Eso que no para

Eso que no para
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Por Carolina Rovere

Me interesa escribir sobre la problemática del goce en el curso de un análisis, es decir cómo se entrama en la clínica al comienzo y al final de una cura. Si bien Lacan concibe al goce bajo distintas modalidades a lo largo de su obra, creo importante destacar que el goce principalmente refiere a un modo singular de sufrir. Es una perspectiva que en ocasiones se nos torna difícil de comprender pero que Freud nos enseñó a ubicar muy bien a partir de su gran hallazgo: la pulsión de muerte, ese impulso destructivo y constitutivo de la subjetividad humana.

Los analistas escuchamos todo el tiempo cómo los pacientes se quejan, cómo sufren por distintos motivos y que en muchas ocasiones poco tiene que ver con situaciones tremendas de la realidad sino más bien con la manera singular de leer esos hechos, y más interesante aún: de generarlos para obtener así un tipo de satisfacción. Por supuesto algo velado para un sujeto que sostiene a morir que quiere su “bien” y su “felicidad”.

Es así como un hombre siempre se quejaba de ser rechazado por las mujeres, cuando era un típico Don Juan que las seducía para luego dejarlas y así se ganaba su odio, el de ellas. En realidad, este señor no podía quedarse con una, y su vida era un tormento ya que tenía que lidiar con lo que él mismo había generado: ser “el malo de la película”. O una chica que decía que ningún hombre se quedaba junto a ella y hacía todo para espantarlos. Ahora bien lamentablemente esto no es algo que se haga conscientemente y menos aún, si uno osara en explicarle a alguien este lógica se ganaría el mayor de los descréditos, aduciendo cierto grado de locura.

Por eso se requiere de un analista que intervenga en un momento oportuno en el sentido de desarticular este punto fijo de cada quien. Y así, un análisis puede ser muy útil ya que nos ofrece la posibilidad de ir más allá del fantasma como ese núcleo de goce sufriente que conforma el ser de cada uno: momento fundamental en una cura.

Vayamos paso a paso. En primer lugar el fantasma es una defensa, que creamos en tiempos constitutivos frente a lo imposible de soportar: la falta en el Otro. Pero esta creación es masoquista, porque para tapar esa falta se crea una fórmula que hace sufrir a quien la inventa y para dejar al Otro como completa-mente malo. Valga el neologismo que mixtura dos conceptos la completud en el Otro y su maldad. Así se inaugura el sufrimiento neurótico como modo de velar nuestra satisfacción masoquista. Cuando Lacan en el grafo del deseo[1] nos muestra que el deseo está articulado al fantasma, nos está diciendo que sigue sus pasos, por eso es fundamental precisar que se trata del deseo neurótico, es decir: insatisfecho o imposible y que se verifica en todo el accionar sintomático de un sujeto.

El fantasma no es interpretable como un sueño, ya que es una defensa, por eso Miller nos habla de perturbar las defensas del sujeto[2] y esto bien se puede dar a partir de un corte abrupto de sesión, una pregunta, un acto o un gesto del analista. Hay que decir que esta conmoción moviliza la estructura de una manera tremenda ya que el analizante no se anoticiaba de este proceder que le es propio, por lo tanto se produce en esta revelación una gran conmoción subjetiva. Y ¿qué ocurre después? El sujeto había creado algo que ahora puede desarticular. ¿Qué queda entonces del goce cuando ya no está escondido[3], o sea incrustado en la lógica neurótica? Cuando un sujeto puede desactivar esta creación arcaica, obtiene un capital muy valioso para otros usos. Lacan en el Seminario 20 dice que “el goce es lo que no sirve para nada”[4], ¿Cómo hacer para que eso que no sirve para nada sirva para algo interesante? Es lo que Miller propone como una nueva alianza con el goce[5]: Se trata entonces de darle un curso más digno que el que nos deparó la miserabilidad neurótica.

Recordemos a Freud cuando en Estudios sobre la Histeria decía que un análisis permite pasar de “la miseria neurótica al infortunio ordinario”[6] e intentemos traducir esta frase a una lógica lacaniana, obtendremos algo así como: pasar del sufrimiento miserable del fantasma a la admisión de la no relación sexual. Este pasaje abre una nueva posibilidad para hacer algo distinto con eso que no para o nuestro propio modo de gozar. Es un nuevo uso del sinthome como el goce que nos anuda en singular, pero ahora aliado a lo vital y que dignifique nuestra existencia.

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Referencias:

  1. Jacques Lacan, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano” ,en Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1987; página 797
  2. Jacques Alain Miller, “El desorden simbólico”, en Revista Lacaniana, Año VIII Número 13, Buenos Aires, EOL, noviembre de 2012.
  3. Jacques Alain Miller, “ Una nueva alianza”, en Sutilezas Analítica, Buenos Aires, Paidós, 2011
  4. Jacques Lacan, El Seminario libro 20: Aún, Buenos Aires, Paidós, 1995; página 11.
  5. Jacques Alain Miller, Ibídem.
  6. Sigmund Freud, “Estudios sobre la histeria”, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1987; página 309.

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Fuente: Rovere, C. (2016, Julio). Eso que no para. Revista Imago Agenda, (137).

Carolina Rovere
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