Adictos al amor: el otro como droga

Adictos al amor: el otro como droga
Foto: Andreas Riedelmeier

Por Daniel A. Fernández

El enamoramiento es un estado que suele anteceder al amor, un período en el que intervienen factores psicológicos y bioquímicos. Estudios realizados demuestran cambios en el funcionamiento cerebral, a nivel de los neurotransmisores; pero claro que esto no es para alarmarse, dado que implica una maravillosa sensación. Sin embargo, durante el enamoramiento, el otro no es el otro sino quien tú quieres que sea. Pones sobre ese otro un velo que lo cubre y no llegas a verlo como es en realidad, no completamente. Así, vas exacerbando sus virtudes, vas minimizando sus defectos, y finalmente no te enamoras de ese otro sino apenas del que creíste que era, del que quisiste que fuera, de lo que idealizaste. Es decir, del que tú inventaste sin saberlo, haciendo uso de tu fantasía. Claro que este velo no cubre al otro para siempre; de ahí que el enamoramiento dure tan solo un año, a veces dos, tal vez un poco más. Será entonces, cuando dicho velo caiga, que verás al otro tal cual es. De ahí en más, dos caminos se abrirán ante ti: el del amor (en el mejor de los casos) y el del desencanto (cuando tu fantasía previa hubiera desvirtuado demasiado la realidad).

Ocurre sin embargo, algunas veces, que no se trata de amor ni de enamoramiento sino de una obsesión por el otro. Y si bien en todo enamoramiento te obsesionas un poco, dado que estás pendiente de la otra persona en muchos sentidos, lo cierto es que en ocasiones lo único que te impulsa al otro es la obsesión por ser correspondido. No soportas la idea de que al otro no le importas, de que el otro no centra su atención en ti, y batallas enardecido contra molinos de viento con tal de lograr la aprobación ajena porque eres incapaz de aprobarte tú mismo. Desde luego que es tu propia inseguridad la que te lleva a desesperar buscando la aceptación de ese otro con el cual te has obsesionado.

 

 

Es en estos casos, muchas veces, cuando el otro puede transformarse en una droga de la que no se puede prescindir. Por supuesto que hablamos aquí de una relación patológica, en donde ese otro pasa a la categoría de un objeto en torno al cual gira por completo nuestra atención y nuestra vida. No se trata, en modo alguno, de una adicción al amor. El amor es un sentimiento noble que prioriza el bienestar del otro. Simplemente se trata de una adicción a un otro que requerimos desesperadamente, de igual manera que podemos requerir drogas o alcohol. Puede que, racionalmente, comprendamos que se trata de una relación nociva y que no nos resulta conveniente; pero aun así no podemos alejarnos y nos desvivimos por mantener algún tipo de vínculo, incluso aunque resulte agresivo.

En tal sentido, se puede abordar este cuadro clínico como si se tratase de cualquier otra adicción. Habrá que resistir la abstinencia y procurar detectar cuál es ese vacío en nuestro ser que pretendemos completar con ese objeto adictivo. ¿Qué es lo que necesitamos realmente de él? ¿Qué rol viene a ocupar? ¿Cómo sería nuestra vida sin él? Y el primer paso es dejar de culpar al otro por nuestra necesidad desenfrenada (obsesión compulsiva) y comenzar a hacernos cargo de nuestro propio vacío.

Daniel A. Fernández
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