La estigmatización como mecanismo: ¿por qué culpamos a las víctimas?

La estigmatización como mecanismo: ¿por qué culpamos a las víctimas?
Foto: Peter Gustafson

Por Juliana Breines

Para quienes hayan intervenido en casos Bullying o Mobbing, tendrán claro que aquellos individuos que rodean a la víctima tienden a estigmatizarla de diferentes maneras; se pueden escuchar frases como “es tan culpable como el resto ya que permite que suceda”, “debería haber hecho algo” o “por su personalidad es blanco fácil” tienden a estar en boca de todos.

Esta acción de culpar a la víctima no es aplicable solamente a casos de Bullying, se puede ver en víctimas de violación, dónde se las llega, inclusive, a acusar de  “incitar el hecho”;  a individuos que viven bajo el nivel de pobreza se los cataloga de perezosos y/o desmotivados, cuando se padece una enfermedad mental o física se presume que han dado espacio a la enfermedad a través de un mal estilo de vida, entre otros. Existen casos en que las víctimas pueden, efectivamente, mantener cierta responsabilidad por el desafortunado hecho que transitan, sin embargo, con demasiada frecuencia esta responsabilidad es exagerada y otros factores son desestimados. ¿Por qué estamos tan ansiosos por culpar a las víctimas, incluso cuando no tenemos nada para ganar?

Culpar a la víctima no se trata únicamente sobre cómo evitar la culpabilidad, sino también se trata de evitar la vulnerabilidad. Mientras más inocente es la víctima, más amenazante es para el resto de los participantes. Las víctimas amenazan nuestra imagen de que el mundo es un lugar seguro y moral, donde las cosas buenas pasan a gente buena y las cosas malas le suceden a la gente mala. Cuando suceden cosas malas a la gente buena implica que nadie está a salvo, que no importa nuestro buen proceder, nosotros también podríamos ser vulnerables. La idea de que la desgracia puede ser al azar, atacando a cualquiera de nosotros en cualquier momento, genera una sensación terrible, y sin embargo nos enfrentamos todos los días con evidencia de que puede ser verdad.

 

 

En la década de 1960, el psicólogo social Dr. Melvin Lerner realizó una famosa seria de estudios en los que se detectó que cuando un número de participantes observaron a otra persona  recibir descargas eléctricas sin poder intervenir, comenzaron a “degradar”  a las víctimas. Mientras más injusto y grave parecía ser el sufrimiento, mayor será el sentimiento de minimización hacia la víctima.  Estudios han encontrado que un fenómeno similar se produce cuando la gente evalúa a las víctimas de accidentes de tráfico, violación, violencia doméstica, enfermedad y la pobreza. Las investigaciones realizadas por el Dr. Ronnie Janoff-Bulman sugieren que las víctimas, a veces, incluso se degradan  ellas mismos, localizando de la causa de su sufrimiento en su propio comportamiento, pero no en sus características perdurables, en un esfuerzo para hacer que los acontecimientos negativos parezcan ser más controlables, y por lo tanto, más evitable en el futuro.

Lerner tiene al teoría de que estas tendencias culpar a la víctima tienen sus raíces en la creencia de un mundo justo, un mundo donde las acciones tienen consecuencias predecibles y la gente puede controlar lo que les pasa. Es fácilmente observado en frases comunes como «lo que va, vuelve » y «usted cosecha lo que siembra». Queremos creer que la justicia vendrá a la gente mala, mientras que personas buenas y honestas que siguen las reglas serán recompensadas. La investigación ha encontrado, como es lógico, que las personas que creen que el mundo es un lugar “justo” son más felices y tienen menor tendencia a la depresión, aunque esta felicidad puede tener un costo alto ya que puede reducir nuestra empatía por aquellos que están sufriendo, y podemos, incluso, contribuir a su sufrimiento mediante el aumento de la estigmatización.

A partir de lo anterior ¿podemos inferir que la única alternativa a la creencia en un mundo justo es una sensación de impotencia y depresión? No, en absoluto. La gente puede creer que el mundo está lleno de injusticias, pero también pueden creer que son capaces de hacer del mundo un mejor lugar a través de sus propias acciones. Una forma de ayudar es luchar contra el impulso de racionalizar el sufrimiento de los demás, y reconocer que uno podría estar eventualmente en ese lugar. Este reconocimiento puede ser inquietante, pero también puede ser la única manera de que realmente podemos abrir nuestro corazón al sufrimiento del otro y ayudarles a sentirse apoyados y acompañados.

Lo que el mundo puede no tener en materia de justicia, al menos podemos intentar compensarlo en lo que refiere a compasión.

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Fuente: Breines, J. Why Do We Blame Victims? Psychology Today. Recuperado 28 de noviembre de 2013, a partir de http://www.psychologytoday.com/blog/in-love-and-war/201311/why-do-we-blame-victims

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