El Backlash no es diversidad de opiniones (respecto al 8 de marzo)

El backlash no es diversidad de opiniones
Ilustración: Laura Sandoval

Por Mariana Echeverri

En estas últimas semanas, seguramente se han encontrado con diversos artículos de opinión, que tomaban como tema de reflexión todas las actividades que diversos colectivos (nacionales y de otros países) venían planificando en torno al 8 de Marzo «Día Internacional de la Mujer». Surgen expresiones de distinto tipo en relación a la validez o no de un día como tal que reconozca la necesidad de reivindicar derechos , expresiones que cuestionan en cuanto al ejercicio de poder y de violencia y las condiciones de vulnerabilidad o no en que se encuentran las mujeres, en relación a las corrientes feministas y distintos movimientos de mujeres que expresan desde un lugar «ideológico» cuáles son los asuntos que preocupan a las mujeres y cuáles serían las líneas de acción a seguir , y por último porque no hablar de «masculinicidio» o bien porque no se contabilizan las muertes de hombres así como las de mujeres.

Todas estas ideas (que retomaré más adelante) se encuentran en algunos artículos que por estos días han circulado por distintos medios de prensa y comunicación. Y lejos de ser opiniones diversas respecto a algunos asuntos, su insistencia y modo de ser expresado me ha hecho pensar que estamos nuevamente ante un movimiento que va en contra de algunos logros obtenidos en relación a reivindicaciones que como sociedad se vienen realizando. Finkelhor[1] define dicho movimiento como Backlash : es la reacción adversa, violenta ante un movimiento social o político. Contragolpe.[2]

Como observa Finkelhor al referirse al backlash (1) “tales desarrollos no son impredecibles ni novedosos. Los sociólogos hace tiempo han señalado que los movimientos sociales generan oposiciones, generan backlash. Todos los movimientos parecen circular a través de ciertos ciclos predecibles de atención y controversia. Tienen una ´historia natural¨(..) “[3]

Así como en torno al 1900 se coloca en la esfera pública a partir de diversos acontecimientos (marchas, conferencias internacionales, congreso de mujeres) las infames condiciones laborales en que se encontraban las mujeres de la época, se producen reacciones que intentan frenar el posible avance en escala de derechos, siendo un hito lo acontecido en Nueva York en 1908 cuando más de una centena de mujeres obreras de una fábrica textil, fueron asesinadas en respuesta a una huelga que realizaban como forma de reivindicar derechos laborales.

Salteándonos muchos otros acontecimientos históricos, y llegando a lo que hoy día entiendo es una acción por reacción, a distintos movimientos sociales que impulsan para colocar en agenda temas que significan un cambio de paradigma respecto a un modelo hegemónico de relación entre hombres y mujeres basado en criterios de desigualdad. Es que si bien se reconoce que han habido diversos avances, tales como: el acceso a la educación terciaria por parte de las mujeres (de algunos sectores) y el arribo a nuevos puestos de trabajo que antes estaban reservados para el sexo masculino, en materia de violencia de género, en abuso sexual en niños/as y adolescentes, así como propuestas de cambio normativo (leyes, código). Todos estos avances se han vistos golpeados por distintos actores: profesionales al servicio de lo instituido que buscan fundamentar desde parámetros pseudocientíficos, hombres violentos y/o abusadores que reclaman su paternidad como derecho, puestos de trabajo que cuentan con una remuneración menor para mujeres o resultan verdaderamente inaccesibles, ciudadanos desencantados que transfieren su poder de cambio e incidencia a otros-cooptados por un pensamiento tradicionalista.

 

 

En relación a esto último Finkelhor también nos plantea un desafío, distinguir las críticas legítimas de las ilegítimas. Estas últimas tienen como finalidad desarticular los logros conseguidos, así como cuestionar y desacreditar a quienes-como en este caso- integran los movimientos sociales de mujeres, y son quienes sostienen y llevan adelante los planteos de transformación y denuncia. No siempre hablaremos de malas intenciones, pero no cederemos en considerar que este movimiento sostiene una ideología dominante que muchas veces juega de una forma deshonesta y violenta, permeando diversos planteos jurídicos, técnicos (en el ámbito de la salud: médicos, psicólogos), así como a nivel de conciencia social.

En este orden de cosas es que asistimos a un cuestionamiento del verdadero desequilibrio de poder que existe entre hombres y mujeres. Se apela a una concepción de violencia estructural como parte de una condición humana común entre hombre y mujeres, ignorando las altas cifras de denuncias por violencia de género y hacia niños/as y adolescentes (así como las muertes acaecidas), los múltiples controles y limitaciones a las que se ven enfrentadas niñas y mujeres adolescentes y adultas, que bajo criterios de cuidado y respeto se anulan posibilidades de decisión sobre su vida, su cuerpo, su sexualidad, su presente y futuro, el cuestionamiento a la movilización de mujeres que denuncian la naturalización existente en la cosificación cotidiana a la que nos vemos expuestas las mujeres: en el trabajo, los medios, las relaciones familiares…. son miles los ejemplos a los que podemos hacer referencia respecto a las desigualdades cotidianas.

Por último, se cuestiona el concepto de feminicidio como si tan solo fuera una expresión descriptiva de lo que acontece en relación a los asesinatos de mujeres, por lo que se propone nominar la muerte de hombres como masculinicidios. Desconociendo y vaciando de sentido, a un término que evidencia un acontecer social cargado de desprecio y odio por la sola condición de ser mujer. Apostando una vez más a invisibilizar la responsabilidad social que tenemos cada uno de nosotros de objetivizar como sostenemos de algún modo, la perpetuación de estas desigualdades, que impacta en nuestras relaciones afectivas, en nuestras condiciones laborales y en definitiva, en nuestra capacidad de cambio y transformación de la injusticia.

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Referencias:

  1. David Finkelhor nacido en 1947, sociólogo estadounidense, es mundialmente conocido por sus trabajos empíricos y conceptuales en materia de abusos sexuales a niños y niñas.
  2. WordReference English-Spanish Dictionary © 2017
  3. Virginia Berlinerblau «El Backlash y el abuso sexual infantil»

Mariana Echeverri
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