Andrés Crovetto, el primer etnógrafo del manicomio y la locura en Uruguay

Andrés Crovetto, el primer etnógrafo del manicomio y la locura en Uruguay
Foto: MontevideoAntiguo.net

Por Fabricio Vomero

En el año 1884, un joven y valiente estudiante de Medicina, Andrés Crovetto publicó su Tesis de Graduación en Medicina y Cirugía, cumpliendo con la normativa académica de la época que exigía su impresión.

La narración es el resultado de la experiencia recogida por el autor luego de su desempeño como practicante de Medicina del Manicomio, en la sala de mujeres y policlínica. Resulta doblemente importante: por un lado registró las características de las primeras intervenciones institucionales sobre la locura en la época, describiendo un tiempo pre-médico, y por otro lado  proyectó el lugar que la medicina debía ocupar dentro del recinto y las intervenciones sobre los locos que debía disponer.

El texto cobra así un valor histórico fundamental, pues explicita la necesidad de que a los locos los alcanzara el humanitarismo médico, y se abandonaran los castigos físicos y el cuidado religioso.

La tesis y sus denuncias

El primer valor de la tesis, es la descripción detallada de las condiciones hospitalarias de los locos en el fin del siglo XIX, momento en que la intervención sobre ellos no era responsabilidad de los médicos. En aquél primigenio manicomio dos poderes se complementaban: el de los conserjes, alejados de toda mirada y comprensión médica, encarnaban un puro poder disciplinario, y el poder religioso personificado en las monjas de la congregación  Las Hermanas del Huerto. Testigo arquitectónico de ese tiempo pasado, permanece la capilla que se erige en el centro y eje de la estructura del hospital.

La tesis comienza con referencias a la significación de Pinel en el nacimiento de la intervención médica sobre la locura, su influencia en la construcción de establecimientos para alienados, y especialmente en el nacimiento de una nueva forma de arquitectura, que considerara los espacios hospitalarios como parte fundamental de todo tratamiento, y en primer lugar el abandono definitivo de toda violencia física. La escena de Pinel rompiendo las cadenas de los locos en plena revolución francesa, constituye el mito fundacional de la psiquiatría como especialidad médica.

CASTIGOS GENERALIZADOS

Desde el inicio es durísimo hacia el modo criollo de atender a los locos, a pesar de los lujos edilicios [1]:

Os causará extrañeza á la verdad que en el siglo de las luces, donde por doquiera que se mire solo se vé el adelanto social, hubiera seres que pudieran portarse tan inhumanamente con sus semejantes. A mi no solo me causa estrañesa sino dolor que mi patria haya sido el suelo que tales hazañas se cometieran.

Épocas de capataz y monjas al mando, que desafiaban a médicos, orgullosos de los ejemplares castigos practicados sobre enfermos. Las herramientas médicas disponibles eran pobres, y era difícil enfrentar ese poder de la fuerza.

En el año de 1878, y ya veis que no os hablo de tiempos muy lejanos, el médico del establecimiento era el Dr. Visca, el tratamiento terapéutico de los enfermos era mas ó menos el que se emplea hoy, por lo que se vé que poco ó nada hemos adelantado en esta parte de nuestro manicomio, solo se administraba el bromuro de potasio y el vino de quina, asi es que todo el progreso que se ha hecho hasta hoy, es la aplicación de baños que en aquella época los aplicaba el capataz á los que él creía conveniente, y hoy los ordena el médico, y el uso de las inyecciones hipodérmicas de morfina; asi es que por aplicaciones terapéuticas podes ver que muy poco se ocupa la parte científica del estudio de nuestros locos.

Se evidencian tratamientos divididos por género: de las locas se encargaban las monjas siendo quienes aplicaban los métodos de sujeción y de los locos el capataz, jefe del lugar a quienes obedecían completamente los sirvientes. Según Crovetto ese capataz que seguramente era el Pussin oriental, era amo y señor del manicomio, es retratado en esta escena:

El ordenaba y aplicaba los castigos cometiendo las mayores herejías con los enfermos.

Habia en el establecimiento tres hermanos enfermos que se llamaban los Albereches, cuyos enfermos cansados sin duda de los malos tratos á que diariamente estaban sujetos llegaron un dia á quererse desquitar, aplicándole tal paliza al capataz que seguramente lo hubieran muerto á no ser socorrido á tiempo; si no hubieran sido enfermos justo sería el que se les aplicara algún castigo, pero ni por eso se libraron de la venganza.

El capataz prometió desquitarse y después de haberse restablecido y puesto bastante fuerte, según decia él, mandó hacer unas varas de membrillo de buen grosor, hizo traer uno á uno á los tres hermanos y les dio tal nube de palos que los dejó echados.

El que presidía entonces la Comisión de Caridad, era el Dr. Vidal, sin embargo ni siquiera amonestó al capataz y garanto que este hecho no pudo pasar desapercibido puesto que el capataz siempre lo contaba como la mayor hazaña. Y hasta casi me animaria á asegurar que hubo consentimiento.

La acusación resulta de extrema gravedad, y la cosa no fue una palizota de tipo aislado, el procedimiento del golpe  y el porrazo era la norma.

En el tiempo que presidia la Comision el señor Farini, fue á visitar el establecimiento un señor Delpino, el que vió á lo mejor de su paseo, que un sirviente estaba castigando brutalmente á un enfermo, llamado el sirviente por el practicante al cual había dado cuenta el visitante, le dio órden para que trajera al enfermo apaleado, pero el sirviente contesta que no le dá la jana, y que allí no reconocia mas autoridad que la del capataz.

Poco después, siendo Director el señor Montaño, y como se seguía el método del palo, un sirviente dio tal trancazo  á un pobre loco que le fracturó una pierna; y no contento con esta hazaña y resentido por haberle reprendido el practicante que entonces era el señor Sabaté, intentó darle muerte, mereciendo por único castigo el ser destituido.

El relato resulta claro. Los médicos solo podían observar impotentes ese poder ejercido a los locos, o denunciar sin consecuencias de cambio, y aún más, arriesgando su propia vida.

Y también estaban las monjas, poder total sobre locas y también sobre locos:

Al hacerse cargo del puesto el señor Sabaté, dio órden á un sirviente para que sacara el chaleco de fuerza á un enfermo, el que lejos de obedecer fue á dar cuenta á la hermana superiora. Esta dio órdenes á la hermana Trinidad para que cuando viniera el practicante lo hiciera llamar y le dijera que él no era nada en el establecimiento, y que la aplicación de chalecos de fuerza, como del servicio, eran ellas las que lo ordenaban y que por lo tanto ya estaba enterado.

Sabaté intentó, señala el relato, a través de una denuncia, limitar ese poder de las monjas, pero no tuvo consecuencias, la Comisión las limitó en parte, pero continuaron ordenando sujeciones. Se registra entonces que la mirada y comprensión médica que nacía y que quería hacerse escuchar e intervenir, estaba subordinada a un poder superior.

Un pobre ayudante de jardinero y el cepo

Crovetto relata el infortunio de un enfermo, insistiendo en que no se trató de hechos aislados, sino regulares, de todos los días:

Para concluir con esta parte, puesto que ejemplos como estos os podía relatar un sin número, os daré á conocer dos mas, pasando luego á la parte que mas interesa.

El entonces jardinero, tenia en el jardín un loco que le ayudaba en el arreglo de las plantas, el cual lejos de ser un loco peligroso, era y es de lo mas pacífico. Este enfermo se llama Juan Miotti; y aun hoy dia se ocupa en el mismo trabajo.

El jardinero en sus ratos de ocio y acompañado de otros colegas, llevaban al pobre enfermo á la quinta, lo ataban de los testículos suspendiéndolo en un estanque y cometiendo con él toda clase de herejías.

Por último señores, y para que veais hasta donde llegaba el martirio de estos desgraciados, existían en el establecimiento dos piezas en las peores condiciones hijiénicas, y cuyo pavimento eran duras piedras de granito, y destinadas á los furiosos.

En una de ellas había un sepo con seis agujeros para tres enfermos, y en otro uno de diez agujeros para cinco enfermos.

Los sepos estaban separados de la pared lo suficiente para dar lugar á que se pudiera entrar á sacar los escrementos que allí se depositaban (cuando se sacaban), y el enfermo que estaba en prisión, lo que mas podía hacer era sentarse puesto que en cada agujero del sepo entraba un pié, llegando á los pocos días de este castigo á llagársele las piernas, sufriendo como es de suponerse los mas atroces dolores.

En esos cepos, sujetados allí, varios enfermos pasaron parte de sus vidas, y uno incluso por el lapso de ocho años, al que la pudieron liberar a pesar de que se lo identificara como alguien en extremo peligroso, Crovetto recuerda que salido del cepo y sin chaleco de fuerza, el enfermo no manifestó conducta violenta alguna. Crovetto también señala que algunos médicos hasta los años ochenta, permitían esos castigos, siendo cómplices.

El edificio 

La primera crítica al Manicomio se dirige al edificio. Fundado en el año 1880, al momento de escribir la tesis, y por lo tanto nuevo, el edificio era verdaderamente un desastre.

El primer problema para Covetto era el lugar para erigir un Manicomio. Debía ser cerca y lejos al mismo tiempo de la ciudad, para favorecer su acceso, pero a la vez mantener distancia del ajetreo de la ciudad, ya representada en ese momento como productora de ruidos alienantes, de agitación nerviosa. El tipo de terreno debería ser sólido, elevado y seco, ya que ese contacto en la naturaleza resultaría saludable.

El trinar de los pájaros, el aire límpido y el paisaje visual, debían ser capaces de proporcionar los placeres tranquilos y suaves que dan aliento al corazón y paz al alma, deben ser prudentemente suscitados y conducidos en el tratamiento moral de la locura…  

Crovetto establece que el lugar elegido para el manicomio fue el correcto. El desastre no estaría en el lugar, sino en la obra, en la arquitectura.  Centra las críticas en la comisión de caridad y en el ingeniero de la obra,  ya que el paisaje aunque precioso,  el enfermo no podía verlo.

En la construcción primó una lógica arquitectónica en detrimento de una lógica médica, ya que ningún médico participó del asesoramiento en la construcción. Para Crovetto la arquitectura debía ser parte de la cura misma, todo el edificio se realizó sin seguir ningún principio médico, que hubiera indicado  que la edificación no fuera lujosa y  siguiera las reglas de higiene.

Otro gran problema denunciado es que el edificio tal cual estaba concebido no permitiría la clasificación de los enfermos, lo que Crovetto evalúa como elemento principal de la intervención médica, y fundamental para establecer las curas. El edificio no propone división en secciones y eso se vuelve en un gran obstáculo. Lo que no permite la arquitectura, es un buen desarrollo de la disciplina.

El tamaño del manicomio es acorde, ya que permite realizar muchas actividades, pero no permite esa necesaria clasificación.

…una de las primeras condiciones de todo manicomio el que responda á la clasificación de los enfermos, problema difícil y complicado, y sobre  el cual descansa la bondad del establecimiento, eje sobre el que gira el  tratamiento de los enagenados, curación, vigilancia, etc., es esclusivamente al médico siquiátrico al que le compete, puesto que es el único que está autorizado científicamente para ello, y no al arquitecto que es incompetente en su arte para tratarlo.

El tono es de gran molestia. Crovetto insiste que no se consultó a ningún médico a la hora de la construcción, y un hecho lo indigna por demás: la existencia generalizada de rejas,  desechadas de los centros de salud desde mucho tiempo atrás en el mundo y sin embargo por doquier en el manicomio, elemento carcelario inaceptable, cuando la cura debe representar y estar orientada hacia la libertad.  También se opone a la separación por sexos:

Siempre recuerdo que estando yo de servicio, llegó una familia á visitar el establecimiento, como es constumbre que el practicante acompañe al visitante, mostrándole y esplicándole los detalles del edificio me ofrecí hacerlo. Cuando llegamos al corredor que dá al patio y contemplando los visitantes á los enfermos, se para uno de ellos en el medio del patio gritando –mirennos no más mirennos que aquí nos tienen encerrados como fieras.

Yo decía entre mi, que gran verdad dice este loco y la familia no comprendiendo el alcance de lo que decía el enfermo, se reia creyendo que era una locura. [2]

Hoy en dia está demostrado las innumerables ventajas que reporta al establecimiento, tanto en el tratamiento como en la parte pecuniaria puesto que aparte de serse útiles ambos sexos ya en la confeccion de vestidos, etc., no hay necesidad de duplicar el número de empleados como lo habria en la separación de sexos en establecimientos distintos.

…En nuestro país siendo un dato estadístico el número de locas, es menor que el de locos, no debía de habérsele pasado al ingeniero el hacer el plano con arreglo á las divisiones necesarias á ambos departamentos.

Hay autores que prefieren los manicomios particulares aun solo sexo, pero hoy dia está demostrada la ventaja de los manicomios mixtos.

Las relaciones entre ambos sexos bien dirigidas, vienen á reportar gran servicio a la ciencia y á los enfermos sobre todo en el periodo de convalescencia obrando como buen medio higiénico-terapéutico.

Del mismo modo, debía haberse construido una sección para convalecientes, que evalúa como fundamental para la curación de los reclusos.

El enfermo al sentirse mejorado desea grandemente recuperar su entera libertad, por lo tanto esta seccion no solo debe existir sino que debe  hallarse rodeada de todas las condiciones que haga mas soportable la estancia en el establecimiento, hasta que el médico plenamente convencido de su curacion pueda darle el alta.

Sin embargo Crovetto registra que los enfermos en el Manicomio Nacional están todos mezclados, con todas las dificultades que ello conlleva.

También afirma que debió haberse previsto una sección de observación, que permitiera estudiar las formas de la locura, y destinar según la clasificación, la sección donde correspondería llevarlo, pero también para:

… estudiar al individuo; viendo asi, si está loco ó no, muchas veces es detenido un sugeto por las autoridades, remiténdolo al manicomio por creerlo loco. Ó bien una familia manda á algunos de sus deudos por creerlo también afectado de enagenacion. Este punto debe mirarse con el mayor rigor en una manicomio, por que puede prestarse á muchos abusos en perjucio del recluso.

La crítica a la arquitectura y sus disposiciones espaciales, y a las divisiones sociales de los enfermos, se generaliza:

Pues bien, en nuestro manicomio no existe esta repartición, y el individuo que no entra en calidad de pudiente se le destina para observarlo á un inmundo cuarto de cuatro ó seis varas, donde hay tres camas, que existe en el departamento de clinequesas, y allí encerrado solo, cuando no hay dos ó tres respirando las orinas y escrementos de ls otros enfermos. La observación es pues imposible por no ser apropósito para ella, inclinándose á creer que  realmente se vuelve loco sinó lo está por encontrar allí todos los medios apropósito para ello.

El estigma de la internación

Crovetto incluso piensa en cómo evitar cierta estigmatización de los internados en el manicomio, proponiendo que se registraran en el libro de ingreso, solamente aquellos pacientes observados ampliamente, para evitar que algunos individuos quedaran registrados en el temido registro de enagenados.

Relata una historia significativa de cómo aquella sociedad comenzó a tratar determinados problemas y las resistencias de los pacientes:

En el tiempo que estuve de practicante en el manicomio ingresaron dos sujetos, uno de ellos remitido por un hermano y el otro por la autoridad; después de los días de observación, que no fueron pocos, y de estar en contacto con los demás locos del departamento de clinequesas, que es donde existe el titulado cuarto de observación y viendo que los sujetos no presentaban síntoma alguno que indicasen padecer alguna alteración mental, resolví pasarlos al establecimiento nuevo para hacerles mas soportable la estancia en él: aun cuando no tanto como se puede creer, puesto que en lo único que mejoraba era en condiciones hijiénicas.

Día a día los pobres reclusos me pedían que los soltara, porque ellos no estaban locos. Después de observarlos algunos días mas, y viendo que no presentaban vestigio alguno de locura, lo hice presente al médico, el que los dió de alta al dia siguiente, después de haber sufrido cerca de un mes de encierro, en contacto dia y noche con los locos por lo que podréis juzgar el martirio que pasarían.

Uno de ellos murió al año mas ó menos de haber salido del establecimiento, sinhaber presentado síntoma alguno, de locura y quizás habiendo influido en su muerte el encierro á que estuvo sugeto.

Relata que la sección pensionistas debiera tener mejores comodidades en higiene y demás, por ser personas pudientes acostumbradas a mayores comodidades y en lo que influye en la salud y recuperación.

Clasificar y dividir

La insistencia es en clasificar y dividir, tarea reservada exclusivamente al médico.

La relación numérica de enfermos que corresponde á cada sección y en la que solo entiende el médico del establecimiento, es un punto de los mas complicados, puesto que esto se ha de resolver sobre datos que recojan en cada establecimietno, y aun en cada país; dándole influencias a los climas, las variaciones atmoféricas y las estaciones del año, cierto sello á las formas de la locura, el médico debe atenerse á estas condiciones, para llegar a una resolución acertada.

Discute la importancia de que existan dormitorios colectivos, en detrimento del encierro individual, debido a las ventajas de hacerle perder al enfermo la retracción que lo invade, influyendo esa presencia humana ineludible en su tratamiento moral, además de proporcionar ventajas económicas al establecimiento.

Los dormitorios deben  estar en un lugar alto y con luz disponible, y predominar la higiene.

En los dormitorios se trata de proporcionar la cantidad de oxigenación necesaria, incluso construyendo un cuadro donde establece la cantidad de oxígeno a considerar para que exista en cada habitación, considerando la cantidad de pacientes y su uso de aire, y también el utilizado por las lámparas de aceite.

Los estudios internacionales sugerían según relata cuartos de 3 hasta 16 y 20 camas, pero critica que nuestro manicomio, a pesar de no existir fundamentación de ninguna clase, tenía seis dormitorios de 40 camas y dos de 70.

Los grandes dormitorios no solo son antihigiénicos sinó que estorbándose un enfermo á otro trae desórdenes y perjuicios para el loco que tanto necesita el sueño.

Registra que la cantidad de lavatorios era insuficiente, y reclamó el lugar que la higiene debía tener para la reeducación del enfermo.

Algunos dormitorios según su narración, están en las peores condiciones de higiene.

Para ver las condiciones anti-higiénicas de este dormitorio y el olor nauseabundo de su atmósfera enfecta por los miasmas desprendidos de las letrinas, es necesario entrar de noche después de estar los enfermos acostados, de dia mismo es imposible el estar mucho tiempo en aquel dormitorio, por no permitirlo el mefitismo de su atm´sofera. En el tiempo que estuve de practicante en el manicomio, mas de una vez tuve que bajar al dormitorio á poner alguna inyección ipodérmica de morfina. Antes de entrar al dormitorio hacía una inspiración profunda, para poder retener mientras permanecía en el dormitorio la reapiración y saliendo precipitadamente en cuanto concluía de poner la inyección librandome asi, de poner en contacto con mis pulmones aquel acúmulo de gases mefíticos.

Ya digo, es necesario entrar de noche á aquel salon,  y sobre todo en una noche de verano, para poder tomar con exactitud, el peso de aquella atmósfera.

El estado patético de las condiciones de asilamiento debieran haber despertados enfermedades diversas, incluso epidemias

.Las puertas de los dormitorios deben ser bastantes resistentes, y abrirse de dentro afuera; muchas veces sucede que los enfermos cerrándose dentro é impidiendo abrir la puerta trancándola con los muebles, destruyen todo lo que encuentran en el cuarto por ser imposible entrar los sirvientes hasta que al enfermo se le antoja abrir ó se eche la puerta abajo; además cada puerta debe tener su rejilla de observación para poder ver lo que hacen los enfermos, sin que el que observa sea visto por ellos.

Las puertas de nuestro manicomio no responden á ninguna de estas indicaciones. En primer lugar se abren de fuera á dentro, por lo que mas de una vez se han encerrado enfermos en los dormitorios en la sección de pensionistas y han destruido los muebles á golpes sin poderlo evitar á causa de ser imposible la entrada por haber el enfermo trancado la puerta con los muebles, caso que nunca sucedería si se hubieran construido en el sentido que está indicado.

Carecen de rejilla de observación por lo que es imposible ver los enfermos sin abrir la puerta, no pudiendo de este modo sorprender á losenfermos en ninguna falta.

Las puertas de las celdas aisladas deben ser mucho más resistentes que la de los dormitorios comunes, puesto que nada resiste ordinariamente á la violencia del delirio, los colchones, los cobertores, etc., rompen y ponen pedazos, pero como muchas veces es conveniente dejarlos exitados, se los asegura en una celda aislada poniéndole paja en el suelo para que el enfermo rompa en su furor, previniéndose de este modo los accidentes cerebrales agudos que podrían sobrevenir estando enfermo el sujeto. A mas estas celdas deben tener dos puertas haciendo vis á vis con su correspondiente rejilla de observación para que no escapen al ojo del enfermero, y en el caso que haya que apoderarse de él llamándole la atención por una puerta puede penetrarse por la otra sin esponerse á las furias del enfermo y sugetarle sin violencia. También debe tener las paredes almohadilladas de modo que en los momentos de furia  y aun cuando se golpée contra ellas no se cause daño.

Crovetto, afirma que la realidad panóptica que debería existir está muy lejos de la realidad ingenieril que se impuso, y las celdas aisladas solo tienen una puerta, los enfermos están privados de luz, en un habitáculo húmedo.

Toda la disposición arquitectónica, toda intervención en el espacio, la observación permanente de los enfermos debía estar dirigida a lograr el acto médico fundamental: la clasificación y posterior división de los enfermos. Para la primigenia psiquiatría que nacía, clasificar era un acto fundamental, sin ella toda intervención era inútil y no se podía esperar ninguna cura.

El patio cumplía varias funciones para Crovetto:

  • Ubica al enfermo en un punto de mira permanente
  • Lo airea, lo desintoxica a través del aire, pero a la vez la vista al parque, al verde lo pone en la tranquilidad de la naturaleza.
  • Permite obtener información determinante para su clasificación.
  • Le proporcionan una sensación de libertad. Recomendaba cerrarlos con la denominada salto de lobo, para que el enfermo sintiera la libertad, eliminando las rejas.

El salto de lobo es el siguiente: En el lado exterior del patio, el piso desciende de repente en declive, á modo de talus, formando una zanja de cuyo fondo se levanta una pared de unos 3m. cuyo coronamiento se halla al nivel con el suelo del patio. Esta disposición impidiendo la fuga de los enfermos, les trae el mayor bienestar puesto que se imaginan estar en comunicación con el campo, puesto que colocados en el medio del patio no ven bien la pared del salto de lobo cuyo coronamiento no pasa el nivel del suelo.

…asi pues en el tiempo que estuve de practicante puseá un enfermo que estaba algo exitado en la celda aislada y en la noche habiendo crecido la furia se dio tal número de golpes, que al día siguiente no conocía al enfermo por lo desfigurado que estaba causa de las esquimosis producidas por los golpes que se había dado contra las paredes.

El único medio que hay para asegurarlos es embatarlos y atarlos a la cama, pero muchas veces es perjudicial.

Las letrinas

Es una de sus preocupaciones principales, ya que afirmó que el manicomio debía tener como prioritario su salubridad y limpieza.

Aleccionado por la experiencia en el gobierno de los orates , sienta Parchappe el principio paradógico de que la letrina debe ser el lugar mas limpio del manicomio. Con una perfecta vigilancia y disciplina es no solo posible en un establecimiento de esta clase, sinó más fácil que en ningún otro obtener de sus reclusos la limpieza mas absoluta cuando concurren á las letrinas; porque el orate, á causa de estar privado de su razón, es susceptible de corrección por falta de desaseo que en ningún modo pudiera imponerse á los habitantes de los demás establecimientos públicos. Bien saben los que gobiernan enagenados que nadie por lo general mejor que ellos se prestan á la obediencia pasiva. Y puesto que si bien se considera, el aseo engendra, si así vale decirlo, aseo, nada más apropósito y consecuente para lograr la limpieza de las letrinas de los manicomios, que disponerlas como las de las casas particulares, con circunstancias que impongan é impliquen limpieza.

Lo correcto entonces, hubiera sido que entre las materias evacuadas y su depósito se estableciera la aislación del wáter, y no la letrina que de algún modo comunicaba gases, con su gran poder de infectar la atmósfera, privando al enfermo del aire limpio y sano.

Crovetto subraya la importancia del agua como elemento que nunca debería escasear en el manicomio. Agua y aire debían proliferar.

Las letrinas eran el símbolo de todo lo mal diseñado del manicomio: construidas en comunicación con los dormitorios, lo que a su juicio las vuelve contaminantes en extremo, en lugar de estar construidas en el patio , o lejos de los habitáculos, por su poder de contaminación de aire y suelo, pero también para impedir que los enfermos se entreguen a vicios secretos.

Educando las conductas de este tipo, Crovetto adviertía que al loco se lo educaba moralmente:

De que respondan á la moral, también es una cuestión de interés y sobre todo en un manicomio donde los locos entregándose á vicios secretos y á los cuales tienen mucha tendencia, les causa graves perjucios, así es que situándola en un sitio que permita vigilar de continuo á los reclusos, responderá  á la moral.   

Los patios debían tener capacidad de albergar enfermos, para que cada uno dispusiera de una cantidad de espacio suficiente.

El baño y el trabajo como terapéutica

La terapéutica a través del agua fue uno de los primeros recursos de los no-médicos, pero también fue incorporada a la terapéutica médica como hidroterapia. Se usó el agua de muchas maneras teniendo un departamento específico.

Nada por sierto hay que decir en contra de un departamento completo de baños en un amnicomio, puesto que aparte de los excelentes resultados higiénicos y terapéuticos es un excelente medio de disciplina, manejado por un profesor entendido.

Asi Connoly, al hablar de los baños y el agua en un manicomio, dice: Hay asilos particulares construido por el sistema antiguo, que me atrevería á reconocer por tales, aun cuando me introdujeran en ellos con los ojos vendados pues siempre este tufo terrible y peculiar, manifiesta al forastero tan claramete como otra cualquiera impresión de los sentidos, que las salas no están del todo limpias, que las ropas de los enfermos no se mudan con la frecuencia suficiente, y que las personas se lavan y se bañan muy poco.

Junto al baño reparador e higiénico, el trabajo se volvía la terapéutica excluyente:

Se ha notado en todos los países, que en las casas donde los orates están sometidos á un trabajo corporal, las curaciones son mas numerosas que en los establecimientos donde se admiten clientes de un rango superior ó de una clase opulenta, y en los cuales no se practica ningún ejercicio de este género.

En Wakefield en Nueva York, así como en muchos otros establecimientos de Inglaterra, el trabajo es considerado como uno de los medios mas apropiados para la curación de los alienados. Es no solo de gran eficacidad como medio curativo, sinó también como de disciplina. Los trabajos corporales son todavía más indispensables á los locos que á los otros hombres, porque puede alejar de los manicomios el escorbuto, enfermedad que no solo es causada por un régimen mal entendido, pero también y con mas intensidad por el defecto de acción muscular.

Por otra parte, el trabajo es el medio mas eficaz para calmar el espíritu agitado de los maníacos, para romper sus preocupaciones constantes, destruir sus malas costumbres y procurar algunas horas de reposo benéficas á estos desdichados que generalmente están privados de la influencia saludable del sueño.

También se quejó que si bien el trabajo era señalado como el gran elemento terapéutico, pocas veces en la práctica se demostraba tal importancia, ya que a los pacientes indigentes no se les ofrecía trabajo ni dentro del hospital, ni luego fuera, lo que las condiciones miserables los volvía a traer al hospicio. Y los pacientes pudientes que disponían de recursos, sin costumbre en el trabajo manual, y con su vanidad característica, fracasaba el trabajo como forma de cura.

Igualmente entendió que el trabajo era el resultado de clasificar e identificar correctamente a los enfermos. Las razones de su fundamentación, expresaban el característico pensamiento de la época,  y toda la ideología burguesa:

Se ha notado que el trabajo de los enagenados al sol, durante los días de verano, lejos de perjudicarlos como podría creerse, ejerce una acción favorable corroborando de este modo las leyes de la higiene que nos dan á conocer la influencia de la luz sobre los organismos debilitados.

Es necesario tener diversas especies de trabajo á finde poder proporcionar ocupación á todos los alienados indistintamente; por que debo repetirlo aquí que no es con discursos, con pruebas morales contra la realidad de sus males, de sus tormentos, de sus temores, de sus supersticiones que es necesario para los alienados, todo esto es por lo común inútil ó perjudicial.

Es necesario activar la acción de sus órganos físicamente para dar reposo al cerebro. Moralmente es  es como para los niños, distracciones de todo género que necesitan los insensatos y no es necesario olvidar que Cicerón y Montaigne han dicho que la diversión era el mas poderoso remedio para las enfermedades del alma.

Lo religioso

La presencia religiosa estaba, y aún está presente en el centro de la estructura. En observaciones de carácter etnográfico pude corroborar que aun en el año 2010 se realizaban misas los sábados a la tarde, en el que participaban vecinos del barrio y enfermos internados. La presencia de las hermanas del huerto en el tiempo de Crovetto eran fundamental, pero progresivamente fueron siendo desplazadas por la imposición de la práctica y dirección médica.

Crovetto es radical en este sentido:

…las prácticas religiosas sobre todos aquellos que se operan en común, no deben ser admitidas en las casas destinadas á alienados, es necesario absterse de colocar cruces ó imágenes en las salas que ocupan. Estas prácticas y estos signos tienen el inconveniente grave de herir á los enfermos contrarios á la religión que profesan, aumentando el delirio á los maniacos religiosos y llevando á todas clases de desórdenes á los manicaos indevotos.

Es sin embargo útil en algunos casos la asistencia de algunos enfermos á la capilla, por lo que solo el médico es el que debe ordenar los que crea conveniente el que asistan á las prácticas religiosas.

El médico debía tener el control total, incluso de esa religiosidad omnipresente en el centro. Esa religiosidad, entendía Crovetto, no tenía lugar en un hospital de locos, y en el siguiente ejemplo lo deja claro:

Y ya que hablo aquí de religión, voy á mostraros lo inconveniente de algunas fiestas que se festejan en nuestro manicomio con motivo de algunos santos de iglesia. Todos los años y en el día del patrocinio de San José ú otro santo porque no recuerso quien es la agradecida con tanto fuego, se celebra una fiesta en la capilla de nuestro manicomio, la cual es animada con repiques, ohetes y bombas, armando de este modo el mayor escándalo, donde debía de reinar un silencio profundo para no exitar á estos pobres desgraciados, robándoles easí el momento de reposo que pudieran tener y sobre todos en las horas de la noche privándolos del sueño el mas grande reparador del enfermo atacado de enagenación mental.

Estas fiestas que no traen beneficio y si perjuicios á los enfermos, debían desterrarse y el médico mas que nadie debía protestar enérgicamente contra los abusos sobre sus enfermos.

El médico director

La dirección del establecimiento debía estar a cargo de un médico quien subordinaría todos los poderes, dirigir todas las curas, conocer cada caso y proponer la intervención sobre ellos. El poder religioso aun presente debía subordinarse totalmente.

Propone que exista un médico director, junto a un director administrativo que trabajasen en profunda armonía.

La primera rueda del organismo del manicomio, dice Giné y Partagas, debe ser el médico director, el médico director debe ser el alma del asilo, su espíritu filantrópico su celo humanitario y sus altos dotes científicos y clínicos, deben manifestarse hasta en las funciones menos trascentes del establecimiento.

Si hay lauros, á él atañen la mayor parte, si merecido vituperio, él es el primer responsable. Todo gira en torno de el, el servicio higiénico, el terapéutico, el doméstico, el religioso, todo debe llevar un sello especial que permita entreveer un objeto psiquiátrico y por consiguiente una ordenación pensada por la dirección médica.

Para Crovetto el médico director debía ser la autoridad total, prescribir los alimentos, el vestuario y dónde debían dormir, ordenar todo medio coercitivo, clasificar a los enfermos, establecer qué relación debía tener cada enfermo con su familia y en general todo tratamiento, ordenar toda salida temporal, y las altas, debía determinar cualquier modificación hospitalaria.

La autoridad en sus palabras, debía ser sin límite, tanto en la dirección de las curas, como en todos los aspectos administrativos. Inspirado en Dagonet, Crovetto afirma que la dirección material de los establecimientos, debían estar asociados a la dirección moral. Debía todo estar orientado a reunir las funciones médicas y administrativas, consagrarse ambas en una unidad.

Crovetto se lamenta que el Manicomio Nacional carezca de de todo esto, pues afirma que de manicomio solo tiene los locos, la mirada y acción médica, al momento de redactar su informe-tesis, el papel del médico es de actor secundario:

La autoridad de las hermanas, aún allí no se ha extingido. Mandan más ellas que el médico. En el tiempo que estuve de practicante tuve que sostener verdaderas batallas. En el departamento de mujeres, son dueñas absolutas, en el tiempo que fui practicante de nuestro asilo de alienados, si me preguntaban del estado de alguna enferma podía dar tanta razón de ella como el portero del establecimiento, por que solo las veía entrar, á la mitad de las enfermas no las conocía  ni de vista…

Cierra su informe con un elogio al director Pablo Bonavia quien habría introducido cambios, dedicado esfuerzo.

El asilo, una máquina de curar

Según analizó Foucault (2005), el manicomio fue un régimen, un espacio de orden, ley y poder, de regulación del tiempo, de las actividades y los cuerpos de los internados. Fue una institución discplinaria que buscó ejercer el poder sobre los locos, que debía ser total, absoluto, que debía mostrarse como inevitable e irresistible, que observaba y clasificaba. La disciplina fue la condición de la cura a través de una distribución reglada de poder. Todos esos elementos articulados constituyeron la cura misma.

El texto de Crovetto, quien es claramente esquiroliano en su forma de entender la locura y las curas, confirmaría la afirmación de Foucault de que la psiquiatría funcionó mucho antes como poder, que como saber.

En su célebre curso del año 1973 – 1947 titulado El poder psiquiátrico, analizó el papel del psiquiatra y el manicomio en la administración de la cura de locos del siglo XIX. Amo del manicomio, el psiquiatra era primero que nada, una mirada que debía ser total, y un cuerpo  que se unía a la estructura del edificio. En este sentido las propuestas de Crovetto eran clarísimas. Esa mirada del psiquiatra, debía ser capaz de registrar todo el comportamiento del loco y todo peligro, debía identificar las fuerzas ingobernables. El loco de Crovetto, y el de la psiquiatría de su época, era el loco furioso, la locura era entendida como una fuerza desatada y peligrosa y el manicomio fue pensado en ese tiempo como el lugar de sujeción del loco, y la cura fue el domeñar y la anulación de la fuerza.

Para Crovetto, el psiquiatra si quería encarnar ese poder total frente al paciente, debía primero asumir todos los poderes de la institución. Bajo la influencia de la escuela pineliana, solo se podía someter al paciente, a condición de que el psiquiatra se volviera amo y señor del asilo.

Crovetto describió un universo aún no médico, pre-psiquiátrico, el loco en ese tiempo era nombrado como “orate” y el hospital como manicomio. Crovetto denuncia al comienzo de su tesis que aún al Uruguay no había llegado la liberación pineliana. Según Foucault la revolución pineliana habría sido efectivamente liberadora, pero a la vez fue constructora de un objeto. La escena mítica fundacional, el enfermo liberado de toda sujeción y cadenas, de todo castigo físico, como puro reflejo del humanismo médico no reflejó la realidad de los asilados del siglo XIX. La violencia sobre los internados no solo no desapareció, sino que se sofisticó, se ejerció a través de una vasta tecnología de sujeción del cuerpo y fue fundamentada a través de una larga narrativa  científica.

Foucault afirmó que el asilo fue al mismo tiempo, una macrofísica del poder sobre los locos, y  una microfísica: la importancia de una imposición de una lógica médica desde la estructura edilicia, la observación constante y rigurosa, el control total y absoluto del enfermo, desde la entrada a la salida, de la cama al patio y a los baños. El paciente según Crovetto debía sentir ese poder en todo momento y circunstancia.

Crovetto insistió en su relato en la necesidad  absoluta de individualizar y clasificar, donde cada enfermo se vuelve un mundo.

El asilo formó parte institucional de lo que Foucault llamó, la “trama disciplinaria de la sociedad” (2005:113).

Así entendida, la primera función manicomial sería producir la enfermedad y al mismo tiempo crearle al enfermo una necesidad nueva: la necesidad de salir.

¿Cómo curaba el manicomio?

  • a través de su propia estructura disciplinaria, regulando todos los modos de estar dentro del manicomio.
  • siendo una máquina panóptica, una mirada constante, que debía ser reconocida como tal por el paciente.
  • aislando e individualizando, des-familiarizando al enfermo.
  • aplicando una serie de tecnologías sobre el cuerpo, castigos y controles.
  • utilizando opiáceos
  • aplicando el llamado tratamiento moral.

El manicomio alcanzó durante la primera mitad del siglo XX, la dimensión que soñó Crovetto. Lamentablemente para los enfermos, el Hospital no se volvió el espacio liberador y sanador que proyectó la psiquiatría.

Aún hoy continúa de pie, allí sobre la calle Millán.

_______________

Referencias

  1. Se respetará la ortografía original del texto.
  2. Se describe una práctica habitual de la época, las visitas guidas al Manicomio, realizadas como paseos. Había incluso postales de visita.

_______________

Bibliografía

  • Foucault, M. (2005). El poder psiquiátrico. Buenos Aires: Fondo de Cultura Economica.

Fabricio Vomero

Comentarios

comentarios