La verdad sobre el estrés

La verdad sobre el estrés
Foto: startupstockphotos.com

Por Daniel A. Fernández

Uno de los grandes males de nuestro tiempo es lo que todos conocen, popularmente, como “estrés”. Por cierto hay mucha confusión sobre este término y no siempre se hace referencia al mismo de la manera más acertada. ¿Qué es en realidad? ¿Puede a veces ser bueno y otras veces malo?

Partiendo de la cuenta que, cada uno de nosotros, es en sí mismo una unidad que integra aspectos psíquicos, biológicos y sociales, podríamos decir que el estrés es la respuesta generalizada de un organismo ante un estímulo que es vivenciado como alarmante. Dicha respuesta prepara a ese organismo para que lleve a cabo la acción más adecuada, de la manera más rápida posible y con el fin de lograr cierta adaptación con el medio. El estrés, por lo tanto, no sería más que una respuesta emocional que moviliza a su vez aspectos fisiológicos diversos.

Debido a las diferencias individuales, no necesariamente lo que para alguien habrá de ser estresante también habrá de serlo para otro. Estas diferencias dependerán, pura y exclusivamente, de la historia de cada sujeto. Por ello un viaje en avión podrá resultar placentero para alguna persona, así como estresante para otra. Una instancia de examen en la Universidad no es vivida de igual forma por todos los alumnos, dado que algunos transitarán la evaluación más relajados y otros al borde de un ataque de nervios. Todos somos distintos, con pasados y estructuras psíquicas y rasgos de personalidad diferentes, por lo cual no habremos de reaccionar igual ante un mismo estímulo.

 

 

Quien camina de noche por la ciudad, completamente solo, y de repente es sorprendido por un grupo de maleantes que procura asaltarlo, obviamente vivirá una situación estresante. Ante la inminente cercanía de peligro registrada por el psiquismo del sujeto, de seguro habrá una alteración del ritmo cardíaco y subirá la presión arterial, a la vez que el hipotálamo producirá más adrenalina y las glándulas suprarrenales liberaran mayor cantidad de cortisol. Es así cómo una situación de tensión emocional genera, a modo de respuesta y de forma rápida, cambios a nivel fisiológico que nos preparan para reaccionar ante el peligro, ya sea mediante la huída o la defensa. ¿Se puede pensar entonces que el estrés es malo? De ninguna manera. De hecho, resulta imprescindible para que podamos subsistir.

El problema reside en lo que ocurre cuando alguien está sujeto a una situación de estrés por un período prolongado de tiempo. Es ahí cuando los cambios fisiológicos provocados dejan de auxiliarnos y empiezan a perjudicarnos. Muchas veces, estar expuesto durante largo tiempo a una situación de estrés es lo que puede derivar, más tarde, en una profunda depresión. También hay quienes asocian, incluso, largos períodos de estrés con enfermedades cardiovasculares u oncológicas. Lo que es seguro es que nuestro organismo no está preparado para padecer de estrés de manera constante, dado que esto genera tal desequilibrio que finalmente se manifestará en una enfermedad. Y es a esta forma de estrés prolongada, que deja de ser beneficiosa y se transforma en patológica, a la que denominamos “distrés”.

Desde un punto de vista médico, suele recomendarse que quien padece distrés procure mejorar su alimentación, realizar ejercicios físicos, llevar a cabo prácticas de meditación, descansar más, etc. No hay duda que todas estas recomendaciones son convenientes. Pero no habrán de ser suficientes para ese niño que sigue siendo víctima de bullying, ni para esa mujer que padece la violencia de su esposo, ni para ese empleado atormentado por un jefe. Por ello, desde un punto de visa psicoterapéutico, también es necesario que el paciente identifique la causa de su distrés y la elimine. Y, en una segunda instancia, valdrá la pena llevar a cabo un análisis más profundo para identificar si hubo alguna razón que, a nivel inconsciente, predispuso a la persona a ubicarse de determinada manera frente a los otros. La relevancia de esto último reside, básicamente, en llevar a cabo una labor preventiva que tenga por fin impedir la posible repetición y lograr un cambio en la posición de ese sujeto frente a la vida.

Daniel A. Fernández
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