El aire que respiramos el 8 de marzo

El aire que respiramos el 8 de marzo
Ilustración: Laura Sandoval

Por Andrea Tuana

La marcha del 8 de marzo pasado conmemorando el Día Internacional de la Mujer reunió al llamado de las mujeres uruguayas a miles de personas en todo el país. El centro de Montevideo se transformó en un mar de gente estimándose en 300.000 personas; una movilización histórica y sorprendente en tiempos en que la participación de la ciudadanía está en baja. El sentir que congregó a miles de personas es la urgencia de poner fin a la violencia de género y a la discriminación hacia las mujeres. La igualdad de oportunidades y derechos entre varones y mujeres, la erradicación de cualquier forma de subordinación hacia nosotras, es el horizonte común que nos encontró marchando codo a codo en todo el país. Una marcha donde se podía palpitar la emoción, la firmeza de los reclamos justos y urgentes, la rebeldía, la diversidad, la indignación y el poder de un pueblo que sale de su casa, que gana las calles y dice basta de violencia, basta de matar a nuestras mujeres, basta de tanta injusticia y discriminación.

La pregunta que se impone ahora es cómo seguir, cómo mantener esa expresión de rebeldía y deseo de cambio. Si bien existen responsabilidades a nivel gubernamental, institucional, en el sistema político, en los medios de comunicación; el verdadero poder de transformación está en cada uno y cada una de nosotros. Podemos decidir todos los días no reproducir el sistema machista que subordina y violenta a las mujeres. Aportando con mis actitudes cotidianas a una sociedad igualitaria, decidiendo dejar de reproducir estereotipos sexistas y mandatos de género que reproducen la desigualdad. Algunas acciones que están en nuestro poder realizar podrían ser:

  • Dejar de comprar productos que para ser vendidos utilizan propaganda que refuerzan los estereotipos y roles sexistas, reproduciendo las tareas de cuidado y limpieza como responsabilidad principal de las mujeres, que muestran a las mujeres como objeto sexual, entre otros.
  • Elegir programas televisivos y radiales, propuesta artísticas y recreativas que promuevan la igualdad de género y rechazar aquellas que reproducen el sexismo, la misoginia y la discriminación por orientación sexual e identidad de género.
  • Revisar nuestras concepciones detectando y transformando aquellas que reproducimos en nuestras intervenciones profesionales, en nuestro lugar de trabajo, en nuestra familia, con nuestros amigos o en nuestra comunidad.
  • No aceptar chistes, cánticos y comentarios sexistas y homofóbicos
  • Hacer visible cuando se estén generando reflexiones y opiniones basadas en concepciones patriarcales y problematizar esos discursos.
  • Promover una mirada desde la perspectiva de género en los distintos intercambios y acciones que cotidianamente realizamos.
  • Educar nuestros hijos e hijas sin discriminación por sexo, orientación sexual o identidad de género.

 

 

  • “Mi compañero me ayuda”, es una frase que habitualmente escuchamos, cuando deberíamos pensar en la corresponsabilidad, ambos somos corresponsables de nuestra familia, de las tareas de mantenimiento del hogar, del cuidado de nuestros hijos e hijas.
  • Rechazar y censurar a quienes estigmaticen a una mujer por su forma de vestir, por las opciones que asume, por no apegarse a los límites impuestos a las mujeres en esta cultura machista. Rechazar las ideas o frases como: “no esta mosquita muerta, se lo buscó, mira la ropa que tiene, para que se metió en ese lugar, es una calienta hombres, si aceptó ahora que aguante.”
  • Condenar toda viralización de videos íntimos y condenar cualquier forma de escarnio público al que se somete a una mujer como forma de castigarla por no apegarse a las normas de género patriarcales.
  • Rechazar las expresiones y comportamiento que legitiman la doble moral sexual, restringiendo y tutelando la sexualidad de las mujeres y presionando el ejercicio sexual de los varones.
  • Rechazar las ideas de normalidad hegemónica que establecen una vara desde donde medir, analizar y etiquetar a quienes se alejan de ese estándar arbitrario y violento. Condenar los comentarios y actitudes transfóbicas y contribuir a generar climas de inclusión en los diferentes ámbitos donde transitamos.

Estas son algunas de las múltiples formas en que cotidianamente y en forma personal podemos generar como resistencia a un sistema opresor y violento que, como dice Rita Segato, en buena medida es inadvertido porque es como el aire que respiramos. Debemos estar siempre alertas para poder analizar cada partícula de ese aire que respiramos y desechar las inspiraciones de micropartículas patriarcales y misóginas, para poder respirar nuevos aires de igualdad.

Andrea Tuana

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