Disciplina sin premios ni castigos: Alyson Schafer en Montevideo

Disciplina sin premios ni castigos: Alyson Schafer en Montevideo
Foto: alysonschafer.com

Por Álvaro Morales

El 14 de abril del año 2015 se realizó en el Auditorio “Mario Benedetti” de la Torre de las Telecomunicaciones de Antel una conferencia denominada “Disciplina sin premios ni castigos” a cargo de la Dra. Alyson Schafer de la Universidad de Waterloo (Canadá), experta en educación para padres. La flamante sala, con capacidad de 400 butacas se vio colmada a los pocos minutos de abrirse las puertas. Fue necesario habilitar otra sala donde, a través de varias pantallas, unas 300 personas siguieron la conferencia sentados hasta en el suelo, y dónde otras tantas quedaron afuera. La expectativa generada fue tremenda. El ámbito cultural de Montevideo estaba ávido de la temática promovida. ¿Es posible educar a nuestros hijos sin premios ni castigos? ¿Quién es esta mujer venida del norte, que con una omnipresente sonrisa en el rostro y una naturalidad pasmosa nos propone algo tan ambicioso? Nuestra generación, así como las inmediatas que nos preceden, se han criado en el otro paradigma, en aquel que asemeja una escuela o una mesa familiar con un cuartel militar. Las generaciones más jóvenes se enfrentan a algo aún más aterrador: la sumisión de la educación al mercado.

El 2015 recién empezaba, pero ya dejaba ver una profética crisis que se avecinaba. Las negociaciones de los ajustes en el presupuesto estatal para la educación marcaron el año con protestas y paros docentes y estudiantiles. No era de extrañar que en el imaginario popular ya se hablara de una crisis en la educación, y por lo tanto tampoco debió sorprender que la conferencia se viera desbordada, no sólo de personas vinculadas al mundo de la psicología y de la educación, sino, y principalmente, de padres y madres ávidos de respuestas a conflictivas particulares.

El evento fue organizado por el Centro de Estudios Adlerianos-IAIP Uruguay y fue declarado de interés Ministerial por el MIDES y MRREE, auspiciado por el MSP, MEC, IMM, Facultad de Psicología (UdelaR) y AUDEC. Fue transmitido a través de videoconferencia simultánea en las Salas de Antel de Artigas, Fray Bentos, Colonia, San José, Canelones (Sala Lumiere), Maldonado y Rocha.

Alyson Schafer nació en Ontario, Canadá. Forma parte de una familia que ha enseñado psicología adleriana durante tres generaciones. Se ha especializado en los tres carriles por los que corre la psicología adleriana: Parenting, Counseling y Enseñanza. Es licenciada en Kinesiología y tiene una Maestría en Counseling (Asesoramiento). También es experta en Parenting, o educación para padres. Cuenta entre sus referentes a personalidades tales como Harold Mosak y el Dr. Rudolf Dreikurs, además por supuesto de Alfred Adler.

Es columnista en diversos medios de comunicación como la prestigiosa cadena televisiva CTV y sus charlas en TED han tenido una gran difusión en el mundo entero. Ha escrito tres libros sobre crianza y educación infantil: «Breaking The Good Mom Myth» (Quebrando el Mito de la Buena Madre), un libro sobre los mitos más comunes sobre una buena crianza, qEn 1920 Adler introdujo la idea de edue de hecho son incorrectos y precisan ser cambiados; «Honey, I wrecked the kids» (Cariño, arruiné a los niños), su libro más popular que explica los malos comportamientos y proporciona herramientas y técnicas adecuadas para cada tipo de mal comportamiento; «Ain’t Misbehaving» (No Me Estoy Portando Mal), un libro que brinda respuesta a más de 100 problemas comunes de la crianza.

Según Adler, todos nacemos con un sentimiento de inferioridad, causado porque al nacer somos indefensos y dependemos de otros, el mundo es grande, nuestro cuerpo es frágil y pequeño, carecemos de autoridad y de independencia. Este sentimiento nos motiva a superarnos, a través de compensaciones tendientes a un sentimiento de superioridad o perfección, el cual es el fin último del ser humano.

Postula una única «pulsión» o fuerza motivacional detrás de todos nuestros comportamientos y experiencias, que constituye ese deseo de desarrollar al máximo nuestros potenciales con el fin de llegar cada vez más a nuestro ideal. Adler lo llama afán de perfeccionismo (Adler, A., 1967).

De esta forma, la psicología adleriana no considera el síntoma como signo de deficiencia o sinónimo de patología. Apuesta al valor positivo de todas las experiencias y a su carácter compensatorio.

 

 

En 1920 Adler introdujo la idea de educar a los padres para la crianza de los hijos, centrada en un mejor trato a los niños basado en el respeto mutuo. En sus investigaciones descubrió que los niños que no tenían límites o eran sobreprotegidos tenían problemas de comportamiento. Dreikurs y Adler denominaron a este enfoque como crianza “democrática”, en clara oposición a la tradicional crianza “autocrática” (Dreikurs, R. y Soltz, V., 1964).

El campo de aplicación de la psicoterapia adleriana tiene tres grandes vertientes: psicoterapia (de largo aliento), psicoterapia breve (Counseling, de no más de 3 meses de duración) y educación (por ejemplo el Parenting).

Desde el miércoles 15 al viernes 17 de abril la Dra. Alyson Schafer dictó tres seminarios formativos para psicoterapeutas y formandos de la Asociación de Psicología Adleriana de Uruguay. Los apuntes a continuación son un resumen de lo trabajado en estos seminarios.

Los niños ven todo lo que hacemos, mucho más de lo que hablamos. Están todo el tiempo viendo cómo y qué hacemos. Los juegos infantiles son presentados a modo de ensayo, donde escenifican lo que ven en los adultos. Siempre actuamos como ejemplo de los niños, lo cual debería llevarnos a pensar cuán lógica es nuestra forma de razonar y de actuar como adultos.

No se puede engañar a los niños con regalos. El premio actúa de muchas formas contradictorias. Su hipotético cometido, reforzar ciertas actitudes y comportamientos que son premiados en contraste con otros no deseados y que no lo son, no funciona. El niño quiere respeto y confianza. Se aprovechará del premio, pero seguirá manifestando su exigencia de respeto y confianza de otras formas. Con el tiempo también exigirá el premio a pequeñas acciones, que él hubiera realizado a cambio de confianza y respeto.

-Para los niños, es humillante ser premiado por algo que de todas formas debían hacer.

Los niños quieren reglas claras. Los adultos, a ojos de los niños, muchas veces actuamos de formas contradictorias. Establecemos reglas que luego quebramos cuando nos conviene. Los niños ven el mundo de una forma mucho más dicotómica. Las cosas son buenas o malas, lindas o feas, agradables o desagradables. Cuando los adultos establecemos una regla para los niños, también debemos cumplirla. El niño no tiene por qué manejarse con un criterio rígido que para el adulto se vuelve difuso. Ningún niño aceptará sin protestar obedecer a una voz tiránica que no le explica las reglas que le impone; reglas y normas que desde su perspectiva son contradictorias e ilógicas.

-A veces los niños son las personas más maduras de la casa.

Hacemos muchas cosas por nuestros niños que ellos podrían hacer por sí mismos. Esto los hace sentirse insignificantes, pequeños e inútiles, sentimientos que podrían acompañarlos durante toda la vida. El niño que no puede destacarse por sus virtudes lo hará por sus defectos.

-El niño se siente parte del grupo, no cuando obtiene cosas de él, si no cuando puede dar sus capacidades, cuando se siente útil, una pieza más de la dinámica familiar.

La mayoría de los niños están dispuestos a colaborar, pero comúnmente los adultos los subestimamos. Todos los juegos y actividades infantiles operan como un ensayo de lo que hacen los adultos y que algún día, a pesar de ellos, podrán hacer por sí mismos. Todo niño debidamente motivado, con el objetivo de cumplir una tarea que ha estado ensayando y que cree en la importancia de su accionar, puede cumplir con lo planeado con tanto éxito como un adulto.

-Necesitamos tanto el sentimiento de pertenencia, que los peores castigos están relacionados con el aislamiento. Pero es difícil que un niño se sienta parte de un sistema que se demuestra autoritario y vertical, donde las inagotables normas y reglas no se aplican de forma democrática y donde todas las explicaciones resultan contradictorias.

 

Todos tenemos botones. Los niños lo saben, Amenazan apretarlos para presionarnos.

-Muchas veces los niños hacen cosas que no nos gustan para sentirse significativos, para tener nuestra atención. “Si me prestas atención (aunque sea por algo malo) significa que me amas”.

-En ocasiones los adultos no les damos más opciones a los niños para que obtengan lo que quieren que comportarse de una forma que no nos gusta.

No hay que perder tiempo con los síntomas. En su lugar hay que buscar el origen del dolor, pero más que nada su finalidad. Para esto es imprescindible un buen manejo de la empatía. Los niños empatizan más rápido, porque están permanentemente intentando entender las lógicas de los adultos. Emplear una lógica inapelable es la mejor forma de empatizar con un niño. Ser claro, conciso, consecuente y no mentir, es la mejor forma para ganarse el respeto de un niño.

-Siempre la pregunta clave es “para qué”. La psicología adleriana es teleológica. No se enfoca en el “por qué” de los sucesos, pensamientos u acciones, sino en el sentido, en la funcionalidad. De esta forma, el carácter de síntomas psiquiátricamente diagnosticables es despatologizado. No se insiste en el carácter patológico del síntoma, sino en su funcionalidad. ¿Por qué determinado suceso altera lo cotidiano? ¿Cuál es su función? De esta forma algo que podría haberse vivido como una desventaja o un defecto, es resignificado con un carácter funcional y positivo.

El niño puede necesitar una única persona que lo contenga. Este ejemplo es aplicable a una situación de bullying: con que tan sólo uno de los niños que lo practica se encuentre dispuesto a sustituir su rol por el de héroe, la situación puede cambiar en forma drástica.

¿Cómo hacemos que un niño desarrolle su interés social?. Fomentando en primer lugar la igualdad y el sentimiento de pertenencia. En un ambiente democrático y consecuente el sentido de pertenencia se desarrolla de forma natural. Utilizamos como herramienta el concepto de Dreikurs de “consecuencias naturales” (Dreikurs, R. y Soltz, V., 1964). Se les enseña a los niños la relación entre causa y efecto. Los niños no aprenden por la amenaza, lo hacen por la experiencia. Cada cosa que hacen tiene sus consecuencias de las cuales deben responsabilizarse. No tiene sentido pronosticar cien veces algo para que no lo hagan, con que lo hagan una vez es suficiente para que aprendan. Somos firmes y amigables. Decimos lo que es y actuamos en consecuencia. Los niños son profundamente lógicos. Entienden cuando hay lógica y cuando no la hay. Las elecciones que les damos deben ser lógicas, dejarles margen de elección propia, y reflejar las consecuencias naturales. Damos libertad y exigimos responsabilidad. Transformamos órdenes en preguntas. Los niños reciben en promedio 200 órdenes por día. Si nos manejamos con consecuencias lógicas, una orden puede ser “camuflada” bajo una pregunta. Se aplica una orientación indirecta pero directiva en el sentido teorizado por Erickson (Haley, J., 1985). Una pregunta apunta a su experticia, una orden a su tácita ignorancia. Una pregunta demuestra que su opinión pesa, una orden no. La orden subestima su capacidad. Pedimos favores. El niño siente que es importante para nosotros que él haga algo. Esto los empodera y refuerza su sentimiento de pertenencia. Utilizamos la conjunción de “cuando” y “entonces” dentro de la lógica de las “consecuencias naturales”. No controlo al niño, pero sí la situación. Aceptamos las reglas de las que participamos. Todas las reglas impuestas son resistidas. Es más fácil obtener la cooperación del niño si lo hacemos participe de la elaboración y la lógica de las reglas que todos debemos cumplir. De esta forma la regla pierde su carácter impositivo. Hay que respetar el consenso familiar. El niño cambia de rol, tiene que hacer cosas para convencernos de que estemos de acuerdo con lo que ellos quieren.

Con los adolescentes es importante trabajar la confianza. La entrevista es con ellos, no con los padres. Cuando es necesario entrevistar a los padres el adolescente también está presente para demostrarle que no hay nada que queramos hablar que él no pueda escuchar.

Cuando los padres están separados, es saludable que el niño vea dos tipos de vida diferentes. Este enfoque es característico de la psicología adleriana, en el sentido de que es posible centrarse en los aspectos positivos de todo suceso rescatando su aspecto útil y constructivo. De esta forma, una situación que desde otra perspectiva podría haberse vivenciado como una fuente de perturbación es abordada como parte de una estrategia dirigida hacia el aprendizaje y la incorporación de nuevas posibilidades.

Los cortes que se practican ciertos adolescentes, son una forma de sacar de la mente el dolor, de volverlo físico, y por lo tanto más soportable. Es una forma de empoderamiento, de adueñarse de un cuerpo que no sienten propio.

-Trabajando en Counseling, no es recomendable el mismo terapeuta para una pareja. Alguien siempre va a sentir que pierde 2 a 1.

Cada uno tiene una fórmula para ser un buen padre. Trabajando en Parenting hay que desarmar esa fórmula.

-En las familias con varios hijos, la competencia suele darse entre dos hermanos cercanos en edad. Diferencias de más de cinco años no generan competencias, porque la diferencia de edades no justifica una comparación.

-Muchas veces, cuando uno es el bueno, y es muy bueno, el que compite asume el rol del malo, porque en nuestra cultura judeo-cristiana y occidental es preferible ser el más malo en algo que ser el segundo mejor.

Los hijos del medio son los que tienen más probabilidades de asumir el rol del malo. Luego son abogados, supervisores, policías. Manifiestan así su obsesión con la justicia.

-Generalmente el bueno es el más grande.

-Estos son roles que responden a determinada lógica de funcionamiento; y los roles pueden cambiarse.

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Bibliografía:

  • Adler, A. (1967). «Psicología del individuo». Buenos Aires: Paidós.
  • Dreikurs, R. y Soltz, V. (1964). Children: The Challenge. New York: Duell, Sloan & Pearce.
  • Haley, J. (1985). Conversations with Milton H. Erickson, M.D. Nueva York: Triangle.

Álvaro Morales
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