Depresiones maternas: un trastorno que afecta a toda la familia

Depresiones maternas: un trastorno que afecta a toda la familia
Foto: skitterphoto.com

Por Claudia López e Inés Acosta[1]

Los trastornos depresivos son un grupo de enfermedades bastante frecuentes en la población general y en la práctica clínica. El embarazo y el puerperio son momentos de la vida en donde se presenta mayor riesgo de padecerlas, ya que la mujer enfrenta importantes cambios hormonales, físicos, emocionales y sociales. En un lapso corto de tiempo transitará por un gran número de factores ambientales generadores de estrés y deberá utilizar todas sus herramientas emocionales para mantener su salud mental.

Prevalencia

Según los estudios existentes, se considera que la prevalencia de la depresión durante el embarazo es del 10%[2], aunque hay pocas investigaciones actuales al respecto, y ninguna en nuestro país. Respecto a la depresión postparto, en el 2011 se realizó un estudio de prevalencia que determinó que en Uruguay afecta al 16% de las mujeres[3].

Síntomas

La sintomatología así como la gravedad puede ser muy diversa, por ello también la dificultad en el diagnóstico. Puede desencadenarse luego de un aborto, tras la pérdida de un embarazo, o después del nacimiento del bebé. No distingue raza, nivel socioeconómico ni requiere de antecedentes personales de depresión. Puede durar algunas semanas o, cuando no recibe tratamiento, años. La podemos definir como un cáncer emocional que va comiendo los pilares de la familia, la mujer no es capaz de resolver desde las cosas más prácticas, perdiendo la capacidad de cuidar y cuidarse.

Los síntomas más frecuentes son: tristeza, ansiedad o ataques de pánico, sentimientos de desesperación y culpa, insomnio, fatiga persistente, preocupación excesiva por el cuidado del bebé, dificultades en las relaciones familiares y de pareja, retraimiento y en algunos casos la mamá siente rechazo por su bebé, llegando a tener ideas de provocarle daño a él o a ella misma.

Para definirse como depresión propiamente dicha, estos síntomas deben perdurar más de dos semanas, y pueden aparecer dentro del primer año de vida del bebé (aunque suele suceder dentro del primer mes)[4]. Afecta la funcionalidad de la mujer, es decir que aquellas actividades que ella realizaba con frecuencia, ahora le resultan una tarea imposible. Esto incluye situaciones cotidianas como puede ser: lavar la vajilla, elegir qué cocinar, o cambiar un pañal. Más aún aquellas situaciones complejas, como puede ser el desempeño laboral o tomar decisiones importantes.

La diferencia con el babyblues o tristeza postparto es que la sintomatología de este último es realmente leve y no persiste en el tiempo. La mujer no ve afectada su funcionalidad cotidiana, podemos definirlo como una “sensibilidad a flor de piel”, pero no constituye un trastorno del humor.

Causas

Se desconocen qué causa la depresión postparto. Se cree que los cambios hormonales tienen un incidencia importante, en tanto se ven involucradas las hormonas estrógenos y progesteronas, quienes tienen gran influencia en los estados anímicos. Sin embargo, estos cambios no pueden explicar por sí solos la presencia de la depresión, ya que todas las mujeres lo experimentan, pero solo algunas desarrollan el trastorno. En la bibliografía sobre la temática se han podido reconocer factores de riesgo, estos son algunos de los elementos que estadísticamente se encuentran más presentes en estas mujeres:[5]

  • Menores de 20 años.
  • Quienes consumen alcohol, drogas alucinógenas o fuman.
  • Quienes no planearon el embarazo.
  • Si tuvieron depresión, trastorno bipolar o un trastorno de ansiedad antes del embarazo o en un embarazo anterior.
  • Quienes vivieron un hecho estresante durante el embarazo o el parto: esto puede ser la muerte de un ser querido, un parto traumático o de emergencia, un parto prematuro o una patología en el bebé.
  • Quienes tienen problemas con su pareja.
  • Quienes son madres solteras.
  • Cuando se presentan dificultades económicas o de vivienda.
  • Si hay poco apoyo del entorno: familia, amigos, pareja.

Para diagnosticarla se utiliza la Escala de Depresión Posnatal de Edimburgo[6] . Esta herramienta fue creada en el 1987 en Escocia, y desde entonces ha sido estudiada y utilizada en múltiples investigaciones y estudios. Consiste en 10 preguntas que se autoaplican y brindan una orientación general sobre la condición emocional de la mamá. Si muchas de estas preguntas tienen una respuesta afirmativa, sería conveniente la consulta con un profesional

Escala de Depresión Posnatal de Edimburgo. Fuente: British Journal of Psychiatry June, 1987, Vol. 150 by .L. Cox, J.M. Holden, R. Sagovsky
Escala de Depresión Posnatal de Edimburgo. Fuente: British Journal of Psychiatry June, 1987, Vol. 150 by .L. Cox, J.M. Holden, R. Sagovsky

 

Tratamientos

Existen diversos tratamientos tanto para la depresión durante el embarazo así como en el puerperio. Lo importante es encontrar el tratamiento adecuado para cada situación particular. Con una detección precoz y un tratamiento oportuno, los pronósticos son positivos.

El apoyo psicológico es uno de los más utilizados en nuestra cultura. Debe ser realizado por un profesional psicólogo especializado en la temática. Es importante que la mujer se sienta cómoda con el terapeuta, para desarrollar un verdadero vínculo de confianza. Un estudio de la Universidad Católica de Chile muestra la importancia de que estos tratamientos trabajen el apego hacia el bebé, y no que se concentren únicamente en disminuir la sintomatología.[7] Por esta razón son tratamientos no convencionales, que incluyen visitas domiciliarias, llamadas telefónicas, entrevistas junto al bebé, entre otros múltiples recursos.

El tratamiento puede ser individual como también en modalidad grupal, en este caso se comparte el espacio con otras mujeres en situaciones similares. La frecuencia puede ser semanal o incluso dos veces a la semana. La duración dependerá de las características propias de cada mujer y su realidad. Sin embargo, no suelen ser menores a un año y según algunos estudios, se reportan resultados favorables luego de 12 sesiones semanales.[8]

En mujeres con sintomatología depresiva, puede ser recomendable comenzar un tratamiento psicológico durante el embarazo aunque no se haya desencadenado aún la patología. Esto suele disminuir la sintomatología en el puerperio.[9]

La medicina china y los masajes relajantes han demostrado grandes efectos en el tratamiento de la depresión.[10] Estos tienen un efecto calmante en la mujer, aliviando síntomas físicos como pueden ser dolores de cabeza, estómago y espalda. La medicina tradicional china propone un aborde integral, ya que entiende que se necesita una armonización energética de las emociones. Además de la acupuntura, existen otras propuestas más sutiles, como son la moxibustión y qi qong, que contemplan la sensibilidad de la mujer.

La moxibustión consiste en dar calor cerca de la piel, en lugares determinados, según un mapeo energético que suelen llamarse puntos energéticos usados también con la acupuntura y digitopuntura, el calor se brinda con un cigarro denominado moxa, compuesto por la raíz prensada de la planta altamisa o artemisa. Por otro lado, el qi gong es una gimnasia terapéutica que se basa en movimientos sin esfuerzo muscular ni aceleración cardíaca. Implica la práctica de ejercicios estáticos y dinámicos, movimientos suaves, estiramientos, automasajes, respiración, visualización, meditación y relajación. Ambas propuestas suelen resultar más suaves o delicadas para la sensibilidad en la piel de la mujer en este momento de su vida.

Por otro lado, el ejercicio físico ayuda a liberar emociones negativas, como puede ser el enojo y la irritabilidad. Se liberan ciertas sustancias en el cerebro que estimulan a mejorar el estado de ánimo, por lo que practicarlos con frecuencia tiene un efecto positivo en la depresión.

Como para cualquier otro trastorno emocional, la consulta y evaluación psiquiátrica resulta imprescindible. Este es un elemento clave en la salud de la mujer y el bebé, así como en el éxito del tratamiento. En la actualidad existen múltiples psicofármacos que se pueden utilizar con seguridad durante el embarazo así como la lactancia.

La depresión maternal del bebé

Diversas disciplinas científicas convergen hoy en la importancia que las experiencias tempranas y las precoces influencias del entorno tienen en la arquitectura y función del emergente cerebro en desarrollo. En los primeros años de vida se establecen las bases para las competencias y destrezas que afectaran el aprendizaje, el comportamiento, la habilidad en regular las emociones y la salud biospicosocial a lo largo de la vida.

Esto nos aleja de la clásica y dicotómica visión de “natura versus nurtura” para entender que ambos componentes se entrelazan en una danza constante y permanente. El cerebro humano también se nutre evolutivamente del intercambio entre el genoma y el ambiente. Es decir que para que la información contenida en nuestros genes se active y se exprese, es necesaria una señal que provenga de entorno. Esto es lo que llamamos epigénesis, es decir, la afectación por el medio de la expresión génica, sin que la secuenciación del ADN se vea alterada.

A nivel del desarrollo cerebral existen períodos de rápido crecimiento neuronal y sináptico que son “críticos” para su conformación y para la adquisición de determinadas habilidades. Podemos decir que las experiencias vividas en la etapa intrauterina y posnatal temprana juegan un rol fundamental en la futura expresión de nuestros genes.

En la depresión no sólo el cerebro deprime su funcionalidad sino todos los sistemas del organismo, alterando así el eje neuroendócrino del estrés, que generalmente se encuentra hiperactivado. Diversos estudios confirman hoy que la exposición al estrés crónico durante el embarazo produce una afectación de los mecanismos regulatorios encargados de proteger al bebé del cortisol maternal. Este exceso de hormona del estrés atraviesa la barrera hematoencefálica del feto afectando así su neurodesarrollo y su capacidad adaptativa a largo plazo.

Pero cuando hablamos de la importancia que el entorno tiene en la expresión de nuestro genoma nos referimos, entre otras cosas, a las aferencias sociales y afectivas indispensables para el desarrollo de nuestro sistema nervioso central. En este sentido los vínculos tempranos toman particular relevancia.
Definimos apego como la propensión innata de los seres humanos a establecer relaciones afectivas intensas y duraderas con una figura cercana, donde ésta le entrega seguridad y protección, especialmente en situaciones de estrés y vulnerabilidad, considerando estrés como cualquier estado que desequilibre la homeostasis biológica, afectiva y social del organismo. El lazo de apego entre el recién nacido y sus padres es una relación bidireccional, donde el bebé contribuye desde los primeros momentos a esta interacción y se genera un patrón dinámico de coordinación y sintonía, una regulación afectiva y fisiológica mutua, y establecen una comunicación socio-afectiva.

Estas interacciones afectivas entre el bebé y sus figuras de apego influyen en el desarrollo de los sistemas de regulación cerebral, responsables a su vez de la regulación de la conducta, la cognición y los afectos del bebé. En este sentido el Dr. Allan Schore sostiene que el vínculo de apego entre madre e hijo moldea el desarrollo del hemisferio derecho, fundamental en la futura regulación de las emociones.

Pero en la madre deprimida puede existir una desvitalización de las demostraciones afectivas que disminuya los intercambios y dificulte la interacción. Asimismo la escasa disponibilidad materna puede entorpecer su capacidad empática y de respuesta ante las demandas de su hijo. En otros casos pueden aparecer respuestas sobreprotectoras o incluso agresivas que enfrenten al niño a un exceso de estrés difícil de metabolizar.

Investigaciones del Prof. Richard Davidson demuestran que los bebés de madres que desarrollan una depresión posparto tienen un predominio de la corteza prefrontal derecha, con mayor activación cerebral frente a estímulos negativos y menor activación frente a estímulos positivos que los controles. La diferencia mayor se daba en bebés de madres con depresión posparto que no habían sido amamantados, planteando así que la lactancia materna previene esos cambios cerebrales.

Es importante destacar que no sólo a una madre deprimida le puede costar identificarse empáticamente con su bebé o fallar como barrera de paraexcitación, y que tampoco todas las madres deprimidas tienen dificultades en el relacionamiento con sus hijos.
Por otro lado resulta fundamental no olvidar que la complejidad del ser humano se nutre de la multicausalidad y que a través de la neuroplasticidad siempre estamos a tiempo de cambiar.

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Referencias:

  1. Posgrado en psiquiatría pediátrica, diplomada en neurodesarrollo y posgraduada en psiconeuroinmunoendocrinologia. Docente del curso de Asesor en Lactancia del Instituto Uruguayo de Lactancia Materna.
  2. Dennis CL, Allen K. Interventions (other than pharmacological, psychosocial or psychological) for trea­ting antenatal depression. Cochrane Database of Syste­matic Reviews 2008, Issue 4.
  3. Defey, Denise; D’Oliveira, Nora; Corbo, Gabriel, “De-presiones maternas: depresión materna en el primer año postparto; un tema oculto. Estudios de prevalencia”, OIT, Montevideo, 2011.
  4. Venis, J. McCloskey, S. “Postpartum Depression Desmystified”. Marlowe&Co. USA. 2007
  5. MedlinePlus. “Depresión postparto”. Disponible en http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/007215.htm. Actualizado el 9/2/2014
  6. Cox, J.L.; Holden, J.M.; Sagovsky, R., Detection of postnatal depression. Development of
    the 10 item Edimburgh Postnatal Depression Scale, Br J Psychiatric, 1987, 150:782, p. 6
  7. OLHABERRY, Marcia et al. Intervenciones psicológicas perinatales en depresión materna y vínculo madre-bebé: una revisión sistemática. Ter Psicol [online]. 2013, vol.31, n.2 [citado 2015-09-28], pp. 249-261
  8. O’Hara, M., Stuart, S., Gorman, L., y Wenzel, A. (2000). Efficacy of interpersonal psychotherapy for postpartum depression. Archives of General Psychiatry, 57, 1039-1045
  9. Zlotnick, C., Miller, I., Pearlstein, T., Howard, M. y Sweeney, P. (2006). A preventive intervention for pregnant women on public assistance at risk for postpartum depression. The American Journal of Psychiatry, 163, 1443-1445.
  10. Vera, L. Uso de la acupuntura en el tratamiento de la depresión postparto. Revisión sistemática de la literatura. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de medicina. Maestría en Medicina Alternativa
    Bogotá, Colombia. 2011

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Bibliografìa:

  • Attachment and the regulation of the right brain. Attachment & Human Development, 2, 23-47.
  • Corbo G. De-presiones maternas. Depresión maternal en el primer año posparto. Un tema oculto. Estudio de prevalencia. Uruguay, 2007.
  • Lista A. Ciencias de la Felicidad y Ciencias de la depresión, Montevideo 2006.
  • Marquez López-Mato A. Psiconeuroinmunoendocrinología II, Buenos Aires 2004.

Claudia López

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