Consideraciones sobre el amor: empezando por uno mismo

Consideraciones sobre el amor: empezando por uno mismo
Foto: edman_pl

Por Daniel A. Fernández

(Extracto del libro “Sapos y Cenicientas – Una mirada psicológica acerca de las problemáticas del amor”, de Daniel Fernández. Ediciones Urano Argentina).

Es sabido que en una pareja se trata de dos, pero no es menos cierto que esos dos siguen siendo individuos. Por lo tanto, para que el amor entre esas dos personas sea saludable, positivo y gratificante, es fundamental que la condición individual sea tenida en cuenta.

Para que puedas amar al otro en una relación sana es necesario que comiences amándote a ti mismo. Por supuesto que, con esto, no me refiero a una posición egoísta en la cual sólo piensas en ti y te olvidas de los demás. De lo que hablo es de la importancia de que puedas estar bien contigo mismo para así, luego y como consecuencia, logres estar bien también con el otro. De la autoestima individual dependerá, en gran medida, que tú te sientas apto para ser amado.

Si no logras quererte, respetarte y sentirte a gusto con quien eres, el amor que otro te ofrezca lo recibirás como quien recibe una limosna que no se merece.

 

 

En consecuencia, nunca te sentirás a la altura de ese otro y quizá llegues incluso a idealizarlo. El desprecio, el enojo y las desvalorizaciones que ese otro te propine, llegarás incluso a aceptarlas sin reproches de tu parte, dado que en tu interior crees que lo mereces. No es posible una relación sana y pareja entre dos seres humanos si uno de los que participa no está en igualdad de condiciones. No habría nada de parejo en esa relación. Por eso para darte, para ofrecerte a un otro que te acepte y valore, primero eres tú mismo quien debe aceptarse y valorarse. Dicho de otra manera: el amor empieza por uno.

Es cierto que la felicidad total es una utopía, que el ser humano nunca logra satisfacerse por completo. Pero existen momentos muy felices y estados cercanos a aquella felicidad idealizada. Es claro que el ser humano nunca alcanza exactamente lo que él está buscando. Digamos que entre el placer perseguido y el hallado hay siempre una diferencia, que entre aquello anhelado y lo obtenido hay siempre un resto, algo que falta, algo que no conforma. Allí, en esa falta, en esa diferencia entre lo que buscamos y lo que conseguimos, hallamos al deseo. Y es gracias a esa falta, que seguimos buscando, anhelando y viviendo. El deseo es entonces el motor, lo que te impulsa, lo que no debes descuidar jamás. Para empezar a amarte, empieza primero a conocerte. Si quieres conocerte, el punto de partida es tu deseo.

Daniel A. Fernández
Últimas entradas de Daniel A. Fernández (ver todo)

Comentarios

comentarios

2 Comments - Write a Comment

  1. muy buena reflexion, comparto, me ha servido leerla, sobre todo en estos momentos donde uno anda mal de amores por problemas con uno mismo, saludos

    Reply
  2. Interesante artículo y buen punto de vista con respecto a tomar en consideración nuestro deseo.

    Saludos

    Reply

Post Comment

*