Igualdad de género en la crianza: ¿dónde están los varones?

Igualdad de género en la crianza: ¿dónde están los varones?
Ilustración: Laura Sandoval

Por Claudia López

Luego de la revolución industrial “los hombres” son un gran ausente en la bibliografía que refiere a primera infancia y crianza. Cuando se los menciona, son colocados en lugares de autoridad y no siempre vinculados al respeto, sino más bien al miedo. Pensemos en la frase popular característica de la modernidad: “¡Ya vas a ver cuando venga tu padre!”. Hay autores que hablan de la función paterna, en su rol de “introducir la cultura” y separar la díada madre-bebé [1].

Es un enfoque que coloca al varón a la distancia, cumpliendo funciones secundarias o complementarias.

Si nos detenemos a reflexionar, seguramente vengan a nuestra memoria chistes, frases populares, imágenes publicitarias que no hacen más que representar esta realidad.

La mujer queda en un lugar sobrecargado, última responsable de todo cuanto suceda con los niños. ¿Nos quejamos? claro que sí. Exigimos mayor participación del varón y no entendemos como “no se le ocurre que… hay que bañarlos, cambiarle el pañal, lavar ropa”.

No obstante, si nos sinceramos con nosotras mismas, es difícil dejar el reinado. Recuerdo una paciente de hace unos años, ella me decía: “Yo soy la CEO (Director ejecutivo) de mi casa… sí, me pesa hacer todo, pero nadie lo hace como yo”.

Durante años se ha impreso en la identidad de la mujer la importancia de ser madres: madres sufrientes, dedicadas, sacrificadas, atentas y pendientes a todos los detalles. Este rol tiene un lugar de privilegio en la sociedad y nos brinda un estatus dentro de la misma. Nos da control, nos otorga poder.

Pero por mucho que queramos tener “súper poderes”, la realidad es que no los tenemos, y cada día es más difícil sostener la “madre moderna” junto a las exigencias y posibilidades que nos trajo la postmodernidad.

Asimismo, la realidad económica actual nos ha convertido en personajes importantes del desarrollo social y económico. Las mujeres trabajamos fuera del hogar, y lo hacemos muy bien. Hoy en día es imposible que la economía se sostenga únicamente con el trabajo de los hombres por lo que necesariamente se está construyendo un nuevo concepto de maternidad y paternidad.

 

 

¿Hacia dónde vamos?

Nos aventuramos hacia una nueva forma de funcionar como sociedad. Madres y padres encuentran el desafío de tener que construir un modelo novedoso, que cuestiona la idealización moderna de la maternidad, y hace participe no sólo al padre de la crianza, sino a toda la comunidad.

La participación de la comunidad requiere de un cambio medular en el funcionamiento social. No podemos pensar la educación y la crianza como un empleo, sino como un trabajo. El empleo es una función asalariada, que necesita de cierta capacitación. La crianza es un trabajo, es una tarea cotidiana, que no tiene feriados ni vacaciones. Es un vínculo para toda la vida, que educa en valores y principios. Ser educador o profesional de la salud es un empleo. Ser padre y madre (abuelo, tío, padrino…) es un trabajo que no caduca.

Tercerizar estas funciones puede tener consecuencias severas en el futuro de los niños, pues nos centramos en la función en sí misma, y olvidamos la importancia de quien la ejecuta. El niño aprende en el vínculo, a través de la emoción y el afecto. La maestra, la psicóloga, pueden poner su mejor voluntad y cariño, pero son personajes transitorios en la vida de nuestros pequeños. Quien inculca un modelo, quien enseña a regular emociones y a lidiar con las frustraciones serán los adultos de referencia, estos personajes que estén cercanos al niño y desarrollan las funciones maternas y paternas. Por esta razón cada vez se habla más sobre la importancia de que ambos padres puedan ESTAR, en presencia y disponibilidad emocional.

Las Naciones Unidas, en su reflexión sobre la Autonomía de las Mujeres [2] plantea la importancia de equilibrar el trabajo remunerado con el no remunerado. Si se logra distribuir las tareas de cuidado y familiares, con aquellas que pertenecen al mercado laboral, entonces se podrá generar un equilibrio de género más real. Esto implica una reducción de la jornada laboral, que permita una redistribución de la carga total. Es decir, si ambos padres dedican menos horas a sus jornadas remuneradas, tendrán más tiempo para el cuidado familiar. De esta forma AMBOS trabajan y AMBOS cuidan. Asimismo, se plantean propuestas que apuesten a la conciliación laboral y familiar, con mayor flexibilidad en el horario así como la posibilidad de realizar la labor desde el hogar.

¿Será esto una fantasía? ¿Una ilusión? En los países en desarrollo, en donde los ingresos familiares apenas rinden para cubrir ciertas necesidades básicas, esta idea parece ilusoria. No obstante, es un objetivo claro e inteligente. ¿Estamos lejos? Es cierto. Pero si todos somos conscientes de la importancia en la redistribución de tareas, puede llegar a convertirse en un objetivo alcanzable.

Con “viento a favor” el futuro se podrá encaminar hacia la co-parentalidad, hacia la crianza compartida. Una actividad en donde todos somos participes y responsables.

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Referencias:

  1. Lacan. (2004) La metáfora Paterna I y II. Seminario 5. Las formaciones del inconsciente (1957-1958). Buenos Aires, Paidos
  2. NU. CEPAL. (2016) Autonomía de las mujeres e igualdad en la agenda de desarrollo sostenible. Montevideo.

Claudia López

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