia

Se genera entonces un choque entre tecnología y experiencia que produce ansiedad. Incluso, como apunta Cabañes, aunque a la hora de cortar lazos con una persona fallecida 2.0 “la posibilidad de desconexión y olvido sigue siendo la misma, de algún modo hay una sensación de estar dejándolas de lado, o un cierto rechazo moral a hacerlo”.

De ahí el atasco del personaje de Black Mirror, que en el fondo es el mismo que atenazaba a Victor Frankestenstein, quien de tanto temer a la muerte se acabó llevando por delante todo lo que amaba. Estamos en la superficie del uso tecnológico, uno que es utilitario pero que no parece aportarnos demasiada satisfacción real.

¿Qué vía nos queda entonces para salir de ese círculo vicioso? ¿Acaso no hay ninguna forma para reconciliar máquina y espíritu?

Romper el cerco

Una famosa cita de Arthur C. Clarke afirmaba que “toda tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Nuestra magia particular es que uno pueda ponerse en contacto con cualquier parte del mundo desde la tranquilidad de un teléfono móvil. La ouija decimonónica ha dado paso a una manera digital de invocar a los vivos y (pronto) a los muertos.

Según Jose Luís de Vicente, experto en cultura digital, “uno de los aspectos más distintivos de Internet como medio es su capacidad para trasladar de alguna forma un sentido de presencia”. Esta presencia espectral de lo que no está es una encarnación: cuando chateamos sentimos que al otro lado hay alguien, aunque no lo veamos. Podemos incluso enamorarnos de esa persona abstracta. Un sentimiento poderoso con mucho potencial.

¿Por qué no canalizar entonces toda esa fuerza hacia la tarea creativa? Como el chamán de la tribu cuando invoca a los espíritus. Como el cantante rock que se comunica desde lo alto del escenario o la poetisa que lanza su pena sobre una página. Como los músicos de “hauntology” (literalmente, ciencia de lo encantado o maldito), un género que se fundamenta en el uso de grabaciones antiguas o en su simulación para construir nuevas músicas increibles.

Todos ellos, cada uno a su manera, se sirven del pasado para poder dibujar nuevos paisajes estéticos a partir de él.

Aprendiendo de estos ejemplos y entendiendo la energía misteriosa que se esconde en un humilde chat de Facebook, tal vez cada uno de nosotros pueda acceder a su propia versión 2.0 de la memoria, esta vez usando a nuestro favor una herramienta que siempre tenemos a mano: las siempre cambiantes facetas de lo digital.

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Fuente: Medina, N. (2014). Olvidar el olvido: cuando las máquinas se apropian de tu memoria. Recuperado 27 de noviembre de 2014, a partir de http://www.playgroundmag.net/articulos/reportajes/Olvidar-memoria-fantasmas-redes-sociales_0_1433256676.html

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