La bailarina que se transformó en cisne

La bailarina que se transformó en cisne
«Black Swan» (2010)

Por Javier Grotiuz

“Y el ser del hombre, no solo no puede ser comprendido sin la locura, sino que no sería el ser del hombre sino llevara en sí la locura como el límite de su libertad”.
Lacan, J. “acerca de la causalidad psíquica”. En: Escritos 1”. México, Editorial Siglo XXI. Pág. 176.

Muchos ya la han visto y otros seguramente irán a verla atraídos por la publicidad que generaron los premios Oscar. Al margen de toda esa parafernalia creo que El Cisne Negro es una película que vale verla por muchos motivos y en particular para quienes estamos vinculados a la psicología.

Es una película interesante, aunque complicada e intrincada donde hay juegos de engaños o intentos de engaño (por parte del director de la película), donde muchas situaciones no quedan claras a excepción de la locura de la protagonista. No se necesita prehistoria para darse cuenta del proceso que esta viviendo el personaje de Nina, interpretado por Natalie Portman muy exitosamente y por el cual gano el oscar a la mejor actuación.

Es una película que muestra muy bien el desencadenamiento de una psicosis. Nina trasmite perfectamente toda la rigidez psicológica de su estructura y como se va haciendo añicos al igual que los espejos que se rompen en su imaginación y en la realidad, producto de las alucinaciones y la desestructuración progresiva de la personalidad que vemos a lo largo de la película.

Es claro, como al comienzo, ella no puede darle significado a eso que le pasa, que la aterra y angustia. Esas caras de terror son lógicas en ese contexto en el cual le están sucediendo muchas cosas a las cuales la protagonista no logra darle sentido ni ubicar dentro de su historia, muy por el contrario siente que la invaden, la acosan, la perturban.

¿Y que efectos genera todo eso en el espectador? He visto persona encantadas y fascinadas con la película, he visto gente que no pudo terminar de verla incluso con más de un intento fallido, y se que hay personas que sintieron profundo rechazo por la película.

Verla genera emociones fuertes en los espectadores, eso no hay dudas, al punto incluso que en Letonia un hombre policía de 27 años le disparo a otro porque lo molestaba haciendo ruido comiendo pop.

Se trata de una película que llega a trasmitir muy bien (de ahí los efectos que genera) la fibra intima de la locura donde el pensamiento y la percepción (entre otras cosas) aparecen groseramente alterados (eso que tanta seguridad nos da) y por eso puede generar mucho rechazo.

Nos introduce en un mundo interior claramente conmovido, justamente en el punto de sostén de la subjetividad y el yo: lo que Freud llamo el principio de realidad. Se pueden apreciar varios fenómenos que van generando de a poco la caída y hundimiento de la protagonista: disociación, sentimientos siniestros de total ajenidad al sujeto, (lo ominoso), alucinaciones, delirios y despersonalización.

Para que se desencadene la psicosis, como le ocurrió a Nina, se tienen que dar al menos dos condiciones: que tenga previamente una estructura psicótica y confrontarse en la vida con alguna situación en la cual debe recurrir a ciertos significantes simbólicos de los cuales carece porque están forcluidos, muy fuera de la posibilidad de integrarlos en su historia. En este caso se conjugan dos situaciones que se reúnen en una. Es decir el contacto con la sexualidad y lo pulsional, elementos hasta ahora ausentes hasta la llegada del director y sus provocaciones, para lograr que ella desempeñe el papel del cisne negro y en segundo lugar alcanzar una meta: ser la bailarina principal de la compañía. Todo esto la sumerge en una cuestión persecutoria con sus posibles rivales, por un lado Lily quien seria su suplente (papel interpretado por Mila Kunis) y por otro con Beth ex bailarina principal (interpretado por Winona Rider.)

Se puede establecer cierto paralelismo, sin forzar demasiado las cosas (o si… uds. dirán), entre la historia que se da en la película y el conocido cuento el patito feo. El cisne negro es como una versión en negativo del patito feo, ya que los descubrimientos que acompañan a los cambios y la imagen corporal, en vez de llevar hacia la afirmación de la personalidad y consolidación de la estructura psicológica es totalmente a la inversa. El patito feo en determinado momento logra al fin encontrar una madre, quien lo recibe con júbilo y rápidamente lo integra en el núcleo familiar y en la cadena fraterna, reconociéndolo así como alguien que se pueda llamar hijo, hermano incluso, perteneciente a una especie, dándole un lugar en el mundo. Esto que parece ser tan fácil, en realidad es un poco más complicado, momento crucial para todo ser que aspire a tener deseo propio; Lacan lo llamo estadio del espejo.

En contraposición, Nina fue producto de una relación fugaz, entre su madre (otrora bailarina también) y el director de la compañía, cortándole la carrera al decir de ella, traspasándole la carga negativa de ser quien le arruino su vida. La madre se lo dice con todas las letras.

 

 

No hubo deseo de hija, no hay nada del orden de la ley o la función paterna que haga corte entre ellas. Nina no es mas que una extremidad de su madre quien vive a través de ella lo que no pudo conseguir por si misma. En Nina no hay reconocimiento de sujeto separado de su madre, donde lo que ella quiere cuente. Ahí Nina no cuenta, no suma ni resta ya que no hubo lugar para ella en la estructura de la madre.

Para algún observador descuidado esta madre puede parecer atenta, cariñosa, sacrificada, que vive para su hija; cuestiones que no dejan de ser ciertas hasta un punto, pero madres asi es mejor no tenerlas; nunca mejor dicha la frase: madre que no deja vivir.

Y volviendo al paralelismo con el cuento el patito feo, en ambos casos no son aceptados por su madre tal cual son y viven aislados del resto. Pero el patito feo finalmente se descubre felizmente ajeno a la familia que creía pertenecer (patos) encontrando por tanto las respuestas a sus intentos previos fallidos de identificación ahora si con su verdadera familia (cisnes). Y consigue así dejar atrás una vida miserable y desgraciada sintiendo el rechazo de su familia, sintiéndose raro, feo incluso mirándose en el espejo distorsionado que le ofrece el estanque. Pero luego de sufrir la metamorfosis, y apropiarse de ese cuerpo a partir del reconocimiento materno, encuentra su lugar en el mundo, aceptado termina convirtiéndose en un hermoso cisne.

En el caso de Nina ¿hay algo del orden de la constitución de un cuerpo ahí, cuerpo pulsional erogeno?, creo que no. A pesar de sus vanos intentos por sentirlo a través de las laceraciones o lastimaduras que se auto inflinge o incluso el autoerotismo, falla, la omnipresente madre (alucinada en este caso) se lo impide en una escena que genera bastante inquietud.

¿Por que sucede eso? Porque ella se ha quedado en un primer tiempo, muy primario del estadio del espejo, en donde se siente como fragmentada pero no hay nada del orden simbólico que venga a unir esas partes, nada que genere una lógica de exclusión adentro afuera, yo no-yo y por ende reconocimiento de la singularidad propia.

Fallas a ese nivel de la constitución del cuerpo están en relación al deseo de la madre (pero no deseo de hijo) ya que no hay algo del orden de lo paterno que haga un corte entre madre e hija.

No solo no hay nada de lo paterno sino que tampoco hay diferenciación ideal del yo.

Es el ideal del yo, en oposición al yo ideal, el que permite captarnos como otro diferente. El yo ideal seria una identificación a una imagen y el ideal del yo una identificación a un significante, a un trazo, a algo que tenemos en común con nuestros semejantes. Este trazo de identificación que podría ser la religión o la profesión por ej. es lo que define ciertos intereses y en función de ello se fija la forma de vincularse con los objetos y con los demás.

Nina queda expuesta al goce materno mortífero, colocada en posición de ser ella la que lo satisface, posición más del orden del objeto que de sujeto.

Aquí se falló en el estadio del espejo, tiempo del narcisismo primario, en el cual se articula el ser del lenguaje a un cuerpo real que se muestra como prematuro, en donde se capta, a través de la imagen del semejante, como totalidad, sin poder reconocer aún que su semejante no es él mismo. Identificación primaria propuesta por el semejante quien de alguna forma ya sea en acto de palabra o gestual le indicaría: “ese eres tu” y por tanto alguien distinto, identificable, con identidad.

A la inversa del patito feo, que consigue alcanzar su ideal y tener un cuerpo con el cual sentirse orgulloso y disfrutar, a la protagonista la transformación en cisne le termina significando la muerte. Costo muy alto sin dudas por el intento frustrado del derecho a ser.

Su muerte puede ser leída como un pasaje al acto, como diría Lacan, en el lugar donde Nina (como mujer y en el papel principal), no puede responder, se produce el borramiento del ser, su caída en el final de la obra marcando el final de su vida.

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Fuente: Grotiuz, J. (2011, febrero 28). La bailarina que se transformó en cisne. Embarcados. Recuperado a partir de http://embarcados.blogspot.com/2011/02/la-bailarina-que-se-transformo-en-cisne.html

Javier Grotiuz
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  1. Andrea Coppola Zícari
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    Felicitaciones un a vez más por este artículo!!! Vi la película y genera totalmente el efecto de estar ” entre” la realidad y la fantasía, con temáticas que transversalizan la historia; la pasión, la sexualidad, la maternidad, la rivalidad, los vínculos patológicos y la familia disfuncional…. Película muy bien lograda!! A quienes aún no la vieron, muy recomendable!!

    Lic. Ps. Andrea Coppola

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