El amor romántico y las relaciones de pareja

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Por Ana Cecilia Anzar Garces

“AFIRMACIÓN. Contra viento y marea, el sujeto afirma el amor como valor”
(Barthes,1993: 24)

Diversos factores contribuyen a la normalización de la violencia hacia las mujeres y su legitimación. Entre los elementos que mantienen a las mujeres en silencio sobre el maltrato que sufren se encuentran diversos procesos paralizantes generados y mantenidos por el miedo, la percepción por la víctima de una ausencia de vías de salida de la situación de tortura, y la carencia de recursos alternativos. Otro factor que afecta en multitud de ocasiones son las equivocadas concepciones del amor y de las relaciones que tienen algunas de las víctimas. A veces determinadas manifestaciones se confunden con conductas amorosas: posesividad, exclusividad, preocupación e interés por el otro, autoridad, celos, control. Estas situaciones no hacen más que confundir más a las mujeres; causas y efectos quedan entrelazados formando un círculo sin salida. Al grado en el que muchas mujeres consideran un fracaso la separación de su pareja, debido a que después de tanto esfuerzo no consiguen salvar su relación. Basan sus expectativas vitales en el éxito de su relación amorosa (De la Peña, 2007). El amor romántico refuerza la actitud de sumisión.

Conceptualización del amor romántico y relaciones amorosas

Para Coral Herrera, Doctora en Humanidades y autora del libro “La Construcción Sociocultural del Amor Romántico”, este elemento es un producto cultural. Es un conglomerado de relatos, leyendas, mitos, cuya estructura se repite en todas las sociedades patriarcales casi invariablemente. “Los héroes y las heroínas siguen siendo los mismos: mujeres y hombres heterosexuales que, tras luchar contra una serie de obstáculos, logran reunirse con su amado o amada. Ellos son de una manera, y ellas son diferentes, de modo que se complementan a la perfección” (Herrera, 2013: 8). Esta forma de pensar la aprendemos desde que nacemos, es una herencia social de las generaciones anteriores, las vemos en los cuentos infantiles, en las películas, caricaturas, en los productos (juguetes) infantiles que nos ofrece el mercado, la publicidad. Se nos presenta al amor romántico como un fin para alcanzar la felicidad una vez adultxs, pero desde niñxs nos preparan para llegar a formar una relación modelo, una relación de pareja heterosexual monogámica empapada de elementos provenientes de una cultura patriarcal.

“El amor está apresado entre mitos que perpetúan el machismo y la desigualdad, y paralelamente funciona como mecanismo de escape, de evasión, de entretenimiento de las masas. Bajo la ideología del placer como pecado, nos venden las historias de amor con el deseo monogámico, o enfocado a la labor reproductiva” (Herrera, 2013: 9).

A través de las estrategias publicitarias y los medios masivos de comunicación, se nos hace creer firmemente que la felicidad se encuentra en el amor de pareja, y nos encaminan a un consumo desenfrenado.

 

Para Lagarde (2001) el amor es una forma de dominio que encierra desigualdad, lazos de dependencia y propiedad, así como privilegios e inequidad que generan frustración, sufrimiento e incluso, daño. La experiencia amorosa se encuentra circunscrita a la pareja como espacio simbólico privilegiado y único de su realización. Sin embargo, la pareja es una de las relaciones más dispares y complejas, siendo que mantiene relaciones de dominio y opresión más allá de la voluntad y la conciencia, conjunta lo público y lo privado, y a través de ella se unen lo personal y lo social mediante la actividad afectiva y sexual, la convivencia, la economía, el amor y el poder. Para las mujeres más que para los hombres, el amor es definitorio en su identidad de género. Es la experiencia que las define. Las mujeres hemos sido configuradas socialmente para el amor, hemos sido construidas por una cultura que coloca el amor en el centro de nuestra identidad. Vivimos el amor como un mandato. La teoría de género nos dice que lo hacemos como un deber no necesariamente por voluntad (Lagarde, 2001). La idealización del/la otrx, los atributos que en nuestra imaginación les otorgamos y las expectativas que depositamos en la relación de pareja son la perfecta combinación para el sufrimiento social/amoroso.

Acerca de esta idealización señala Lagarde (2001) que el amor está en los cuerpos y en la imaginación, está en el imaginario de cada persona. En el imaginario el tiempo tiene otra dimensión, por lo tanto las mujeres aman no solamente a personas del pasado o presente, también aman a seres del futuro, a quienes idealizan. Muchas mujeres incluso obtienen más satisfacción de los seres idealizados del futuro que de quienes están en el pasado o en el presente. Las disidencias del amor son aquellas que no van acorde a los mandatos de la sociedad, en las mujeres contemporáneas estas disidencias marcan nuestras vidas. La contradicción de vivir el amor entre hitos obligatorios y las transgresiones es una característica fundamental de las mujeres contemporáneas. Cuando la autora se refiere a las mujeres contemporáneas, establece una categoría del análisis de género. Las mujeres contemporáneas compartimos un grupo de semejanzas. Somos el producto de una construcción de género tradicional, y a la vez somos el producto de una nueva construcción de género moderna. Por lo tanto, esta doble construcción de género nos define.

Poseemos características de mujeres modernas que expresamos en nuestros estilos de vida alejados en alguna medida de la “mujer tradicional”, sin embargo, no logramos despojarnos de cierto estigma social proveniente de la cultura patriarcal y esto provoca diversas formas de rechazo hacia nosotras. Todavía se espera que seamos madres, buenas esposas, buenas hijas/hermanas, cuidadoras y quienes no seguimos estos patrones culturales somos constantemente cuestionadas por nuestra poca/nula utilidad como mujeres que sirvan al patriarcado capitalista, en el cual las mujeres debemos procrear y educar seres de trabajo que sigan sosteniendo al sistema capitalista, mientras a la vez desempeñemos una doble o triple jornada laboral considerando el trabajo en el hogar como un deber de las mujeres cuando en la realidad es un trabajo no remunerado ni reconocido.

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Bibliografía:

  • De la Peña, E. (2007). Fórmulas para la Igualdad No. 5: Violencia de Género, España: Fundación Mujeres.
    Federici, S. (2010). Calibán y la Bruja, Mujeres, Cuerpo y Acumulación Originaria, España: Traficantes de Sueños.
  • Herrera, C. (2013). Los Mitos del Amor Romántico en la Cultura Occidental. 
Recuperado el 27 de mayo de 2015 de https://sehablarloperoamiestilo.files.wordpress.com/2013/04/losmitosromanticoslac ulturaamorosaoccidental-coralherreragomez.pdf
  • Lagarde, M. (2001). Claves Feministas Claves Feministas para la Negociación en el Amor, Nicaragua: Puntos de Encuentro.

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Fuente: Anzar Garces, A. C. (2016, Febrero 12). El Amor Romántico y las relaciones de pareja. Recuperado desde http://gendertropia.wix.com/gendertropia

Ana Cecilia Anzar Garces
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