Género y derechos humanos: construyendo psicología en comunidad

Género y derechos humanos: construyendo psicología en comunidad
Foto: thebettermanprojects.com

Por Pablo Alvarez

Tomemos a punto de partida la definición del concepto de género dado por Allegue y Carril como “la construcción  socio cultural e histórica  que cada sociedad realiza sobre uno y otro sexo” (2000), y pensemos en la deconstrucción de dicho concepto. Reflexionando y trabajando en el marco del desarrollo comunitario y con los aportes de la psicología (entre otras disciplinas), sobre un concepto de género que otorgue las herramientas necesarias para repensar la identidad del hombre y la mujer.

No se trata de eliminar las categorías identitarias de hombre y mujer, porque desde la psicología sabemos que esta identidad existe cuando menos en dos dimensiones, una de ellas que responde a lo orgánico-sexual, mas de carácter manifiesto de acuerdo a la visibilidad de lo físico; la otra dimensión en cuanto a una significación social y a la construcción de una imagen que posee un carácter más latente. Un fenómeno de construcción de identidad que se genera como un proceso inconsciente dentro y gracias a un imaginario social.

El mayor inconveniente que esto genera y que opera gracias la significación social, no es tanto el carácter cuasi inamovible (lo cual no es menor), sino el condicionamiento que impone en cuanto a las desigualdades de de género y las relaciones de poder entre mujeres y hombres, cuyo carácter manifiesto pero fundamentalmente latente no hace sino esconder algo que está allí, una oposición de fuerzas que genera ruido y aflora al colectivo social como desigualdades de todo tipo. Estas se han traducido históricamente en desigualdad de género y aunque en forma menos notoria pero siempre existente, también lo ha sido de clases sociales, económicas, de acceso a todo tipo de bienes (materiales e inmateriales) y desigualdad de derechos humanos. Elementos todos que presentan un carácter en común y es el poder y dominación que ejercen unos sobre otros.

En realidad se trata de visualizar todas estas desigualdades como una única transgresión a los derechos humanos (en el sentido más amplio) y generar espacios comunitarios donde integrar estas diferencias, multiplicidad de miradas, posiciones, disciplinas y posibles soluciones a dichas desigualdades. Espacios comunitarios donde se posibilite la intervención de todos los actores.

Animarnos a utilizar la fuerza y capacidad productiva de cada comunidad e intentar un paso más, un salto cuanti y cualitativo generado por la interacción de los diferentes colectivos. Utilizar estos espacios y animarnos a pensar un nuevo paradigma, ya no de rentabilidad económica, de dominación de clases ni ideológica, ni siquiera de lucha política, aspectos todos que conforman un modelo de explotación que incluye objetos, bienes y  personas.

La apuesta, es a generar un verdadero espacio de reivindicación de los derechos humanos y de respeto por la diversidad, a pensar un modelo de sustentabilidad social autentico, que esté por encima de cualquier interés que pueda poner en juego nuestra propia supervivencia.

En nuestro país hemos pasado de un aparato estatal ineficiente, paternalista y burocrático, a un estado dictatorial que destruyó todo tipo de instituciones y aniquiló cualquier forma de organización social. La reconstrucción de esa identidad fragmentada, mal intentó hacerse mediante un modelo neoliberal del cual adoptamos una imagen prestada, ajena a nuestra identidad cultural.

Así llegamos a un modelo que busca financiar importantes políticas sociales, cuyo fin es el de eliminar las brechas de acceso a los bienes y servicios del estado, reducir la exclusión e inequidad social y generar políticas comunitarias.

 

 

Pero también este modelo encierra una contradicción y al tiempo que cierra fisuras las abre por otro lado, permitiendo el ingreso a cualquier forma de inversión a costa de financiar todas estas políticas sociales. Inversiones que ponen en jaque otras comunidades más pequeñas aunque no menos importantes, dejando tras de sí una destrucción irreparable que hace insustentable cualquier forma de progreso y violentando así el respeto hacia los derechos humanos de aquellos a quienes afecta.

En esta contradicción que atiende los derechos de unos y despoja los de otros, surge la interrogante acerca del genuino interés por el desarrollo de un modelo de atención social y comunitario, o es que el mismo supone una vidriera, una fachada que intenta vendernos un proyecto que al igual que hicieron otros busca perpetuarse y consolidarse en las zonas de influencia.

El camino posible

Es complejo, si es que lo hay, encontrar un modelo sustentable de desarrollo que no vulnere las libertades y derechos de los diversos sectores de la sociedad sin ingresar en el terreno de la utopía.

Nos queda por tanto insistir en la generación de más y más movimientos comunitarios de participación social. Lugares donde converge una diversidad de actores cuyo reclamo es auténtico, responden a una problemática tan real como particular y existe un involucramiento comunitario que propicie la inclusión. En concordancia con la definición de SERPAJ según la cual “Los derechos humanos no son solo una cuestión estatal sino que nos involucra a todos” (SERPAJ – Año II Num.2 – 2007), nos vemos en la obligación de incluirnos en los distintos colectivos, no solo como psicólogos sino como integrantes de los mismos. Ya no se trata solamente de reclamar responsabilidades al Estado, sino de adoptar una actitud crítica y activa respecto a las desigualdades planteadas, rompiendo de alguna forma con la tradición paternalista de esperar asistencia por parte de este..

No hay que olvidar que numerosos reclamos recogidos y reconocidos constitucionalmente, han sido fruto de negociaciones y diversas situaciones coyunturales originadas entre algunos movimientos sociales y el estado.. Por tanto lo único que posibilita el cambio es el movimiento. ¡Hagámoslo posible!

Pablo Alvarez
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