Los cambios y el control: si dios quiere

Los cambios y el control: si dios quiere
«Se Dio vuole» (2015)

Por Fernando Sorrenti

Cuando creemos tener toda nuestra existencia ordenada y bajo control, las ventiscas de la vida nos pone todo patas para arriba, como el viento de otoño desparrama las montañas de hojas secas que barrimos con tanta dedicación. Y muchas veces, son necesarias para recordarnos que la vida no es como queremos sino como es.

El protagonista de este filme italiano, “Si Dios quiere”, es un prestigioso cirujano cardiovascular, arrogante, soberbio y acérrimo ateo. Su estructurada vida pronto se ve trastocada cuando su hijo, sobre quien había puesto sus esperanzas para que siguiera sus pasos, le comunica que dejará sus estudios de medicina para seguir su vocación sacerdotal. Tal noticia no solo desacomoda al galeno, sino a toda su familia.

La trama de la película resalta cómo los cambios personales afectan los círculos más inmediatos como la familia, los amigos y el trabajo. El cirujano simulará aceptar la decisión de su hijo, pero en verdad lo vive como una fatalidad y buscará por cualquier medio para que todo vuelva a ser como antes. Le lavaron la cabeza a mi hijo, dirá preocupado. Sin embargo, lo que está en juego es lo que él quiere, su autoridad y su poder. No admite que nada escape de su control.

Los cambios en el otro no siempre son bien recibidos porque nos cuestiona, nos afecta y nos obliga a redefinir nuestra relación con él.

Somos seres en continuo cambio, nuestras células están transformándose en este momento, el universo mismo sigue expandiéndose. Es un error nuestro creer que somos criaturas rígidas como estatuas.

 

 

Eso es lo que el Dr. Tommaso olvidó en alguna parte de su vida, construyéndose una segura zona de confort en base a su éxito profesional y a su visión racional del mundo. La aparición de Don Pietro, un carismático sacerdote que sin sermones, cuestionará todas las verdades, certezas y creencias de la familia del doctor. Sin embargo la crisis no se desata por la aparición del cura, sino que subyace inconsciente en la familia y pronto tendrá voz, la cual desencadenará una serie de cambios en la forma de relacionarse con ese padre perfecto y autoritario. Los vínculos comenzarán a redefinirse desde los lugares más sanos y auténticos que hasta el momento estaban adormecidos en cada integrante de esa familia. Esas pequeñas hipocresías cotidianas que a la larga o la corta terminan desgastando una relación, irán cayendo por su propio peso. A veces, es necesario que los temporales barran todo para volver a construir otra vez pero desde otro lugar y con otra actitud.

Sin apologéticas ni discursos académicos, el director pone al hombre de ciencia y al sacerdote juntos, contemplando las cosas sencillas de la naturaleza, más allá de verdades reveladas o comprobadas, como una forma de conectarnos con nuestra esencia más íntima y genuina. Y desde allí tomar las riendas de nuestras vidas. Recordándonos además que tanto la ciencia como la religión están al servicio del hombre y no al revés.

Hay visión crítica hacia la religión y la ciencia, de la que no escapa la psicología cuando en una escena se presenta a la secretaria de su yerno, licenciada en psicología, como una mujer frívola dedicada a su cuerpo y desempeñando un rol que no es el suyo. Aunque también podemos interpretarlo como esas personas que hacen una carrera sin vocación, ni compromiso, solo para ser alguien y no se dan cuenta que ya son ese alguien.

Es muy significativo que el sacerdote obligue al doctor a ayudarlo en la restauración de la iglesia. ¿Acaso es un llamado a atender nuestra interioridad ante un mundo superficial que nos encanta con sus sirenas de consumo y banalidades? ¡Al que le quepa el traje que se lo ponga!

Fernando Sorrenti
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