Recientemente nos hemos involucrado con la campaña #YoRespeto, que está llevando a cabo Pensamiento Colectivo, en la cual se incita a reflexionar sobre la viralización de videos con contenido íntimo, así como a la prevención y la resignificación de las diversas conductas que adquirimos de acuerdo al momento cultural que transitamos.
Para fortalecer la problematización de dichas formas de actuar, se me hace necesario realizar algunos cuestionamientos que atañen a las víctimas, más precisamente al lugar en el que queda totalmente expuesta y desprotegida la mujer.
Frente a la aparición de un video en el cual se expone la intimidad de una o varias personas, dónde una de ellas es una mujer, el foco de atención queda puesto en ella; pasa a ser figura la forma de vestirse, lo que hace, como provocó esta situación, y de fondo queda el acoso y la violencia que se ejerce en una situación de estas características. Resulta más sencillo, aunque sea víctima, señalar a la mujer, dejando entrever el poder y el control que ejerce la genitalidad.
La víctima es juzgada y castigada por lo que está haciendo, desestimando el abuso y la invasión, responsabilizándola por tal desenlace. Este mecanismo de culpabilizar a la víctima evita generar empatía con la persona que está siendo vulnerada. Si yo la responsabilizo por la ocurrido, entonces existe una razón, una especie de “castigo” que justifica la situación.
Es común escuchar frente a videos viralizados este tipo de comentarios: “vestida así era obvio que algo le iba a pasar”, “es terrible chango”, “en el video se nota que le gusta”, etc.
Este mecanismo de evitación con la víctima nos ahorra también el sentirnos vulnerables: si no justifico la violencia, entonces el mundo del cual soy parte es hostil y cualquier persona puede ser violentada de igual forma, incluso yo misma/o. A cualquiera le puede ocurrir, independientemente de cómo vista, actúe, o lo que diga. No tengo el control de todo lo que sucede, por lo que el sentimiento de omnipotencia se ve amenazado.
Ocurre entonces que al preservar el psiquismo con la idea de un mundo justo y saludable, más castigo y estigmatización se genera para la víctima.
Las mujeres quedamos mucho más expuestas a sufrir está estigmatización; la desigualdad de derechos y el lugar que hemos ocupado socialmente generan que, cuanto más doloroso e injusto es el daño, mayor minimización y degradación se da. La excusa: la ropa, la actitud, el número de parejas sexuales o cualquier motivo que sirva para sostener este hecho.
Registrar y/o compartir un video con contenido íntimo es violentar a las personas, violentar a la mujer, reproducir que sigamos ocupando los mismos lugares desiguales e injustos. También lo es justificar la violencia. No existe justificación alguna para la violencia.
Problematizar y resignificar estas conductas es empoderarnos de nuestros derechos y ejercerlos plenamente. Empezar a mirarnos con compasión, con dulzura, con amor, es el comienzo para cambiar lo que hacemos en el mundo.
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