Neomachismo

Neomachismo
Ilustración: Laura Sandoval

Por Iván Esquenazi

Si bien las conquistas de derechos por parte de las mujeres son de larga de data y vienen en un aumento progresivo de acuerdo al desarrollo de los derechos humanos, año a año se acentúan las luchas feministas ganando adeptos de todos los géneros, en la búsqueda de igualdad social entre el hombre y la mujer.

Este cambio cultural no es sencillo, ya que viene a romper con una de las grandes bases sobre la que esta soportada nuestra cultura: el patriarcado. Sin embargo el poder con el que se están realizando los cambios estructurales, parece haber adquirido algo de vertiginosidad en la actualidad, a mi criterio por una razón principal: la mujer ha decido dejar de estar en ese lugar y con ello se propuso como género llevar adelante la lucha hasta lograrlo.

Esta fuerza de cambio estructural e institucional irrefrenable, nos pone a los hombres en la necesidad de replantearnos nuestro lugar si o si, cosa que no debimos realizar con anterioridad ya que al ocupar el lugar hegemónico no nos fue necesario indefectiblemente. Que vamos a hacer los hombres y cómo vamos a pasar a pararnos en esta nueva estructura, es algo que sin duda hay que pensar y evaluar en un proceso colectivo.

La cultura machista y misógina del patriarcado, ha marcado nuestra cultura y civilización de manera total y ningún cambio cultural se desarrolla sin sus resistencias lógicas y esperables. Dentro de este movimiento de resistencia, es que se pueden ubicar determinadas actitudes y acciones que se oponen al desarrollo y reclamo feminista por los derechos de la mujer. Pero al haber cambiado ya determinados parámetros y valores sociales, ya no pueden recurrir a los mismos argumentos que utilizaban en un pasado.

Es así que se viene generando un nuevo tipo de discurso y accionar, que aparentemente busca la defensa de los derechos y libertades, pero que lleva implícita la molestia por la lucha de un colectivo en la adquisición de los derechos que le han sido denegados. A este conjunto de discursos y acciones podríamos llamarlo neomachismo, ya que posee los mismos objetivos, pero se presenta de modo diferente.

Vale aclarar que los presentes ejemplos y reflexiones no hacen referencia a personas o géneros, ni tampoco buscan acusar o juzgar a las personas que lo sostienen, ya que los individuos responden a un modelo social al que pertenecer y se han formado, por lo cual la crítica apunta al sistema y a sus formas de defenderse a sí mismo.

Veamos algunas formas en las que en diferentes ámbitos dichos discursos se han desarrollado, a modo ilustrativo y con el objetivo de incentivar la reflexión.

Invisibilización

Suele verse que en muchas luchas en las que se reivindican derechos, existen movimientos resistentes que buscan invisiblizarlos, incluyéndolos en un global de derechos que no tienen por finalidad ser realmente reivindicados. La razón por la cual determinados derechos son solicitados de forma especial y especifica es justamente porque han sido desatendidos y especialmente vulnerados. Se trata de una nueva forma de lograr el mismo objetivo, que es mantener determinadas cuestiones fuera del foco, volviéndolas invisibles. No es de extrañar que dichos intentos estén acompañados de postulados antiabortistas.

Ridiculización

Otro mecanismo frecuente de esta resistencia machista, es el de la ridiculización o desestimación de las reivindicaciones que buscan lograrse. Basándose en comparaciones ridículas, se pretende hacer ver determinadas solicitudes como inmorales o desubicadas. El comparar el tratamiento igualitario de los torsos femenino y masculino, con la exhibición de la gentilidad parece ser uno de los ejemplos recientes más claros.

Demonización

Bajo el termino feminazi, se erige una bandera que decide combatir el feminismo con pocos tapujos, buscando caracterizarlo como algo demoniaco. El feminismo es claramente la solicitud de igualdad entre ambos géneros y no la voluntad de colocar a ninguno de los dos en superioridad social, como ocurre hace siglos hasta hoy en día. Si bien muchas veces el descubrirse en situación de explotación y desigualdad, puede generar en algunas ocasiones sentimientos negativos expresados de forma contundente, es bueno conceder que la mayoría de los movimientos feministas y sus principales exponentes teóricos, poseen discursos pacíficos, basados en la necesidad de continuar con el desarrollo de una sociedad más igualitaria. Además, ¿el pedido de las mujeres de dejar de ser violadas y asesinadas puede ser considerado como un holocausto?

 

 

Victimización

El siguiente argumento apela a la anulación de las exigencias feministas, no porque estén mal, sino porque se considera que los hombres también poseen muchas desventajas a nivel social, que los iguala en malestares y necesidades sociales. Las mismas se basan principalmente en los derechos parentales, el rol masculino, en la manutención y en estereotipos de género ya caducos.

Si bien nadie niega que el género masculino sufre de múltiples malestares sociales, la diferencia clave radica, a mi criterio, en que el machismo y el patriarcado son elementos estructurales de nuestra cultura, basada en una vinculación dialéctica de explotación, donde la mujer ha quedado en el lugar de vulnerabilidad y el hombre en el ejercicio, muchas veces abusivo, del poder dominante.

No al aborto

Si hay una daga mortal para el patriarcado como sistema, es sin duda la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Nuestra cultura ha buscando tal control sobre la mujer, que ha intentado de diferentes formas, controlar no solo la subjetividad femenina, sino incluso su cuerpo y hasta su propio placer. El brindarle el derecho a la mujer y sobre todo a la mujer en situación de vulnerabilidad, de decidir de forma plena sobre su cuerpo y su futuro, resulta insoportable para diferentes tipos de ejes de poder. Simbólicamente representa la perdida de una batalla insalvable, ya que pierde el control sobre el desarrollo y reproducción de la población. Es por esto que no resulta extraño, ver luchar con fuerza en contra de esta ley, su profundización y reglamentación, al opuesto dialectico por excelencia de la mujer en situación de vulnerabilidad, que no es otro que el hombre repleto de poder.

Transfobia

Machismo y homofobia son dos caras de una misma moneda llamada heteronormatividad. Ambas se han expresado de la mano, dándole al hombre heterosexual un lugar de privilegio social evidente, condenando durante siglos a la mujer a un segundo plano y al homosexual al ocultamiento o la muerte. Debido a los avances sociales, sobre todo de los últimos 20 años, la expresión de un pensamiento homofóbico manifiesto, pasó a un lugar políticamente incorrecto y de gran condena social, así como ocurre con muchas expresiones clásicas del machismo.

Sin embargo, no ocurre lo mismo con la transfobia, que goza de cierto prestigio y habilitación social. Bajo el slogan de: “el hombre es hombre y la mujer es mujer”, aplicada anteriormente para atacar el matrimonio igualitario; personas que jamás leyeron ni practicaron nada de la Biblia, se escudan en ella para justificar la condena y maltrato social hacia las personas trans. Así algo tan sano y natural como la diversidad de identidades de género, es demonizado, condenando a esta población a una situación de alta vulnerabilidad.

Con la homofobia y el machismo en el plano de lo políticamente incorrecto, transfobia y neomachismo parecen configurar la nueva monedad con planea permanecer vigente la heternormatividad.

Anticuota

A nivel político, el neomachismo también se expresa de una forma novedosa y particular, por medio de la no habilitación de la cuota de representación femenina en los ámbitos de acceso democráticos. Bajo el argumento aparentemente inclusivo, de que para que no haya discriminación, lo mejor es la igualdad de oportunidades de acceso, se oculta la realidad respecto a las dificultades de las mujeres para el desarrollo en la esfera política. La ley de cuotas fortalecería la democracia, sobre todo en el periodo de pasaje de igualdad de derechos, hasta que las posibilidades reales de mujeres y hombres de acceder a cargos públicos sea igualitaria. Lo mismo considero respecto a la cuota de representación de población transexual, teniendo en cuenta que la misma ha sido totalmente excluida de dicho ámbito.

Crimines pasionales y feminicidio

A nivel de derechos, una de las leyes que más se resiste a ser considerada, es la tipificación del delito cometido por género con una figura especial llamada feminicidio.

Durante años el derecho ha denominado a este tipo de delitos como crimines pasionales, incluyéndolos especialmente en el ámbito privado y como consecuencia de conflictos particulares de los individuos. Esto se ha apoyado con fuerza en las concepciones psicopatológicas de dichos crimines, que aluden a la imputabilidad de los mismos a partir de la perdida de razón total o parcial de un individuo. Si bien es cierto que en muchos trastornos que terminan en feminicidio, la vinculación con la realidad del feminicida está afectada, cabe preguntarse desde el mundo médico, la razón por la cual la prevalencia de las enfermedades que terminan con consecuencias violentas posee una prevalencia masculina casi total. No podemos dejar de entrever que existen determinados patrones culturales que llevan al hombre a enfermar con mayor violencia que la mujer.

Paralelamente con esto deberíamos preguntarnos desde el derecho, acerca de la importancia de considerar una figura específica para dichos delitos, teniendo en cuenta que bajo el título de “pasionales” se mantuvieron ocultos y justificados en ese universo durante tantos años.

De todos modos el aumento especial de las penas para este tipo de delitos no parece ser la vía de salida de los mismos, ya que la cuestión requiere de un cambio de subjetividad social, institucional y político que brinde soluciones de fondo al tema.

Iván Esquenazi

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