Amar como gimnasia del solitario

"Mujer en la Ventaja" de Salvador Dalí (1925)
«Mujer en la Ventaja» de Salvador Dalí (1925)

Por Ignacio Rodriguez Perrachione

Supongamos que esto se trata de amor y pensemos que la vida se trata de guiones, con tachones, borrones, y papeles rasgados. Woody Allen bien sabe de ambas cosas, de amor y guiones.

Allá en los 70’ en su película Annie Hall hacia un despliegue de simpatía y amplia fascinación por las emociones humanas.

Por el final del film cuenta la historia de un personaje que concurre al psiquiatra porque cree que su hermano puede estar volviéndose loco, cuenta que este dice sentirse una gallina, a lo cual el doctor, rápidamente le pregunta porque no intenta internarlo y el consultante le responde “Lo haría, pero necesito los huevos”.

En su “I would, but i need the eggs” del final de Annie Hall, Allen satirizaba en su punto máximo, nada más y nada menos que el amor.

La excentricidad del vínculo es aceptada en pos de la continuidad, siempre errática, de las relaciones. Lo haría, pero necesito los huevos.

El vértigo relacional actual se dispara generando formas variadas y rizomaticas de vincularse.

Pensemos entonces que la dialéctica quisiera ordenar este caos vincular y nos dijera que el amor, en fin, no es más que un triángulo, y el resto de las ocurrencias, no son más que parte de su juego perpetuo.

De un lado del equilátero ubicamos al “Yo-Amante”, del otro al “Otro-amado”, y en el tercer punto a la tan temida soledad.

Yo, otro, solo. Triada pura de dos solitarios acompañados. Entendiendo así al amor como materialización afectiva dialéctica donde a través de procesos circulares continuos se va generando un vínculo entre sus tres aristas: Yo-Otro-Soledad.

Los dos primeros puntos del equilátero se corresponden a la tradición romántica, el Yo-Amante y el Otro-Amado, los Romeos y las Julietas, las Ingrid Bergman y los Humphrey Bogart, desde la poesía romántica hasta los amores actuales y cotidianos.

Pero nunca se expone al tercer punto. Queda exenta de amor y vínculos, la fantasmal, y según parece, siempre oscura soledad.

Pero justamente está en ella el tercer punto necesario que amplía la diada y posibilita el carpe diem. La unificación anula la posibilidad de autonomía, niega el punto de inflexión, la posibilidad de triada, y toda fuerza cíclica.

La conservación de la soledad imaginaria en-pareja permite y facilita el continuo desarrollo del juego.

Si la diada funciona es gracias a la posibilidad constante de esta triada dialéctica que garantiza el funcionamiento de la soledad con otro, el de-a-dos es más sencillo cuando el tercer punto solitario permanece latente, como tercero posible y presente.

Amar de dos con las respectivas soledades a cuestas. Amar al Otro desde el Yo-amante, pero con una soledad latente.

 

 

Anulando el tercer punto, el juego circular cede. Así, el ágape conserva su estructura cuando la autonomía del solitario permanece como posibilidad real en el imaginario del vínculo.

Jean Allouch (2011) destaca a través de Lacan la posibilidad del amor como forma de estar solo con otro, “asumiendo el amor en medio de la soledad”. Esto no es una soledad padecida, sino un punto oculto necesario, que debe hacerse lugar en el vínculo para que la diada no se degluta a sí misma en un ensimismamiento temeroso.

Cuando la relación accede a su súmmum mediante la negociación de las soledades, se deglute a si misma poniendo una posible fecha, lejana o cercana, a su casi inevitable fin.

La soledad debe mantenerse para garantizar que exista un Aufhebung (elevamiento) continuo del vínculo.

Así, la anulación del tercer punto oculto y sigiloso del solitario facilita la implosión completa de todo el triángulo, derribando la entropía dialéctica del vínculo. El tiempo sin-el-Otro desaparece deviniendo la diada en pura y mera unidad.

A pesar de que la existencia del tercer punto no garantiza la perpetua continuidad de las pasiones, la existencia del solo-con-otro disminuye las sequias y grietas del vínculo.

Soledad ahí, pero transparente y latente. Haciéndose notar en los movimientos solitarios. Lecturas, café, lo que sea. Meros espacios de soledad, de-a-uno, como motor de los encuentros con el Otro, en los de-a-dos.

Siendo solos, si, con Otro, también, pero habilitando espacios de circulación de la autonomía y la libertad. Pura alteridad, tan anulada en el hoy del vínculo simbiótico.

Amor es el beso en la Place del’Hotel de Ville de Robert Doisneau (abajo), pero amor también son los a-solas del enamorado, o la Muchacha en la ventana de Salvador Dalí (foto princial).

Entonces, la soledad no sería en el vínculo, más que la posibilidad de una antítesis necesaria que genere espacios de entropía vincular, ante tanta simbiosis de amores aglutinados.

[caption id="attachment_1974" align="aligncenter" width="300"]Robert Doisneau “Le Baiser de l’hôtel de ville” (1950). Obtenida en Nikosono Robert Doisneau “Le Baiser de l’hôtel de ville” (1950). Obtenida en Nikosono[/caption]

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Bibliografía:

  • Allouch, Jean (2011) “El amor lacan”; El cuenco del plata, Buenos aires, Argentina.
  • Badiou, Alan (2011) «Elogio del Amor»; La esfera de los libros, Buenos Aires, Arvgentina.
  • Hegel, G.W.F (1971) Fenomenología del Espíritu. Ed. Fondo de Cultura Económica. México.
  • Zanghellini, Jorge (2008) El amor más allá del Narcisismo. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4412/pr.4412.pdf

Ignacio Rodriguez Perrachione
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