La esperanza tiene que ver con la percepción de que lograrás lo que quieres, sea lo que sea. La esperanza es aprendida desde que eres pequeño, gracias a tus padres o cuidadores, ha sido reconocida como un componente importante del crecimiento psicológico, la matriz del cambio.
Existen tres componentes fundamentales que la caracterizan:
1) Pensamientos orientados a la concreción de metas: todas tus conductas están dirigidas por alguna meta, ya sea a corto o largo plazo. Para mejorar tus habilidades en cuanto a la elección de metas tienes que tener sumamente en claro que es lo que quieres. Plantea metas para los distintos sectores de tu vida, salud, amistad, familia, pareja e intenta implementar un espacio para acercarte a ellas en tu rutina.
2) Para poder alcanzar tus metas, tienes que generar caminos hacia ellas. Piensa en diferentes opciones y elige la que te parezca mejor, practica mentalmente qué es lo que vas a hacer para acercarte a tu objetivo. Los objetivos grandes tienen que ser divididos en objetivos más pequeños. Piensa si necesitas desarrollar una nueva habilidad.
3) Pensamientos agentes: tienes que creer que puedes generar y mantener los caminos necesarios para lograr tu meta, debes tenerte confianza y una fe inamovible en ti mismo, tus habilidades y capacidades.
Dentro de los beneficios de la esperanza podemos observar que ha sido asociada a un mejor rendimiento académico y atlético, una mentalidad saludable y a una fuerza especial para lidiar con problemas de salud.
Las personas con esperanza son quienes recuerdan con más facilidad los buenos eventos, los halagos, tienen buena autoestima y se sienten desafiados ante las adversidades, toleran mejor el dolor, son más exitosos, tienen un mayor sentido de propósito y padecen menos ansiedad. La esperanza contribuye al bienestar y ocupa un rol fundamental el desarrollo personal. Es predictora de éxito y tiene más influencia en los logros que la misma inteligencia.
Algunas personas naturalmente sienten esperanza, mientras que otras tienen que aprender a sentirla. No importa lo que te han enseñado en tu familia, todos podemos elevar nuestro nivel de esperanza y ansiar un futuro mejor.
La esperanza es activa, porque es importante que decidamos hacia donde queremos ir y que pensemos cómo vamos a llegar hasta ahí, pero que pensemos de manera creativa, porque a veces el camino es complejo y nuestro plan original puede no llegar a funcionar.
La esperanza es la energía que hace que nos movamos hacia lo que queremos en cualquier área de nuestra vida, acercarnos al menos un poco a lo que deseamos es suficiente para que cada vez tengamos más energía y confianza para seguir adelante.
Si tu esperanza es fuerte te darás cuenta que tienes el potencial para poder salir adelante.
La esperanza es una manera de abordar la vida mediante el «sÍ» y el “yo puedo”. Ante ciertas situaciones van a existir factores que no puedes controlar, pero siempre existe algo sobre lo que sí tienes poder, tus ideas, tus alternativas y tu actitud con respecto a lo que te sucede. Ante una situación compleja ¿qué es lo que puedes hacer? ¿Hacia dónde quieres ir? La claridad y la perseverancia provienen de la esperanza que haces nacer en ti mismo.
Despierta tus fortalezas, confía y cree en ti, ante las situaciones de vida complejas, la esperanza se presenta como un faro que ilumina tu camino, y ella puede nutrirse de muchas cosas como el consuelo de la familia, el apoyo de amigos o grupos, la espiritualidad.
Las adversidades pueden convertirse en los comienzos de tu fuerza, vivir el dolor te hace comprender mejor el dolor ajeno, pasar por situaciones desafiantes inevitablemente te convierte en una persona más fuerte.
Lo malo no lo tienes que considerar como un castigo o mala suerte, sino como parte de la vida que te ayuda a crecer y a transformarte. La esperanza es tu escudo, tu protección, una emoción que nos da fortaleza y madurez emocional.
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